Capítulo 17 - Hacer de tripas corazón

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En mi desesperada búsqueda de ayuda, trato de localizar a Mark o a Madeleine, pero tampoco los encuentro

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En mi desesperada búsqueda de ayuda, trato de localizar a Mark o a Madeleine, pero tampoco los encuentro. No se donde están, cuando más los necesito, no aparecen, y no puedo seguir dando vueltas, el tiempo apremia. Pero entonces, y como enviadas por el cielo, me encuentro con Sabine y Cristi que ya se van hacia el barracón, y es Sabine, viéndome deambular tan nerviosa, la que me detiene.

—Sheyla, ¿estás bien?

—Os necesito en el hospital— Respondo sin poder evitar el tono de alarma en mi voz. Sabine le dedica una mirada a Cristi, ambas asienten y me siguen.

Decidida a hacerle frente a esa maldita enfermedad, nos dirigimos al hospital para volver a la habitación donde está Blaime con Hate que ha dejado de llorar, pero permanece en un estado de semi inconsciencia preocupante, mientras él continúa a su lado, cantándole la misma canción que le cantaba la noche en la que perdí a mi primer paciente. Y como si fuera un mal presagio, esa melodía, en lugar de calmarme, lo que consigue es devolver a mi mente los recuerdos de aquel fatídico día.

Dios mío ¿Qué voy a hacer? Si no he sido capaz de salvar a aquel hombre ¿Cómo voy a poder hacer algo ahora por la pobre Hate? ¿ Y si se me muere...? No puedo soportar la idea de perder a esta niña, un ser inocente y puro. El temor ante la idea me embarga, me paraliza y durante un momento no soy capaz de reaccionar, hasta que la desesperada voz de Blaime me saca de mis funestos pensamientos.

—Sheyla, hay que hacer algo— Suplica, con la voz entrecortada, sujetando la mano de la niña entre las suyas.

Tomo aire, tratando de organizar mis pensamientos de forma lógica para comenzar con el procedimiento.

—Hay que suministrarle un antimalárico. Vengo ahora, quédate con ella— Y sin darle más explicaciones abandono de nuevo la habitación para reunirme en el pasillo con Sabine, Cristi y una enfermera ruandesa, la única que no ha abandonado su puesto a pesar de las circunstancias.

Siendo consciente de que en estos momentos soy la única doctora al frente del hospital, comienzo a distribuir el trabajo.

—Cristi, necesito que hagas guardia en el pabellón de los leves, si hubiera alguna incidencia la avisas a ella— Señalo a la enfermera —O me avisas a mi.

—Sí señora.

—Sabine, tú harás guardia en el pabellón de los graves, en caso de necesitarme, me llamas. En cuanto me sea posible haré una ronda por los dos pabellones— Sabine me sonríe, con determinación, calmando así los nervios que me invaden, al sentirme prácticamente sola a cargo de un hospital con enfermos y heridos de una guerra.

—No te preocupes Sheyla, a no ser que se trate de algo de vida o muerte, me podré encargar yo— La seguridad que muestra Sabine, sumado a sus años de experiencia consiguen quitarme algo de peso en este momento. Es un consuelo tenerla cerca ante esta falta casi total de personal.

—Gracias chicas— Tanto Sabine como Cristi asienten, antes de dirigirse a los pabellones asignados, dejándome sola con la enfermera que espera mis instrucciones.

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