Satoru Gojo

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз) Satoru x lectora.

εïз)Escenario pedido por Dan_Bennett y hecho en agradecimiento por su apoyo.

εïз)No tiene +18.

εïз)Gracias por todo su apoyo.

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"Tarde, otra vez"

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"Tarde, otra vez"

Los años que habían pasado tras conocerse y hacer real la relación que tanto deseaban, no eran ni un poco, casi nada, suficientes para tenerla lista en este tipo de situaciones. No lograba acostumbrarse por más que lo intentara y, aunque de los dos, era la más madura en algunos aspectos, su barrera llamada "madurez" se venía abajo cuando sentía las varoniles manos del albino tocarla en los sitios correctos.

Hubo ciertos problemas en la oficina donde se desempeñaba como editora que, cuando vio la hora de su reloj, maldijo por debajo. Habían pasado dos horas desde su horario de salida y estuvo tan perdida en su faena que, ahora que encendió su celular, se encontró con ocho llamadas de su pareja.

Perfectamente sintió como se hundía en un hueco oscuro y sin fondo.

Guardó sus pertenencias en su bolsa y poco minutos salió del trabajo tan rápido como una bala. Esas llamadas y mensajes por whatssApp le daban mala espina.

 Esas llamadas y mensajes por whatssApp le daban mala espina

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La pobre mujer carecía de una forma solida para su defensa. No era su culpa llegar tarde a casa, no podía controlarlo, pero tampoco podía servir mucho para defenderse cuando con días de anticipación había acordado con Satoru pasar una noche juntos.

Ya tenían tiempo que a causa de sus exigencias en sus labores no coincidían en casa más que para un saludo y con suerte, un beso de despedida.

Con apuro la castaña logró llegar a la puerta principal de casa. Antes de entrar, y conociendo el estado de su cabello por haber corrido como alma que lleva el diablo, se repasó los dedos por entre su melena. Tomó aire, en su rostro se ensanchó una falsa seguridad y, por último, acomodó su falda.

Abrió la puerta, lista para entrar al hábitat de su mayor depredador y una luz por el pasillo que conducía a la sala le dio las buenas noches. Se alzó el click de una puerta cerrada, cambió sus zapatos por unas pantuflas y ni bien dio un par de pasos adelante, lo escuchó.

—Llegas tarde —era su voz, la voz de Satoru Gojo, alargando la última silaba con una flojera mundial—. Otra vez.

La mujer rodó la mirada, suspiró y ni siquiera el cansancio de ese momento la frustraba tanto como haberle fallado a su pareja. Caminó lo suficiente como para doblar a su izquierda y encontrar al albino recostado en el sofá.

Él palmeó sus piernas, observando divertido a la fémina mientras usaba esos lentes de sol.

—Ven aquí —dijo Satoru con voz grave.

—Sabes, te he dicho que es raro que uses esos lentes dentro de casa. Un día te vas a caer por lo oscuros que son —reprendió ella, intentando disimular con sus palabras que su cuerpo obedecía a la orden dada.

—Pero te gustan estos lentes, mentirosa —repuso él.

—¿A mí? —Gruñó la castaña cruzándose de brazos­—. ¿Cuándo te dije eso?

Una sonrisa coqueta se escribió en los labios de Satoru. Escudriñó de pies a cabeza a su novia, a tal punto de hacerla enrojecer por la pesadez de su mirada.

—¿Quieres que te recuerde esa vez donde por solo verme con los lentes terminamos haciéndolo?

Inmediatamente ella negó. No tardó mucho en cubrirse el rostro con sus manos; no era necesario que Satoru le recordara nada, ella sanía muy bien todo lo que sucedió aquella ocasión.

De repente la mujer se dio cuenta de las verdaderas intenciones del albino cuando sintió un par de manos apoderarse de sus caderas, obligándola a perder el equilibrio y caer por encima de él. De poco o nada le sirvió poner resistencia ¿Qué podía hacer ella cuando se trata de un Gojo?

—Ahora que llegas tarde y faltas a nuestro compromiso, te atreves a olvidarte de ciertas cosas —dijo Satoru, a centímetros de posar sus labios sobre los de ella—. Sabes lo que significa; castigo.

—¡Espera, cálmate! —defendió la castaña, intentando hacer un poco de espacio entre ellos apoyándose de su pecho—. Me paso el día encerrada en una oficina y no cazando maldiciones, por eso mi horario es diferente, no es culpa mía...

Entonces por un momento pensó que podría salvarse, pero la sonrisa de Satoru la hizo perder sus esperanzas. Era como si él no quisiera escuchar ningún tipo más de excusas, tuviesen sentido o no, solo había esperado tener este tipo de oportunidad.

—¿Y bien? —le dijo, sin darle otra oportunidad—. ¿Nos vamos a bañar? Me gusta ese castigo.

Ella sabía muy bien todo lo que iba a suceder. No tenían que ser claros con sus palabras y siendo honesta consigo misma, no es como si no lo hubiese pensado en todo el día; con las manos temblorosas se atrevió a quitarle los lentes de sol, dibujándose en esa mirada celeste e inmediatamente respondió, como obligada por esa belleza que ningún poeta ha logrado plasmar en sus trabajos.

—Vamos. 

 

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Una maldición romántica ━ Jujutsu kaisen escenariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora