32: Perfección🎮

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Despierto asustado con el corazón latiéndome a mil por hora, ni siquiera entiendo porque me he asustado. Simplemente soñé con Ares, estaba allí, caminando descalzo por el borde de la azotea y miraba hacia abajo como si allí hubiese algo especial.

Los dedos de mis pies tocan el suelo frío, no necesito calzarme, trato de salir de casa sin hacer ruido. Necesito asegurarme de que Ares no está allí, de que no intente una locura. Es extraño que mi mente hasta cuando se supone que debería estar descansando piensa en él, siempre recordando a Ares... aunque me esfuerzo todo el tiempo en evitar que esto pase, me encierro en mí mismo con la estúpida excusa de que no puedo quererlo porque es un chico. Pero joder, cuando observo sus rizos siendo tocados por el frío viento, mis piernas parecen espaguetis y caigo en cuenta de que he salido en bóxer y franela. Sin embargo, no me detengo, porque cuando el destino se empeña en poner a personas en tu camino, es por alguna razón.

— ¿Realmente te gusta estar solo? —digo, solo por romper el hielo.

— No es gusto, es costumbre.

— A veces la costumbre se vuelve un lastre.

— No estaría solo si tú me quisieras.

— Ares...

— Tranquilo, lo sé —alza las manos en un gesto de rendición —, estoy bastante consciente de que me enamoré perdidamente de alguien que nunca va a luchar por mí, no me va a escribir cartas, ni a cantar canciones, no me va a dedicar palabras hermosas, ni mucho menos me dará las buenas noches. Me enamoré perdidamente de alguien que nunca me quiso en su vida y que sin querer apareció en la mía.

No sé si es la vista, sus palabras cargadas de dolor o el brillo en sus ojos lo que hace que me lance en busca de sus labios. Ares se extiende delante de mí como el cielo frente a cualquier escéptico: un manto negro, adornado por farolas blancas que son el mayor centro de atención. Siento como los dedos tambaleantes del chico se dirigen directamente a mi cara y por una fracción de segundo me incomoda que toque mi rostro marcado, eso se me olvida cuando su húmeda lengua se abre paso por la frontera blancuzca que es mi dentadura. Nunca conoceré a nadie que sea como Ares y eso me dolería toda la vida si no aprovechara esta oportunidad que se extiende delante de mí. ¿Y si es el amor de mi vida y lo dejo ir? ¿puede un chico ser la media mitad de otro? No lo sé, ni me importa en estos instantes cuando su rustica mano. Nunca se encuentra a la misma persona dos veces y yo no quiero tener que lamentarme de lo que pudo haber sido y no fue.

Estoy cansado de regodearme en mi miseria, de sentirme todo el tiempo infeliz y miserable. Es horrible ser joven y tener esa sensación constantemente de que el tiempo se acaba y aún no has hecho nada con tu vida. No quiero volver a sentirme así: no me importa si soy heterosexual, bisexual o quesosexual. Sé que quiero besar a Ares y me gustaría que se me condenará a morir haciéndolo. Porque, aunque sus labios son más gruesos que los de una chica y los vellos de su invisible barba me rozan las mejillas, me agrada bastante sentirlo.

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