XVI: O'FLAHERTY

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El silencio se hizo presente y las miradas de odio entre el señor y Page se hicieron presentes. Por otra parte, Hanna entró a la habitación e intentó atraer mi atención para evitar otra disputa entre el tercer al mando y yo, pero una carcajada de parte del oponente rompió el mutismo del ambiente. Hanna frunció su ceño mientras trataba halar mi corbata para que diera mi atención a ella e ignorase lo que estaba sucediendo, pero el señor Page fue más hábil y dijo:

-Señorita Peterson, yo creo que debería irse de aquí. No creo conveniente o mejor dicho… No considero necesaria la compañía de la amante del príncipe en este recinto. 

-Usted me respeta señor Page… 

-No tengo porque hacerlo-, interrumpió Page con una sonrisa-, usted ya es una mujer inferior a mi estatus; ya que lo único interesante que tenía era el título de amante ¿O me equivoco? 

-Debe estar muy dolido con Roosevelt como para desquitarse con Hanna-, intervino Georgiana y detrás de su anatomía se encontraba Charles-, el hecho de recordarle la posición social en la que se encuentra, en comparación con un muchacho de dieciocho años que es el heredero legítimo de su especie. 

-Tu cállate-, frunció Page el ceño-, no tienes derecho a dirigirme la palabra deforme. 

-No le permito que se meta con Georgiana-, gruñí-, ni mucho menos que se atreva a ofender a mi amiga Page. 

-¿Te atreves a defenderla después de rechazarte como a un vil perro?, ten más dignidad muchacho. Esa joven pelirroja es el fruto prohibido y muy bien sabes lo que le pasó al hombre por consumirlo. 

Antes de responder a su insulto, fuimos interrumpidos por la presencia de mi madre y tres guardias reales para su custodia. Ambos padres entraron a la oficina mientras el silencio reinaba nuevamente en el ambiente. El irlandés se encontraba mirando fijamente a Georgiana mientras ella se movía incomoda en su lugar; para evitar algún inconveniente, tomé a la pelirroja de su brazo y la saqué de allí mientras el primero me miraba con el ceño fruncido. 

Caminamos en dirección al pasillo izquierdo y revisando que nadie nos viera, nos adentramos en la habitación de servicios generales. Georgiana encendió el interruptor mientras yo aseguraba la puerta; ella desajustó su corbata y recogiendo su cabello con una moña ella susurró:

-Matt las cosas no es que estén bien en este lugar-, susurró. 

-¿Qué pasó mientras no estuve? 

-Muchas cosas… Tiroteos, desapariciones, violaciones de algunas chicas en los baños del gimnasio, asesinatos-, susurró-, tenemos miedo hasta de asistir a clase. 

-¿Y O'Flaherty? ¿Ese tarado que está buscando? 

-Está más enfermo que nunca-, susurró Georgiana-, desde que la escuela fue informada de la no clasificación del equipo de rugby a octavos, no ha hecho nada más que aterrorizar. 

-¿Y que han hecho las revistas por lo que está sucediendo? 

-Los censuraron me dijo una amiga-, del bolsillo de su falda sacó una hoja arrugada y me la entregó. En ella se presentaba la imagen de dos editores de la revista decapitados con la frase "¿Quién será el próximo en morir?"-, Matt hay algo en O'Flaherty que no me gusta. 

-Lo mismo digo-, susurré-, debemos tener más cuidado con el irlandés. Siento que él sabe más de lo que sabemos nosotros. 

-Creo que debemos investigar-, susurró Georgiana-, debemos tener a alguien dentro de su nulo círculo social. 

-¿Nulo? ¿Y el equipo de rugby? 

-Desde que perdieron el partido a finales de febrero contra una escuela militar del norte de Edimburgo no ha vuelto a tener contacto con los chicos. Incluso una vez tuvo una pelea con Thatcher porque quería usar el número 6 en su camiseta. 

Meine KöniginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora