Capítulo 8 - La desconocida Madeleine

1.5K 271 173
                                    

No lo comprendo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

No lo comprendo... si puse todo mi empeño, si luché a su lado... si abrió los ojos y me vio...me sonrió... ¿POR QUÉ? ¿Por qué la vida es tan injusta, tan cruel? No soy capaz de asimilarlo, de aceptar la derrota en esta lucha contra la muerte, de manejar este dolor, este miedo, esta impotencia...

No puedo, me supera esta situación y no consigo encontrar consuelo mientras la última mirada de ese hombre se ha quedado grabada en mi mente como un triste recuerdo que me atormenta. No he podido... al final Blaime tenía razón... El milagro no llegó.

La voz de alguien que me habla en la distancia me saca por un momento de mis pensamientos. Es un hombre, desconocido, no se si es del pueblo porque no lo reconozco, y en este punto, me doy cuenta de lo mucho que me he alejado en mi huida desesperada.

El hombre se acerca a mí diciendo algo que no puedo entender porque debe estar hablado en kinyarwanda. Por un momento pienso que me está preguntando por un lugar o algo similar, pero no consigo comprender qué dice. Me detengo, aún conmocionada por lo que acabo de vivir en el hospital, para responder:

—Disculpa, no te entiendo—

Lo veo venir hacia mí, continúa hablándome en kinyarwanda y sigo sin comprender, pero para cuando me doy cuenta de que lleva algo en la mano, ya es tarde. Siento un golpe en la cabeza con un objeto contundente que me tira al suelo. Y entonces, se abalanza sobre mi.

Aterrorizada, intento librarme de él, pero lo tengo encima inmobilizándome y por un momento el terror me paraliza. Siento sus manos sobre mi, por mi cuello, por mi pecho, sus ojos, amarillos con una expresión diabólica mirándome. Grito desesperada, con la fuerza que me permite mi atenazada garganta pero me vuelve a golpear, esta vez con la mano, para después abrir mi blusa de un tirón, arrancando los botones, dejándome casi desnuda. Quiero llorar, intentando gritar de nuevo, luchar por mi vida, resistirme, pataleo y me revuelvo en una batalla desesperada por quitármelo de encima, pero no lo consigo, él es más fuerte que yo. Otro golpe. Siento su pestilente aliento en mi cara, sus manos manoseándome, intentando bajar mi pantalón y el terror más absoluto apoderándose de mí... Dios mío... ¡Esto no me puede estar pasando!

Pero entonces, y como si fuera mi ángel salvador, escucho la voz de Blaime gritando algo que no logro entender.

—¡HAGARARA!

Deténgase

Cuando consigo girar la cabeza para comprobar si verdaderamente está ahí, que no es producto de mi imaginación, lo veo, firme, apuntando al hombre con una pistola mientras vuelve a gritar, esta vez en mi idioma.

—¡ALÉJESE DE ELLA!— Avanza sin bajar el arma, implacable. Pero entonces, el hombre hace algo inesperado: se pone en pie, dejándome libre, para coger el objeto con el que me golpeó, un garrote con clavos en su extremo, y se lanza sobre él con la intención de golpearlo. Pero Blaime le dispara. Dos tiros. Uno. Y dos. El eco de las dos detonaciones resuenan en la inmensidad de la noche como dos cañonazos, acompañados de un batir de alas.

RWANDA®Where stories live. Discover now