PREFACIO

5.5K 246 23
                                    


Desde el año 1789 con la aparición de la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la presunción de inocencia es aquel principio que, jurídicamente es considerado como la base fundamental para el juzgamiento de aquellas conductas que son violatorias del ordenamiento jurídico interno de cualquier Estado de Social de Derecho. Se deja a un lado la figura de un gobernante supremo a la elección de un mandatario fácilmente removible de su cargo cuando este no sea eficiente en el cumplimiento de sus funciones.

Sin embargo, teniendo en cuenta la supremacía de la fuerza en el mundo licano, dicho principio fue aplicado desde la expedición de la Constitución Lobuna de 1991, en donde se reconoció la democracia y se tomó en cuenta el ordenamiento jurídico anglo-francés para guiar los destinos de la población licana. Este principio ha sido controvertido por los líderes de todas y cada una de las manadas del mundo, ya que gracias a la aplicación del mismo se ha reducido las arbitrariedades que cometen los Alfas para juzgar las conductas de sus súbditos.

Dentro del debido proceso surge la presunción de inocencia, el cual, obliga a la autoridad correspondiente a no emitir fallo alguno hasta que se demuestre que la conducta cometida por una persona atenta en contra de la sociedad. Ahora bien, la presunción de inocencia no es de uso exclusivo para el derecho, sino que, debería ser aplicado en todas las relaciones sociales en las que interactúe cualquier ser con conciencia. 

Pese a esto, es inevitable no vulnerar este principio cuando el odio, el rencor, la ira y quizás la envidia ciegan a la persona que está a punto de tomar una decisión acerca de la relación que tiene con aquel que ha afectado su convivir. A través de la historia se presentan dichas violaciones y han acarreado quizás, el surgimiento de los peores males que pueden surgir en la tierra. No solo se reconoce como una injusticia, sino que se puede derivar una hecatombe del cual, nadie se salve de su actuar.

Debo confesar que aquellos manuscritos que leía mi madre para ayudar a mi padre para ser justo con sus súbditos los subestimé hasta más no poder. El estar limitado a castigar a una persona bajo un principio, es un sacrilegio para la legitimidad del mandato de un Alfa y más si este es el soberano de toda una especie. Nadie debía contradecir las decisiones de un mandatario, ya que se considera que se está subestimando su razonar y actuar.

No me cabía en la cabeza el hecho de escuchar antes de juzgar; todo aquel que hubiere cometido una falta debía castigarse sin apelar a que se le diese una oportunidad por el hecho de explicar alguno que otro argumento. Siempre consideré débiles tanto a mis padres como a la Corte Suprema Lobuna en el momento en el que penaban un delito determinado; para mí todo el mundo era culpable, hasta que éste demostrara lo contrario.

Dicho pensamiento conllevó a que cometiera el peor error de toda mi vida; iba a condenar a muerte al ser que más amé sin siquiera haberle dado la opción de la duda para desvirtuar aquella acusación que habían hecho en su contra. La ira e intenso dolor me motivaron para cometer una injusticia, y de esto aprendí, que aquellos escritos de los que tanto me burlé debo ponerlos en práctica si no quiero ser un tirano con mi pueblo.

El pasado fue el detonante para que la vida que llevé durante dieciochos años se derrumbara en un par de segundos. Estoy consciente de todos y cada uno de los errores que cometí y que le hicieron daño a los que me rodeaban; no merecían sufrir a causa de mis acciones. Sin embargo, el destino es tan perfecto, que hasta el castigo al que este me condenará me ayudará a ser un muy buen mandatario.

Pero antes de aprender aquella lección del cual mi madre trató de evitar que yo lo afrontara a las malas, debo enfrentar aquel pasado que oscurece la legitimidad de la Casa Real Roosevelt y resolver aquellos problemas que le acarrean al futuro heredero al trono de la Corona. Yo Matthew James Roosevelt, juro solemnemente recobrar el honor, la dignidad y la legitimidad de la Familia Real Lobuna y recuperar al amor de mi vida, así este me mire y me trate como si de una basura se tratase, ya que con mi actuar, gané su odiar.

Meine KöniginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora