Capítulo 15 - Para llegar al objetivo es preciso aproximarse

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Blaime

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Blaime

Tras echar un rápido vistazo al pabellón donde se encuentra Hate para asegurarme de que está bien, me dirijo al cuartel, donde va a tener lugar el segundo asalto. El mío. Para cuando llego, ya han trasladado al detenido a los calabozos, donde espera en una celda, observando a mis compañeros como una maldita bestia enjaulada.

Haciendo un barrido visual a mi alrededor para ver quienes son los presentes, descubro que también está Jerome, con sus 12 puntos de sutura sobre una ceja después del golpe que se llevó esta tarde.

Cruzamos miradas, cómplices. Yo agradecido de que hubiera permanecido a mi lado durante el asalto. Con pocos compañeros me entiendo tan bien como con Jerome. Él con un gesto adusto en su rostro. No está para bromas. Hoy hemos visto la muerte a la cara... Dos veces...

Vuelvo a centrar mi atención en el detenido para preguntar a los presentes.

—¿Le habéis leído sus derechos?— Como soldado de mayor rango en la sala me toca hacer este tipo de cuestiones.

—Sí señor.

—Bien ¿Y ha dicho algo?

—Nada, señor— Responde uno de los soldados nigerianos. Vale, parece que tenemos un hueso duro de roer.

Acercándome un par de pasos hacia la celda para observarlo mejor, me tomo mi tiempo intentando descifrar qué pasa por la cabeza de alguien que decide entrar en un hospital, armado con un machete junto a otros tres perturbados para perpetrar una masacre.

Estoy a punto de comenzar con el interrogatorio, cuando los gritos de una mujer vuelven a disparar todas las alarmas. Desquiciada, dominada por la rabia y con los ojos llenos de lágrimas, irrumpe en la sala la doctora Chelsea que se abre paso entre los soldados a empujones hasta que logra ver al malnacido que estuvo a punto de matarla.

—¡¡THACIANE!!!— Brama con ira mientras avanza implacable hacia la celda para hacerle frente al mismísimo diablo. Es Jerome el que la detiene apenas a un metro de la celda. Pero lo que no es capaz de frenar es esa cólera que la invade —THACIANE MALDITO HIJO DE PUTA, COMO HAS PODIDO...

En el tiempo que llevo aquí, jamás había visto a la doctora Chelsea perder la calma de este modo, pero lo que verdaderamente me llama la atención no es esa ira desbocada, sino el hecho de que conozca el nombre del detenido.

Un soldado tunecino interviene.

—Cálmese señorita— Le advierte con un tono severo que suena bastante hostil. Y en este punto intercedo yo.

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