Capítulo 9

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Salí corriendo y vi a Gimena y a Cande hablando con los amigos de Peter, el lugar ya estaba totalmente vacío a excepción de ellos y los dueños del lugar. Todos voltearon a verme porque llegué corriendo, tomé mis cosas sin hacer contacto visual.

—Me voy, ¿vienen? —dije apresurada. Por suerte, Gime y Cande captaron la situación y se despidieron en segundos de los chicos mientras yo aceleraba mi paso hacia la entrada y detenía un taxi. Subimos rapidísimo y antes de que cerrara la puerta del copiloto, Peter apareció corriendo.

—¡Lali, esperá!

—Acelera. —Le indiqué al taxista y salimos de ahí.

Llegamos a mi casa Cande y yo después de dejar a Gime en la suya, me explotaba la cabeza y fui por una aspirina para el dolor. Entramos sin decir nada, Cande se fue directo al baño para cambiarse con una pijama que le presté ya que hoy la había invitado a dormir porque Andrés estaba en un viaje de trabajo y no queríamos regresarnos cada una sola a su casa. Cuando Cande salió del baño, yo estaba preparando un mate en la cocina y se unió a mí.

—La, ¿estás bien? —preguntó sentándose en la mesa, yo le daba un trago al mate—. ¿Qué pasó?

—Nos besamos —Los ojos de Cande estuvieron apunto de salirse de sus órbitas.

—¡Boluda! ¿Cómo crees?, ¿entonces por qué esa cara?

—No lo sé...

—Pero, ¿estuvo bien? —jodió y la miré mientras aparecía una mini sonrisa en mi cara— ¡Me muero!

—¡Ay, lo sé! Boluda, no sé qué me pasó. Me pidió perdón en el medio del beso y... sentí el mismo dolor de hace unos meses cuando pasó todo.

—Pero, qué decís, Lali. ¿No le has dicho aún? —negué— Tenés que hacerlo. Ya entiendo porqué huiste, no sé si fue culpa pero no por lo que pasó sino porque...

—No me siento culpable por eso, Cande. —Le corté— Es muy difícil contarle todo, no sé cómo vaya a reaccionar, tengo miedo.

—Ay, amiga. Obvio sé que es difícil, pero creéme que te sentirás mucho mejor cuando lo hagas. Es un peso enorme para vos.

—No sé si estoy lista aún, no quiero forzar nada.

—No lo hagas, date el tiempo necesario y cuando estés lista, lo contás.

Terminamos de tomar el mate y nos fuimos a dormir. El beso me había movido mucho, o tal vez, pero me iba a dar el tiempo necesario para decirle a Peter y creo que no por miedo a cómo reaccionara sino al qué pensaría de mí.

Estaba en mi quinto sueño cuando el timbre me despertó. Miré a un costado y Cande ya no estaba, no se escuchaba tampoco la ducha así que supuse que se habría ido a trabajar. Me levanté de la cama poniéndome mi bata y abrí.

—Hola, buen día —dijo con una media sonrisa.

—¿Qué hacés acá, Peter? —pregunté con voz dormida.

—Necesitaba verte...

—¿Ahora? —bostecé y Peter asintió como un nene, me dio mucha ternura verlo así, recargado ligeramente sobre el marco de la puerta—. Dale, pasá. ¿Querés desayunar?

—Sí, te ayudo.

Era la primera vez que Peter estaba en mi nuevo y pequeño hogar, era raro verlo admirar y tocar cada detalle que veía y cómo sonreía cada tanto. Saqué unas tostadas para desayunar y las puse sobre la mesa junto con el queso y la mermelada de fresa.

—¿Querés café? —pregunté.

—Dejáme ayudarte, ¿dónde tenés los cartuchos? —Le señalé el cajón del mueble y sacó dos café Nespresso para ponerlos dentro de la cafetera.

A Mi Manera 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora