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Taehyung se precipitó en una carrera con el viento. La cabeza le daba vueltas, el cansancio mental amenazaba con doblegarle incluso cuando la energía de su cuerpo permanecía intacta. Avanzó sin detenerse a través de las invariables y desabridas calles una vez que dejó atrás el manto de neblina que envolvía al bosque. Los mechones teñidos de violeta se sacudían con el aire y sus ojos ambarinos brillaban de decisión. Tenía muy claro lo que debía hacer.

Se detuvo, sin embargo, en un momentáneo titubeo al llegar a la ventana, y la observó desde abajo. Las puertas de cristal estaban abiertas de par en par y las cortinas corridas, como si él le hubiese estado esperando a sabiendas de que tarde o temprano terminaría por presentarse.

Jungkook notó el momento exacto en el que entró en la habitación, porque la ráfaga de aire helado en la nuca no podía significar otra cosa. Apagó la pantalla del móvil, pero no se giró para mirarle.

—¿Te has enterado? —preguntó, todavía dándole la espalda, sentado en la cama con ambas piernas sobre el colchón—. Unos detectives de Seúl han entrado a Natten. Van a investigar las desapariciones, han dicho que interrogarán a todos los pueblerinos.

—No tenía idea —le respondió, avanzando hacia él para apoyarse en la pared frente al chico y hacer que le viera a la cara.

—¿No? Y yo que pensaba que habías venido para asegurarte de que no voy a contar nada sobre tus pasatiempos actuales —le dijo, irónico—. Digo, como soy tan propenso a exponerte...

—Kook, por favor, para ya —pidió, y se acercó para hincarse delante de él—. Sé que estuvo mal culparte por lo de Hoseok. El único que tiene la culpa aquí soy yo. —El menor desvió la mirada y asintió sin relajar su semblante—. Perdóname, por favor. No me gusta que estés enfadado conmigo.

El azabache le observó de soslayo. Podría intentar molestarse, pasar de él y fingir que no le interesaba, pero ese muchacho era su debilidad y también el que le hacía ser fuerte. Su cercanía le nublaba hasta las ideas, con sus ojos brillantes que parecían poder atravesarle el alma, su piel tersa que quería llenar de caricias y esos labios que se habían vuelto su delirio. Kim Taehyung arrasaba con todas sus barreras, o, más bien, es que a él no quería imponérselas.

Le sonrió y el gesto no tardó en ser correspondido. Apreciar esa sonrisa tan genuina en todo su esplendor le hizo sentir liviano, pero también tuvo que pasar saliva ante lo mucho que le gustaba.

—¿Has venido solo para decirme esto? —inquirió, mirándole desde arriba con una ceja enarcada.

—¿Y por qué no? —murmuró, inclinándose en su dirección y acercando sus rostros hasta que sus respiraciones se mezclaban. El nerviosismo en los orbes marrones del más joven le llenó de satisfacción y tuvo que contener el impulso de arrojársele encima cuando el contrario bajó la mirada a sus labios.

—Venga ya, suéltalo de una vez.

—Bueno... —Se levantó para caminar por la habitación, pensando cómo explicárselo sin que creyera que había perdido la cabeza—. Necesito encontrar a alguien, pero no sé su nombre. Solo he visto su rostro una vez.

—¿Cómo es? Tal vez pueda reconocerle —sugirió, siguiendo con la mirada los movimientos ajenos desde su lugar en la cama.

—Es que estoy seguro de que no es del pueblo, le habría visto antes —razonó—. Pero también sé que no puede estar muy lejos. —Jungkook lo pensó por unos segundos y después se apresuró en alcanzar su celular.

—Tengo una idea. —Taehyung avanzó para sentarse a su lado en el colchón y se inclinó sobre su hombro para ver la pantalla, notando que entraba a un enlace.

A media noche •⊰Taekook⊱•Where stories live. Discover now