Capítulo 24 - Adaptarse al medio

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Con el pasar de los días, las aguas regresan a su cauce

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Con el pasar de los días, las aguas regresan a su cauce. El temor generado después de lo ocurrido en el hospital se va quedando atrás para dar paso a la cotidianidad propia de este lugar, sin más incidentes ni sobresaltos que alteren nuestra tranquilidad. El pueblo vuelve a ser el pequeño oasis de paz que conocí cuando llegué aquí. Tampoco he vuelto a sentir la ansiedad desaforada que me asfixiaba al día siguiente del ataque al hospital, lo cual es un gran avance para mí, que casi sin darme cuenta me he ido adaptando al ritmo de trabajo, a las limitaciones de no tener todo de lo que disponemos en el primer mundo y a recurrir al ingenio para solventar problemas que en Francia no tenía, cosa que me hace sentir bien porque verdaderamente soy útil. Sentir que evoluciono día tras días, poniendo en práctica tanto lo aprendido en la facultad, como los conocimientos adquiridos gracias a los grandes profesionales que me rodean, significa una inmensa dosis de confianza y satisfacción personal, porque no hay nada más grato que sentirse útil contribuyendo a que la realidad de otros cambien para mejor.

Situaciones que antes me parecían casi imposibles de afrontar, ahora ya no me resultan tan problemáticas porque cuento con cierta experiencia al enfrentarme directamente a los problemas, como atender ciertas dolencias o enfrentarme a las enfermedades endémicas de África y que no existen en mi país. Las cosas no me afectan tanto como cuando llegué, y aunque la pérdida de vidas humanas siempre es algo doloroso, el tener que afrontarlo con relativa frecuencia me ha obligado a asumirlo y no dejarme llevar por la desesperación para invertir esa energía en seguir adelante. Sin duda, para un recién graduado en medicina, no hay nada más enriquecedor que prestar ayuda en lugares donde hace verdadera falta, te ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva y a madurar como persona, es algo que te transforma.

Algo que también evoluciona con el pasar de los días es la salud de Hate, que como muchos aquí, está demostrando ser una auténtica luchadora al reponerse de la enfermedad. Afortunadamente la detectamos a tiempo, de seguir así es muy probable que en una semana podamos darle el alta, lo que significa una gran dosis de optimismo para todos, tanto para el personal que la tratamos como para "su padre adoptivo", Blaime.

Sin embargo, y aunque la evolución de Hate suponga un soplo de aire fresco, en especial para él, su presencia en el hospital se ha vuelto cada vez menos frecuente. Apenas coincidimos, y cuando esto sucede, tan solo permanece en la habitación de la niña unos minutos antes de irse. Desde hace unos días parece ausente, como si guardara las distancias, no sé si son imaginaciones mías o que verdaderamente está distante conmigo, algo que me extraña, sobre todo después del acercamiento que estábamos teniendo y de esa química de la que hablaba Chel y que yo también sentía en esos días en los que prácticamente vivía en el hospital.

Pero procuro no darle importancia porque quizás esté preocupado, ya que de él depende parte de la seguridad de este lugar, es un soldado y está bajo presión. Además está ese extraño asunto que tiene con Madeleine, aunque me resulta curioso no verlos nunca juntos, pero prefiero no hacerme ilusiones ni construir castillos en el aire por temor a que se vengan abajo. Simplemente me concentro en mi trabajo y dejo que las cosas pasen. Si el destino nos quiere juntos, ya encontrará la manera de unirnos.

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