24. Poción

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Salió de su habitación con su mochila al hombro, con paso lento se encamino hasta el Gran Comedor, la primera hora la tenía libre pero siempre acostumbraba desayunar temprano en la mañana y esté día en especial necesitaba un café bien cargado para terminar de despertar, a penas y había conciliado el sueño unas dos horas, las pesadillas no le daban tregua.

Se dejó caer en el lugar junto a su amiga y lanzó un sonoro suspiro, se sirvió el café y tomó un buen trago sin importar que este le quemara la lengua y la garganta, el dolor ya era parte de su vida y el ardor que aquello le provocó fue una nimiedad.

Ninguno de sus amigos comentó nada sobre su lamentable estado, internamente lo agradeció, pues esa mañana no estaba de humor para soportar sus consejos o sus reproches sobre el descuido de su aspecto.

Así que, trató de llevarse el primer bocado de huevos revueltos a la boca pero la cuchara quedo a medio camino cuando sus ojos se toparon con la imagen de Ginevra Weasley colgada del brazo de Harry Potter...

Dejó caer el cubierto que hizo un estruendoso sonido ante los pocos alumnos que habían en el Gran Comedor, y todas las miradas se posaron en ella, incluso la de él. Las lágrimas se agolparon en sus ojos emborronando su vista, tragó saliva y trató de no derramar ni siquiera una lágrima.

Se puso de pie y salió del lugar con la frente en alto y con la mirada de Potter encima, cuando se sintió a salvo de aquellos ojos, corrió sin volver a ver atrás y sin prestarle atención a los gritos de su amiga...

Sus piernas dolían y su respiración era jadeante, se detuvo pues se sentía mareada, cerró los ojos y podía ver puntos blancos flotando en la oscuridad, poco a poco fue regulando su respiración, al tiempo que los latidos de su corazón volvían a su estado normal. Cuando por fin, estuvo recompuesta se dio cuenta que había ingresado al Bosque Prohibido.

No era mucho, tal vez unos cincuenta metros, no se preocupó, pues conocía aquel lugar como la palma de su mano, esa fue una de las tantas tareas que el señor oscuro le había encomendado, negó con la cabeza desechando esos oscuros pensamientos que querían invadir su mente.

Fue en vano, pues su mente fue ocupada por la imagen que había presenciado hace unos momentos...

¿Acaso esos dos tenían algo? ¿Debería reconsiderar lo que había decidido?

Sin querer ahondar en preguntas sin una respuesta concreta, dio media vuelta y se dirigió al castillo, la brisa que soplaba aquella mañana le refresco el rostro y con el dorso de su mano limpio los rastros de lágrimas que habían salido sin darse cuenta...

Encontró a sus amigos en el aula de Encantamientos, todos la veían con tristeza pero sabían bien que ella era una terca y no haría caso a sus consejos.

- Estoy bien - habló antes de que alguno lo preguntara - no me miren con lástima o les lanzaré un hechizo.

Todos asintieron con una pequeña sonrisa, Draco le devolvió su mochila y de esta sacó un pequeño botecito color verde esmeralda que contenía una poción para el dolor, lo ingirió y de inmediato su cabeza dejó de doler.

Tomó un pergamino y su pluma, escribió una nota rápida, sacó su varita y golpeó tres veces la hoja que se convirtió en una mariposa que voló en busca de su destinatario.

Esa noche tomaría una decisión final que definiría su futuro y su felicidad...

Esa noche tomaría una decisión final que definiría su futuro y su felicidad

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Fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora