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Jungkook comenzó a removerse, como si despertara de un mal sueño, hacia el inicio del amanecer. Taehyung esperaba por él con paciencia, sentado en el suelo frente a su cama.

Los ojos del azabache se abrieron con dificultad, como si sus pestañas creyeran con firmeza que todavía no era el tiempo. La escasez de iluminación le ayudó a adaptarse a la conocida atmósfera y su cuerpo se sentía ajeno, como si le perteneciera a alguien más. La sensación quizá se debía a que nada en esa mañana se le antojaba natural, su mente comenzó a trabajar con los primeros pensamientos, dando espacio a que los recuerdos se expandieran más y más.

Apartó las mantas para descubrir su cuerpo. Lo recordaba. Su padre le había dejado destrozado, pero ahí estaba, indemne, como si ese horrible suceso no hubiese ocurrido en otro lugar más que en su cabeza. Su visión se oscurecía en una desesperante sensación de déjà vu, el aire le escaseaba, no sabía qué estaba pasándole y tenía mucho miedo.

Reconoció la figura que se levantó con esmerada cautela y se invadió de un alivio inmenso, no pensándolo dos veces para saltar de la cama y arrojarse a los brazos de su persona favorita. Cerró los ojos con el mentón apoyado en su hombro, notando que la sorpresa había contenido cualquier reacción en su mejor amigo.

—Tae, qué bueno que estás aquí. Yo... yo... —Se encontró de frente con esos relucientes orbes ambarinos cuando quiso buscar refugio en su mirada como siempre hacía, pero la realidad le impactó de lleno cuando el recuerdo de ese cautivador brillo llegó acompañado de sucesos sombríos, capaces de opacar cualquier tipo de resplandor—. Tú... No... —Le soltó y retrocedió como pudo, aterrizando en la cama y arrastrándose sobre el colchón hasta pegar la espalda en la cabecera, observándole con los ojos muy abiertos, como si desconociera por completo al muchacho que le acompañaba.

—Kookie —llamó, sin atreverse a hacer algún intento de acercarse—. Espera, por favor escucha.

—No. —Cerró los ojos y dos solitarias lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Estaba asustado, no sabía qué sería de sí mismo a partir de ese momento—. No eres normal, tú... no eres humano —balbuceó, su voz siendo tan solo un murmuro insignificante.

—Te prometo que todo tiene una explicación, pero necesito que confíes en mí —pidió, con una fuerte punzada de dolor en el pecho, y dio un solo paso en su dirección. El menor abrió los ojos al ser consciente de su movimiento, alarmado.

—¿Confiar en ti? Dijiste que no tendrías razones para mentirme, pero lo hiciste. Y no con cualquier cosa. Mataste a mi papá, ahora mismo ni siquiera sé quién eres.

—Soy tu mejor amigo —se apresuró en responder—, el que se ha mantenido pegado a ti como un chicle desde el día que nos conocimos y prometimos estar juntos por siempre, el que llegaba tarde al trabajo por querer quedarse hasta el último momento a tu lado, soy el que se regresó solo de Daegu nada más cumplir la mayoría de edad para estar contigo, soy TaeTae. Soy yo, Kookie, y sabes que lastimarte es lo menos que quiero.

El más joven le observó en silencio durante algunos segundos, su labio inferior temblaba mientras intentaba contener el llanto, todo su ser anhelaba acercarse y dejarse consolar por ese chico de cabellos teñidos de violeta, pero su raciocinio le advertía que eso sería exponerse al peligro. Jamás le había tenido miedo a Taehyung, y eso se debía a que él siempre le protegía, nunca le dañaba.

—¿Qué eres? —susurró, y la expresión de su acompañante cambió en un parpadeo. Sus labios se abrieron y volvieron a cerrarse varias veces, contrariado. No era capaz de referirse a sí mismo con esa palabra, Yoongi no había tenido reparo en decirle que era estúpido temer a su realidad, pero él todavía creía que si lo decía sería incluso más real de lo que obviamente era.

A media noche •⊰Taekook⊱•Where stories live. Discover now