Capítulo 27

1.5K 227 32
                                    

Maya



Siento que mi cabeza da vueltas. Siento que este día ha durado como que fuese una semana. En ocasiones es un poco difícil seguirle el ritmo a esta, mi nueva vida. Por momentos quiero gritar, llorar, alejarme de todo porque siento que no estoy preparada para nada de esto, siento que no es mi lugar, pero tengo que ser fuerte. No puedo ser desagradecida y no es que todo sea malo, solo... solo me sobrepasa.

Danielle me conduce a través de la casa hasta su habitación para prestarme algo de ropa con la que pueda estar más cómoda. Aunque a decir verdad, no estoy muy segura si llegaré a estarlo.

—Pasa —me dice, sacándome de mis pensamientos.

Me da una mirada compasiva y acaricia mi mejilla con delicadeza.

—No hace falta que sigas aparentando que lo tienes todo bajo control. —Me guía hasta un sofá de piel blanca dentro de su habitación—. Maya, entiendo por lo que estás pasando. Aunque no lo creas yo no crecí en este ambiente, ni siquiera en uno parecido. Soy de un pequeño barrio de las afueras de Seattle, crecí y me eduqué gracias al esfuerzo descomunal que hizo mi madre por mantenernos a mi hermana y a mí.

La miro, y siento que la estoy viendo por primera vez de verdad. En su rostro no está esa expresión de confianza que he llegado a admirar en el poco tiempo que la conozco. Se ve casi humana, vulnerable y real. Quizás sea un poco mi culpa porque la he idolatrado de alguna manera en este tiempo, al punto de no creer que fuera verdad.

»Llegué a esta ciudad hace ya varios años por el pedido de ayuda de mi primo Dominic. Él estaba pasando momentos en extremo difíciles y creía que si yo no estaba a su lado en ese momento quizás no sería capaz de controlar lo que fuera hacer. Esa es la razón por la que vine y a pesar de que mi primo viene de una familia muy acomodada conocía y respetaba el hecho de que yo no me sintiera cómoda con ciertos aspectos de ese tipo de vida. Muchas veces pensé que era demasiado para mí. Me decía a mi misma que tenía que ser fuerte e independiente, para no dar molestias, que no debía mostrar debilidad porque de lo contrario qué podía ser de mí. Sin embargo, estuve muy equivocada.

»Quizás si en ese momento hubiese dejado de lado ese orgullo o complejo, como prefieras decirle, no habría sufrido tanto en silencio. La vulnerabilidad no nos hace débiles, el saber que no siempre podremos con todo y darse cuenta de que tienes personas a tu alrededor que se preocupan por ti y que desean apoyarte con todo su corazón, te hace mucho más fuerte de lo que nunca imaginaste que serías.

Sus palabras tocan una fibra sensible dentro de mí. No solo porque me siento como un pez fuera del agua, sino porque ha puesto en palabras todo lo que ha estado en mi cabeza en las últimas semanas en las que mi vida ha cambiado tanto y a una velocidad que espantaría hasta el más valiente.

Una lágrima comienza a correr por mi rostro sin ser capaz de retenerla más. Necesito un segundo para poder respirar y poder tomar fuerzas nuevamente para afrontar mi presente y mi futuro. Danielle me abraza en el momento exacto en el que dejo que todo mi ser tiemble desde la raíz.

No dice nada, solo acaricia mi pelo en un constante y silencioso apoyo. Por un segundo me pregunto si así se sentirá el consuelo de una madre.

Cuando las lágrimas paran y se convierten en un pequeño sollozo me siento completamente exhausta, pero liberada y ligera.

Danielle nos separa y con su pulgar limpia los restos de lágrimas que se quedaron rezagadas.

Vamos a buscarte algo cómodo. Estoy segura que un baño caliente te ayudará a relajarte un poco—dice antes de desaparecer dentro de su armario.

SAGA LUX III | Los colores de TimaeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora