Dos chicos que viven en el mismo edificio, nunca se han visto y una compañía estadounidense famosa por crear videojuegos lanza un nuevo juego de realidad virtual que se conecta directamente a tu cuerpo, este de manera inmediata te crea un personaj...
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Volver a clases tras las vacaciones es todo un rollo. Los profesores parecen haberse tomado la fábrica entera de Gatorade, los alumnos vagamos por los salones como muertos en vida y a duras penas recordamos nuestros horarios de clases. A mí me cuesta recordar si tengo literatura inglesa o álgebra, Maicol me intercepta para sacarme de mi soñolencia. Rodea mis hombros con su brazo y me arrastra mientras habla de bastantes cosas al azar, me cuesta enfocarme y prestarle atención. Desde lo de Eron en la terraza, mi mente vaga por recuerdos aleatorios, voces sin rostros y preguntas que ni siquiera puedo darles respuestas.
Hace exactamente una semana desde que la novia de Maicol cumplió años, desde entonces Eron y yo hemos coincidido bastante en los pasillos. Me resulta extraño como es que hemos vivido todo el tiempo el uno al lado del otro, sin percatarnos de nuestras existencias. Caminando por los mismos pasillos sin fijarnos en el otro. Ahora eso no podrá ser jamás, conozco a Eron y por más que quiera, no puedo evitar mirarlo o sentirme incomodo cuando uno de los dos tiene que quedarse fuera del ascensor para no compartir espacio con el otro. Siempre evita comerme con la vista, aunque mis ojos no son tan diestros como los suyos, siempre me quedo como un retrasado observándole y él con su porte de rey del hielo me esquiva... tanto que duele dentro de mí, como si me rompieran uno a uno los doscientos seis huesos del cuerpo.
—Ares... —llama Daniela, detenida frente a mí con un gesto de incomprensión.
La observo con determinación, parece que se ha laceado el cabello ondulado que antes exhibía con mucho orgullo. Lleva falda, cosa que es completamente nueva en ella. No digo nada porque a diferencia de Maicol, Daniela Tepes es extremadamente reservada con sus asuntos personales. Quizá se haya enganchado a un chico o una chica, tal vez simplemente quiere experimentar cambios nuevos en su vida.
— ¡Si! —digo pestañeando numerosas veces seguidas.
—Este chaval no se entera de nada, desde hace ratos tengo hablándole y dice si a todo como un zombie.
Le lanzo una mirada de muerte a mi amigo, estamos detenidos en el casillero de Daniela mientras ella recoge sus libros para dirigirnos a literatura inglesa, me doy cuenta porque toma el librote de la materia. Mi mente vibra con una sensación extraña, de que me estoy perdiendo algo en la conversación, de que necesito enfocarme en lo que dejé ir mientras Maicol me conducía hasta aquí.
— ¿Ha pasado algo malo? —cuestiono observando hacía todos lados.
—Han trasladado a un pibón —declara él como un descubrimiento digno de un premio.
—No seas guarro, Maicol —le da un coscorrón, para luego mirarme a mí directamente a los ojos —, han trasladado a una chica en pleno curso, va en nuestro grado... Se llama Candace Flynn Castillo.
Castillo...
¡¿Candace?!
Joder, es la prima de Eron, la chica pelirroja borracha a la que ayudé con las maletas.
