Sheyla Bonheur es una joven doctora recién licenciada que llega a un pequeño país africano, con el fin de hacer algo bueno por el mundo, lejos de las comodidades de su Francia natal, huyendo así de su pasado.
Pero en este viaje de aventura y supera...
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En el exterior hay más movimiento del habitual. Frente a las puertas del cuartel se arremolina un nutrido grupo de personas que parecen estar esperando algo. Adentrándome entre la muchedumbre que se congrega frente a las puertas del cuartel, puedo ver como dos soldados sacan al asaltante que sobrevivió al ataque en el hospital y lo conducen a uno de los jeeps que espera frente a las instalaciones de la ONU, mientras los allí congregados, todos vecinos del pueblo, comienzan a abuchearlo. Tres soldados más contienen a la multitud que no dejan de proferir gritos de odio contra el detenido, algunos intentan incluso golpearlo saltándose el cordón de seguridad, pero los soldados repelen los intentos de agresión empujando a todo aquel que intente saltarse el cerco. Una vez han metido al detenido en el vehículo, abandona el pueblo. Algunos de los presentes incluso lo siguen para continuar con los insultos hasta que el vehículo se pierde entre la espesa vegetación.
Impactada por lo que acabo de presenciar, por esa muestra de rabia colectiva, me dirijo al hospital pensando en que, de no estar presentes los guardias y formar un cordón de seguridad, la mayoría de los presentes lincharían al hombre hasta matarlo. Cuando llego a la puerta del hospital, me encuentro a Chel, que alertada por los gritos provenientes del exterior, ha salido a ver qué sucede.
—¿Qué ocurre?— Pregunta intrigada.
—Creo que se llevan al hombre que nos asaltó— En su cara se dibuja una mueca de sorpresa ante la noticia mientras inquiere indignada.
—¿Qué?— Ante su pregunta solo alcanzo a encogerme de hombros al no entender su indignación. Si es por el hecho de que se lleven al hombre que intentó matarnos, no lo comprendo. Desconozco el tipo de protocolos que en estos casos llevan a cabo las fuerzas de paz, pero en mi opinión, creo que lo mejor ha sido alejarlo de este lugar para que no vuelva a hacer más daño.
—No sé, tal vez es mejor que no esté aquí, por la seguridad de todos— Contesto en un intento por darle respuesta a su duda. Pero Chel guarda silencio. Con la desconfianza asomando en sus ojos, se queda por un instante observando la nube de polvo que ha dejado el jeep a su paso, antes de dirigir su mirada hacia mi para centrarse en lo que a nosotras nos concierne.
—Vale. Pasa— La sigo al interior del hospital y mientras avanzamos me va informando— Hoy estamos bajo mínimos, probablemente tengamos que hacer horas extra para poder sostener esto.
—Bien— Asiento, asumiendo que nos espera un largo día.
—He enviado a Cristi y Agathe a dormir, nos queda Sabine que ya debe estar agotada. Por cierto, me ha informado que anoche falleció el paciente de la 23— Sus palabras caen sobre mi como un jarro de agua fría, trayendo de nuevo a mi mente el duro momento en el que el hombre falleció sin que pudiera hacer nada, y no puedo evitar entristecerme al recordarlo. En este punto, se detiene para poner su mano sobre mi hombro en señal de apoyo y dedicarme una de sus miradas maternales —Estaba muy mal— Toma aire antes de continuar —Lamento que te haya tocado a ti pasar por eso, pero ahora ya no sufre— Su muestra de apoyo no alivia mi carga, la tristeza permanece. Todavía no me acostumbro a ver morir a la gente, aunque sea normal, aunque morir forme parte de la vida, como me dijo un día. Es difícil asumirlo cuando eres tú la persona que debe salvar esa vida. Pero como si pudiera leerme la mente, añade —Hiciste un gran trabajo anoche, quédate con eso.