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Jungkook avanzaba con lentitud y la mirada en sus zapatos sobre la acera. El invierno infinito del pueblo le hacía mantener las manos dentro de los bolsillos de la sudadera roja, pero ni el frío, ni el aburrimiento o la cantidad de pensamientos que le perseguían fueron suficientes para convencerle de dar por terminado el paseo y regresar a casa. No, ese lugar, su casa, nunca había sido un sitio que le gustara y ahora solo era una pesadilla de la que no podía escapar ni siquiera estando despierto.

Las noches en Natten eran más largas que los días. Las estrellas podían atisbarse bien, pero eran lejanas y opacas, siempre escondidas detrás de una cubierta de espesa neblina. A su izquierda, el inmenso bosque: la atracción principal; con sus árboles ensombrecidos, los susurros del césped y esa huella intangible de peligro. Estaba ahí, cercano, podría adentrarse en la umbría con tan solo dos pasos en esa dirección y, aun así, no entendía por qué se sentía a salvo mientras se quedara de ese lado.

La idea de una barrera invisible dividiendo el bosque y el pueblo carecía por completo de sentido, pero, no sabía si para sentirse tranquilo, a él le gustaba imaginarlo así.

Observó la oscuridad que el limitado alcance de su visión le proporcionaba. Intentar ver más allá del trecho al que lograba acariciar la luz de las farolas resultaba inútil, pero se descubrió deseando ver a Taehyung saliendo de ahí y llegando en su encuentro. Suspiró. Ese chico le daba mucho de pensar, había sido así toda la vida. Si su mente estuviese conformada por varios compartimientos, el más grande sin duda le pertenecería a él. Todo lo demás, de hecho, podía amontonarse en uno solo, pero el de su mejor amigo era intocable.

Recordaba bien esos primeros años de la adolescencia, cuando pasaron de la traes a los videojuegos. Si Taehyung le acariciaba el cabello, Jungkook después no podía dormir por la emoción. Entonces comenzó a habituarse a él, y con eso a querer más. Dejó de sentirse tan tímido a expresarse como le apeteciera y, sin darse cuenta, ya no podía concebir la vida sin su mejor amigo. Podía imaginarla, sí, pero no le gustaba. Si en ese entonces hubiese sabido que tener algo más con Taehyung haría que su relación se volviese intermitente, habría dejado de desearlo.

Se detuvo y giró la cabeza de inmediato cuando escuchó el sonido de alguna ramita romperse. Si bien no era quien él quería, ahora le había llegado compañía.

—Lo siento, ¿te he asustado? —El muchacho tenía el cabello castaño con un grueso mechón pintado de blanco y unos ojos tan azules que casi parecían una ilusión. Él le ofreció una sonrisa, enseñando una dentadura blanca y perfecta.

—No... solo estaba algo distraído.

—Ya, lo he visto —comentó con gracia—. Parecía que tu mente estaba en otro planeta, Jungkook. —El azabache le observó con extrañeza, su acompañante no abandonó su postura despreocupada.

—¿Sabe mi nombre?

—Claro —respondió con simpleza, todavía con esa amplia sonrisa, como si esperara algo de su parte—. Ah, soy Seung, estamos juntos en clase de historia —añadió, mirándole expectante, tal vez esperando algún tipo de reconocimiento.

—Ah... ¿sí? —murmuró, entornando los ojos. Aunque el pueblo era pequeño y casi todos se conocían, Jungkook no estaba muy convencido de haberle visto antes. Su apariencia no era una que pasara muy desapercibida, por lo que creía que no debería tener problema en recordarle, pero prefirió no parecer grosero. El chico solo exhaló una risita, restándole importancia al asunto, y retomó un andar tranquilo que Jungkook siguió, caminando a su lado.

—¿Y qué haces por aquí a estas horas? ¿No te asusta salir solo de noche?

—Llevo toda mi vida en este pueblo. —Se encogió de hombros—. Estoy acostumbrado a esto.

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⏰ Last updated: Aug 30, 2023 ⏰

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A media noche •⊰Taekook⊱•Where stories live. Discover now