O K T H Â

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Justicia... ¿O corrupción?

Esa es una de las tantas preguntas que atormentaba la mente de Midoriya Izuku, un excelente oficial de policía que cumplía con gozo su labor. Sin embargo, como muchos (o eso creía), se cuestionaba constantemente que era lo correcto y que no. A sus 34 años, dicha incógnita le torturaba constantemente; y eran más de las que le gustaba admitir.

¿El robo de un alimento por necesidad? Cárcel.

¿Una mujer abandonada maltrata a su hijo injustificadamente? Es libre.

¿En verdad había justicia en ello? No lo sentía de esa forma, y si bien todo se trataba de un crimen, creía que algunas sentencias eran ridículamente exageradas. Mas sabía que no podía cambiar todo aquello, y más aún cuando no se especializaba en ese campo en especial; no como Hatsume, que al igual que él, se trataba de una mujer que ejercía su trabajo con una perfección inhumana, pues aun cuando era una novata en su carrera como abogada, los casos que se le otorgaban eran completamente dominados por su labia y seguridad devastadora.

Y le daba bastante merito por ello.

Tomó una gran bocanada de aire y continuó con su patrullaje. Recientemente habían sido alertados de un sin fin de casos de jóvenes secuestrados; y todos ellos de al menos entre 12–18 años de edad.

Sentía una exasperación desmesurada; de ahí por qué patrullaba las escuelas, además, un ligero cosquilleo se instalaba sobre su vientre al vigilarlas, recordándole su tiempo en el instituto y las tantas emociones que surgían, y a su vez, generando en él un par de dudas.

¿En su época como estudiante, alguien habría llegado a verlo de forma obscena? ¿O intentar tomarlo por la fuerza? No quería saber esa respuesta, le enfermaba el hecho de siquiera saber que algún trastornado se paseaba por su escuela solo para verle y llenar su mente de pensamientos asquerosos que no entraban en su mente.

Se le erizó la piel.

"¿En qué tanto piensas? No dejas de ver aquel grupo de jóvenes" Comentó una mujer de hebras castañas y mejillas rosadas.

"No en mucho, solo..." pensó un poco. "En que quizás yo pude convertirme en uno de esos niños secuestrados..." Concluyó él.

Esa confesión no le sorprendió mucho a su compañera; y mejor amiga. Se conocían desde jóvenes, y así como lo conocía al derecho y al revés, ella podía deducir el cuán arraigado se hallaba el caso de los jóvenes a su ser, así como lo desesperado que podía llegar a estar para culminar de forma correcta dicho caso.

Exhaló la castaña, llevando una de sus manos al hombro del pecoso; quien alzó la mirada de inmediato, brindándole una sonrisa "despreocupada". Mierda, en verdad él estaba sobre pensado las cosas, pero saber que incontables chicos de secundaria eran tomados a diestra y siniestra, le provocaba en su ser una colera desmedida.

Y no lo podía evitar.

Toda su vida se basaba en la justicia, y nada más que la justicia; además de que la academia le había instruido eso. Pero estaba satisfecho con ese estilo de vida, al final de su día, no tenía alguien que esperase por él en su hogar; además de un Pomerania casi albino que constantemente se la pasaba durmiendo.

Respiró profundo nuevamente, y tan pronto como lo hizo, un grito a lo lejos los alertó. Ambos corrieron a lo que parecía ser un pequeño parque, y con horror, miró como un sujeto jalaba del brazo a un estudiante, le calculaba por lo menos unos 15 años; destacando que aún portaba su uniforme, y más importante, notó como éste se aferraba a una señalética mientras gritaba "Aléjese".

No pudo prever ninguno de sus movimientos, únicamente percibió el ruido seco de sus pisadas al correr en su dirección, más aparte, el hormigueo en su puño al chocar contra la cara de aquel tipo, y tampoco se permitió darle un solo respiro, siendo de esa forma que su otro puño impactó en el otro lateral de su rostro, llevándolo directamente al suelo.

O K T H Â [DekuKatsu]Where stories live. Discover now