XV: EL ESTADO SOY YO

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-Si ustedes estaban haciendo inteligencia y estaban conscientes que se encontraba haciendo alianzas con lobos que atentaron en contra de la monarquía ¿Por qué no dijeron nada? ¿Por qué no nos notificaron de dichos movimientos? -, preguntó un molesto Charles con los brazos cruzados y con el ceño fruncido. 

-¿Quién eres tú para cuestionar nuestras decisiones? -, dijo de repente la bruja de ojos amarillos con un tono tosco en su voz-, no estás en condiciones de ser grosero con nosotros. 

-Soy el futuro consejero de la monarquía lobuna Charles Swan y tengo todo el maldito derecho a preguntar-, respondió Charles mirándola a los ojos-, ¿No se supone que ustedes son pacíficas y promueven esos mensajes de amistad y respeto entre otros? 

-Esa paz se fue desde que se cometió un genocidio en nuestra contra con ayuda de los licanos-, respondió otra bruja levantándose de su lugar-, ni siquiera han vivido lo que nosotras hemos pasado. 

-Pero eso no les da la potestad para poner en riesgo más vidas-, dijo Charles atrayendo la atención del público-, por su cobardía han condenado a todo un sistema político, económico y social de toda una especie. 

-¡Niño insolente!-, la líder de las brujas caminó hacia Charles y le pegó una bofetada-, ¡Respeta a tus captores! 

-El señor Swan tiene razón-, dijo Georgiana mientras caminaba por los alrededores del lugar-, son unas cobardes y por su miedo están condenando a una guerra civil de una especie. No me cabe en la cabeza que no hayan dicho nada. 

-¿Y que si se arma una guerra civil? -, cuestionó una bruja de cabellos verdes-, no es asunto nuestro lo que hagan o no los lobos. Lo importante es nuestra seguridad nacional. 

-Son unas cobardes-, dijo Hanna-, no sirven para nada y lo único que hacen es esconderse permitiendo que sus hermanas sean asesinadas por su propio miedo. ¿Qué nos hizo pensar que ustedes podrían servirnos de ayuda? 

-Niña insolente-, la mujer de cabellos morados se acercó a Hanna tratando de golpearla pero una Georgiana se interpuso en su camino y golpeó su cara con un puño, haciéndola caer al suelo inmediatamente. 

-Yo creo que es hora de irnos-, dije al fin-, ustedes no pueden ni quieren ayudarnos. 

-¿Qué les hace pensar que saldrán aquí indemnes de semejante sacrilegio que acaban de cometer-, dijo una de las brujas que ayudaron a la mujer golpeada a levantarse del suelo. 

-Soy Matthew James Roosevelt, príncipe y heredero de la corona licana y está en este recinto Georgiana Alexandra Von Bismarck Ivanovic, hija de ustedes ya saben y no creo que les sea conveniente que sus enemigos sepan en donde están ocultas por causa de la muerte de dos personas importantes de las especies más influyentes en el mundo mágico-, los cuatro compartimos un asentimiento silencio y en el momento en el que nos dirigíamos a una de las salidas del recinto, la bruja de túnica dorada nos detuvo ofreciéndonos sus servicios. 

Tres guardias de seguridad nos escoltaron por el pasillo del lado izquierdo del recinto y al adentrarnos en él las esculturas hechas en oro con incrustaciones de zafiros, diamantes y esmeraldas de brujas, criaturas mágicas y hasta humanos se presentó ante nosotros en su máximo esplendor. Cada lienzo que se encontraba colgado en las paredes de color crema con algunos árboles de cerezos pintados en ellos narraba la historia de las Brujas Doradas y todas y cada una de las batallas que tuvieron que lidiar mientras habían otras que reflejaban las antiguas líderes de la especie y su período de mandato. 

Al llegar a una gran puerta de color rojo con detalles dorados en el marco, la bruja con su varita mágica realizó un leve movimiento de arriba a bajo e indemediatamente nos topamos con una gran oficina rodeada de estanterías de libros del techo al piso, de posiones y algunos sillones rojos con detalles dorados. Una vez dentro, las regias puertas se cerraron y nuestra anfitriona se sentó en un pequeño trono dorado y jugando con su varita inició la conversación. 

Meine KöniginWhere stories live. Discover now