Capítulo 30

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Estaba recostada sobre mi cama escuchando música clásica —Debussy, claro— mientras Clara, la masajista que había contratado Peter, me terminaba de poner una mascarilla despigmentantes después de hacerme un maravilloso peeling. Había estado toda la mañana haciendo ejercicios de Kegel que me había recomendado el Doctor para formar una rutina del día después de que pasara el mes de dar a luz con un par de indicaciones para no tener complicaciones más adelante.

Tuve dos horas de sesión para mí sola con Clara y su acompañante que se dividían el trabajo de cosmética y masajes logrando relajarme de todo el caos que habían sido estos días y tener este tiempo para mí solita, era la gloria. Cuando terminaron, despedí a las chicas y de camino a darme una ducha, escuché a lo lejos un eco de risas mezclándose en el aire, eran Peter y Thiago.

Peter estaba cargando hacia el techo a nuestro hijo que no paraba de reír al ver las caras de su papá. Me quedé a la par de la puerta para verlos jugar y reírse de cualquier cosa ocurrente. Entré y abracé a Peter por detrás y por la cintura mientras veía a Thiago soltar carcajadas genuinas.

—Alguien está muy risueño hoy... —decía con voz de bebé.

—Decíle, sí mamá, papá me hace reír mucho con esas caras que hace —Peter imitando la voz como si Thiago estuviera hablando, era lo más tierno que había visto en mi vida.

—Bueno, me alegro su tiempo invertido en esta linda relación padre-hijo, pero tengo que darte la teta y tenés que dormir, mi amor. —acariciaba su mejilla, una vez que estaba en los brazos de Peter.

Me senté en el sillón que habíamos puesto en la habitación junto a la ventana y me acomodé con el bebé en brazos, Peter me tapó con una manta olor a vainilla que nos mantenía caliente en estos quince minutos de alimentación.

—Me voy a dar una ducha que no tardan en llegar los chicos, si necesitás algo, me gritás —asentí y Peter salió.

Era una tarde de sábado a mediados de Julio, llevábamos casi tres semanas con un frío infernal por el invierno que había llegado. Habíamos invitado a comer-cenar a Cande y Andrés, que habían regresado de Salta, donde recién habían inaugurado una tienda de su marca de ropa. Peter había hecho una pasta con mariscos y yo una ensalada, ya que el asador estaba cancelado porque era imposible estar fuera con el frío. Cuando terminé de amamantar a Thiago, no duró más de diez minutos despierto mientras yo le tarareaba canciones que mi madre solía cantarme. Lo acomodé en la cuna y fui a darme una ducha rápida mientras Peter esperaba a nuestros amigos. Cuando llegaron, traían dos cajas enormes de regalo y bromeé con que faltaban todavía un par de meses para Navidad pero con sonrisas de oreja a oreja, nos lo dieron por el cumplemes.

—Bueno, che. ¿Qué no puedo regalarle algo a mi ahijado hermoso? —decía Cande mientras me daba un abrazo de bienvenida. Andrés acomodaba las dos cajas sobre el piso—, ¿está dormido ahora?

—Sí, lo acosté hace unos veinte minutos. Pero en un rato se despertará seguro.

—Ay sí, muero por verlo.

Pasamos al comedor para comenzar a cenar, Peter había puesto música de fondo y Cande y yo ayudábamos a servir la comida mientras Andrés destapaba el vino. La charla fluyó como siempre pasando de tema en tema. Les preguntamos sobre cómo había ido la inauguración de la tienda y después nos dieron la noticia que iban a expandirse al extranjero, específicamente en Italia, así que estarían un par de meses fuera remodelando el local y que esperarían un par más para la abertura. A nosotros nos cuestionaron sobre la vida de padres, que en realidad habíamos estado funcionando bastante bien entre los dos. Peter estaba escribiendo mucho entre sus tiempos libres, que por suerte trabajaba desde casa para ayudarme con Thiago. Yo estaba retirada temporalmente de la actuación, ya que también quería darle la máxima importancia al bebé y disfrutar de estos primeros meses. Algunos medios ya nos habían invitado a dar entrevistas y la revista Gente a una sesión de fotos los tres juntos pero les dije que en un par de meses que estuviera más grande y yo menos cansada, aceptaríamos encantados.

A Mi Manera 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora