Epílogo

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Nueve años después

Tenía las manos en la masa —literalmente— poniéndole un poco más de harina y huevos antes de poder añadirle las chispas de chocolate, cuando mi teléfono comenzó a sonar. Apresuradamente sacudí mis manos sobre el lavabo para quitar el exceso de la mezcla y poder contestar lo más rápido posible.

—¡Hola, mi amor! —saludé al verlo aparecer en pantalla— ¡Abril, vení. Es papá! —grité hacia el pasillo de la cocina.

—Amor, ¿todo bien?, ¿por qué tenés harina en la cara? —rió.

—Estamos haciendo unas galletitas de chocolate pero la nena fue a cambiarse con su traje de cocinera para no mancharse —le contaba, Peter largó una sonrisa mientras se mordía el labio— ¿Vos?

—Todo bien, estamos cerrando las maletas y esperando a Martin para que pase a buscarnos en un rato más.

—Genial, amor. ¿Cómo te sentís?, me estoy muriendo por abrazarte —dije bajoneada.

—Nah, estoy bien. Ayer saliendo de los premios, fuimos a cenar con los chicos y celebramos igual. El estar nominado ya es un privilegio, además la película ha sido muy aceptada y querida por el público, me quedo con eso —sonrió a medias y mis ganas de verlo aumentaron. En ese momento apareció Abril frente a mí, quitándome el lugar frente a la cámara— ¡Piojita, que hermosa estás! —le decía Peter—, ya sos toda una chef.

—Así es, papi. Ya puedo cocinarte lo que vos quieras. Ahora les estoy preparando una sorpresa para cuando vuelvan —tenía el teléfono frente a nosotras para que pudiéramos vernos todos.

Estuvimos hablando durante casi diez minutos sobre su viaje en Los Ángeles y las clases de cocina que mirábamos en un canal de YouTube en su ausencia.

—¿Me traes muchos regalitos, papi? —preguntó Abril interrumpiendo la charla.

—Todos los que encontré —Peter sonrió.

—Aún no entiendo por qué mi hermano pudo ir y yo no —cruzó sus brazos haciendo puchero.

—Bueno, porque vos te tenías que quedar con mamá para que no se quedara sola —le explicó—. A la próxima venís conmigo, ¿sí?

—¿Lo prometés?

—Prometido —Peter puso su mano en el corazón y Abril sonrió.

Después de despedirnos y colgar la llamada, terminamos rápidamente todas las galletas que nos habían salido con la masa y las metí al horno. Lavamos entre las dos todo lo que habíamos usado para que quedara despejada la cocina y después acompañé a mi hija a que se lavara los dientes y la cara para poder arroparla. 

Habían nominado a Peter como mejor director y a mejor película de habla hispana con su proyecto Dolor y Gloria, una de las películas más sonadas y vistas del año pasado, que después de su primer proyecto Atrápame si puedes con Antonio Banderas, le ofreció uno de los guiones que había estado escribiendo por varios años e invitó a Peter a dirigirla como película, claramente dijo que sí al instante. El elenco era espectacular porque había podido formar un equipo con Antonio de protagonista junto a Asier Etxeandia, Úrsula y la participación especial de Leo Sbaraglia, que después de haber hecho Acusada, anhelaba mucho volver a trabajar con Peter.

Después de esa oferta de trabajo, nos costó mucho decidir sobre nuestras vidas y la de nuestros hijos. Thiago recién cumplía los ocho y Abril tenía seis años cuando les contamos que tendríamos que cambiarlos de colegio e incluso de país. Teníamos que venir a vivir a Madrid por un tiempo para el rodaje de Dolor y Gloria y aunque habíamos pensado que sería temporal, nos llegaron distintas propuestas a ambos durante nuestra estancia. Y gracias a colegas con los que habíamos ya trabajado, se abrieron más puertas de lo pensado. Durante casi dos años y medio, Peter rodó esas dos películas de producción española-argentina, una película de comedia donde me había invitado a ser nuevamente de su protagonista luego de tener bastantes años de no trabajar juntos y tenía ya firmado un contrato con Netflix para grabar una serie llamada El Reino.

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