Yuuji Itadori

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз) Yuuji x lectora. 

εïз)No tiene +18.

εïз)Me causaba emoción hacer este escenario. Les pido perdón si remuevo algunas cosas o si no es tan dulce como lo esperaban, pero en ese momento quise estar con él para abrazarlo. 

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"Vainilla y luto"

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"Vainilla y luto".

Un teléfono color rosado vibró en la mesita de noche. La chica castaña que estaba sentada en su cama con su laptop en las piernas no tardó mucho en atender la notificación con una expresión de crudeza y temor en el rostro. Formó una mueca en sus labios y en sus ojos oscuros se reflejó el mensaje que tanto había temido.

Desde días atrás arrastraba un pesar compartido con su mejor amigo, y ahora, su novio también. Nunca se cansó de mencionarle que no lo iba a dejar solo y que los dos enfrentarían la naturaleza de los años con la frente bien en alto.

No quiso perder tiempo en escribir una respuesta. Se levantó de su cama de un salto, dejando sus tareas para otro momento y se limitó a colocarse un abrigo rosa para salir corriendo del complejo donde arrendaba.

Camino al hospital, con el sol carmín ocultándose detrás de las colinas y dibujando su sombra, las lagrimas le atacaron sus hermosos ojos. Ahora podía ver la soledad de su sombra corriendo con desesperación, pero la muerte le obligó a recordar con palpable dolor esas ocasiones de cuando era niña y corría divertida al lado de Yuuji mientras acompañaban a su abuelo a cumplir con algunos encargos.

Era doloroso. Recordar la voz del viejo regañándolos por temor a que cayeran y se lastimaran las rodillas le hizo eco por toda la cabeza, un nudo se formó en su garganta. No estaba segura sobre su novio, ya que esos dos tenían una relación bastante especial y única, pero desde luego que ella iba a echar de menos a ese hombre gruñón.

A unas cuadras de llegar al hospital, un recuerdo en especial se le hizo muy presente. Había sucedido hacía medio año, cuando Yuuji se había atrevido a confesar sus sentimientos por la castaña y ella le hubo correspondido. ¿Qué fue lo que dijo el anciano?

—¡Al fin! —había gritado desde la sala mientras pelaba una mandarina —. Ya iba siendo hora. Par de muchachos indecisos y dramáticos.

Esas palabras iban a ser difíciles de olvidar, porque en ellas se encontraba su aprobación a la relación. Y, jamás lo dijo, pero no hubiese aprobado a otra mujer que no fuera ella, porque el anciano había concedido la idea de que la castaña sería aquello que mantendría la cordura y sentido de la justicia en su nieto.

No podía ser otra más que ella, con la que Yuuji seguramente iba a pasar su vida entera, en donde conocerían cosas que jamás habían imaginado.

Sus pasos se volvieron de plomo. El blanco iracundo de un hospital dominó sus pupilas y tras una barra, intercambiando algunas palabras con una enfermera lo encontró. Vestía unos pantalones cortos y un polo amarillo, difícil de perder de vista.

—Yuuji —murmuró la castaña con la voz entre cortada, sintiendo su cuerpo caliente por el esfuerzo físico y sus ojos hinchados por el llanto.

El mencionado terminó sus asuntos con la enfermera y dio media vuelta para encontrarse con la castaña. Cuando le mandó el mensaje informándole la muerte de su abuelo no pensó que la vería exactamente esa noche. Los ojos se le humedecieron y sus mejillas se pintaron de rosa, formó una mueca similar a la de un bebé cuando está apunto de llorar.

Llamó débilmente al nombre de la chica, y ella respondió tanto como le dictó el corazón. Acortó los pasos entre ellos y lo atrapó en un abrazo, en donde Yuuji, sintiéndose repentinamente solo, buscó protección en su pecho.

El calor de la jovencita lo tranquilizó, cerró los ojos y escuchó su corazón, a la sazón que un olor dulce a vainilla inundaba su nariz. No entendía la clase de magia que ella tenía para adormecerlo, pero estaba agradecido de poder estar a su lado en ese momento.

—No pensé que vendrías —dijo el peli rosa, ejerciendo un poquito más de fuerza en el abrazo—. El abuelo...

Ella asintió, todavía no podía decir con su propia voz la palabra muerte. Tragó saliva y besó la cabeza de Yuuji.

—Te lo dije, que no te iba a dejar solo —murmuró ella, como si esas palabras hubiesen sido un juramento añejo que se cumplió y liberó de unas pesadas cadenas.

De repente algo sucedió, una voz masculina llamó al nombre de Yuuji y la pareja llevó su atención a un chico de tez de porcelana y cabellos azabaches.

—Eres Itadori Yuuji ¿cierto? 

—Eres Itadori Yuuji ¿cierto? 

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Una maldición romántica ━ Jujutsu kaisen escenariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora