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Taehyung observó de soslayo al muchacho recostado en la pared. Seokjin tenía razón, iba a ser muy complicado, pero no porque llevarse el poder de los elfos no fuera como ir de fiesta, sino porque trabajar con Yoongi era la pasa del pastel. Odiaba las pasas.

Al chico no le odiaba, pero eran muy diferentes y eso era un hecho. Se repelían como el agua y el aceite.

—No creas que me hace mucha gracia hacer equipo contigo —le dijo, poniéndose de pie una vez que terminó de atarse las zapatillas. Su acompañante le miró sin mediar palabra, con esa expresión agria que tenía dibujada con rotulador permanente, y el menor rodó los ojos—. ¿Sabes? Cuando me contaste lo de tu familia pude entender muchas cosas de tu comportamiento, pero eso no te justifica.

—No voy a disculparme contigo si es que es eso lo que pretendes —respondió, acercándose a la ventana abierta de la habitación para revisar que las calles estuvieran despejadas. Taehyung exhaló una corta risa sin gracia.

—No te preocupes, ya sé que no sabes pedir perdón.

—No, es que a ti no te lo debo —contraatacó, listo para dar el salto hacia la calle una vez que perdió de vista a la vecina y su mascota. El más joven no le dijo nada sobre la puerta bastante espaciosa en el primer piso, ya sabía que usarla para salir no era una opción, Yoongi buscaría cualquier cosa para llevarle la contraria.

Le siguió al exterior, observando hacia ambos lados de la calle. No le sorprendería que hubiese algún cotilla husmeando por la ventana, pero nadie parecía tener la intención de salir a dar un paseo. Las circunstancias actuales del pueblo tenían a todos muy asustados, las zonas comunes ya ni siquiera eran frecuentadas.

Se internaron en el bosque como fantasmas que no dejan rastro, el sol se escondía tras nubes grisáceas y las fuertes ventiscas hacían revolotear la hierba y las hojas caídas. Taehyung no podía mantener la cabeza en el presente por mucho que lo intentara, tenía tantas preguntas que su cerebro parecía querer estallar.

—Mi poder es el de la hipnosis, ¿verdad? —le dijo, sin apartar la mirada del frente, rompiendo el silencio que les pisaba los talones—. Por eso no querían que me enterara, porque podría controlarlos a todos si quisiera. —Yoongi le observó con dureza tras esas palabras, el semblante del más joven era serio, pero podía percibir una pizca de ironía y desconfianza.

—¿Y te crees que es tan fácil? Tu poder acarrea muchos riesgos —advirtió—. Y me parece que ya te has dado cuenta de que los licántropos no se van con juegos. Si no tienes cuidado las cosas pueden resultar muy mal para ti, ¿te enteras?

No respondió, siguieron avanzando el uno al lado del otro y el silencio les bordeó de nuevo. Taehyung quería preguntarle cómo eran los elfos o cómo iban a encontrarlos; se moría por saber si eran como los de las películas, dónde vivían, qué hacían o por qué nunca se dejaban ver, pero su acompañante no parecía muy dispuesto a conversar y él mismo tenía bastante orgullo del que hacer uso también. Solo le quedaba esperar para descubrirlo por su propia cuenta.

—A este paso llegaremos al anochecer —observó el mayor—. Intenta seguirme. —El de cabellos violáceos sonrió con altivez cuando el chico salió corriendo a la velocidad del sonido. Se humedeció los labios y le imitó, no demorando en alcanzarle y rebasarle un par de metros para herirle el orgullo. Con gusto le hubiese dejado atrás, pero debía esperarle porque él no conocía el camino para llegar a los elfos.

Se detuvo cuando Yoongi se lo indicó, le pidió con un gesto que hiciera silencio y con un ademán de mano le señaló que le siguiera. A lo lejos se apreciaba el imponente monumento, una gran ninfa de mármol en posición de guerra, vestida con un traje de hojas y una tiara de flores, con su arco apuntaba hacia el cielo y en la espalda llevaba la aljaba con una única flecha, una que no compartía el mismo material, una auténtica.

A media noche •⊰Taekook⊱•Where stories live. Discover now