Sin recuerdos de mi infancia y sin saber porque mis padres me abandonaron en un convento a mis ocho años de edad, crecí con una Biblia abrazada a mi pecho y faldas que tapaban mis rodillas. No tacón No maquillaje No hombres Eran unas de las muchas leyes que habían en ese lugar, pero la que más nos exigían era solo una; No salir de las habitaciones después de las diez de la noche hasta el amanecer. Nadie sabía el porque, hasta esa noche en la que Tamara murió junto a las otras dos chicas. Y solo yo era la única que podía descubrir quién había sido el responsable de sus traumáticas muertes. . . . ©Todos los derechos reservados Créditos a mi por la portada.
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