48: Quebrantos 🎮

282 64 58
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Troto por las escaleras a toda velocidad, a duras penas me he subido unos pantalones cortos y una franelilla cuando recibí el mensaje de Ares: TE NECESITO. Esas dos palabras bastaron para que dejara de hacer todo lo que estaba en planes. Estaba frente al espejo de mi habitación, desnudo, había salido del baño cinco minutos antes y me miraba intentando encontrar un punto intermedio entre lucir el cabello suelto y recogido. Lo sè. Algo de lo más vanidoso.

Mi teléfono vibró, lo tomé con una enorme sonrisa que decayó prontísimo. Ares se había pasado un buen rato sin escribirme y me estaba impacientando, porque esas cosas pasan cuando te permites el acostumbrarte a alguien. No necesité responder el mensaje para saber que, si me necesitaba, tenía que estar por ley en la azotea.

Abro la puerta y lo encuentro allí.

— ¡Ares! —no se gira, parece no escucharme —. Ares... ¿Me escuchas?

No obtengo ninguna reacción por su parte, así que termino de acercarme y me inclino un poco hacia el borde del edificio para ver su rostro. Su piel oscura brilla ante las luces de los edificios de la ciudad, dos arroyos que cruzan sus mejillas relucen como si en vez de algún liquido transparente, estuviera repleto de escarcha. Él sigue sin notar mi presencia, aun cuando mi respiración choca con su cuello, no pestañea, se muerde fuerte el labio y no sé que hacer. Retrocedo y lo único que se me ocurre es abrazarlo por la espalda, lo hago con el suficiente cuidado para que no se desplome hacia el vacío.

Ares por fin emite una reacción lógica, respira de alivio y gime de dolor.

—Estoy aquí... no me iré a ningún lado.

—Lo sé.

Él busca mis manos, inclina su cabeza y las besa con delicadeza, siento una mezcla de labios resecos y un líquido insípido rozar el dorso de mi mano.

Cojo fuerza para cambiar nuestra posición, haciendo que quedemos frente a frente, deslizo mis dedos por sus arroyos y mientras lo hago no dejo de perderme en esos hipnóticos ojos que me observan con anhelo.

— ¿Qué ha pasado? —seguimos abrazados.

—Es mi padre...

— ¿Tú padre?

Ares nunca habla de él, pero por lo poco que sé, el señor se piró tan pronto tuvo la oportunidad y ni siquiera pensó en sus hijos. Ares me comentó alguna vez que sentía que todos los hombres le fallarían, se río entre diente y dijo que envidiaba que mi papá fuera tan guay. ¿Qué ha pasado con su padre?

—Ha regresado como si nada —entonces distingo ese fuego del Ares, esa viveza que me dice que es él —. Se cree que tiene el derecho de aparecer en nuestras vidas como si realmente fuera un padre. Padre es el que cría, no el que preña a una mujer.

—Muy cierto.

—Lo que más me molesta es que mis hermanos están muy dispuestos a perdonarlo sin más, ¿qué coño? O sea, no lo entiendo, Eron... ¡él nos abandonó!

Mundo VirtualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora