Condenada Adultez

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Podía sentir como su celular vibraba en su pantalón constantemente; había tenido la falta de apagarlo, y por consecuencia, se hallaba en medio de un juicio bastante acalorado con su teléfono acaparando toda su atención, ¿Que había dicho Mei? ¿Porqué una anciana pasaba al estrado?

Dio un largo suspiro, era un mal momento para aquella insistencia y si era sincero, aquello le drenaba su paciencia. Guió su mano hasta su bolsillo, apretando el botón un par de segundos hasta que el último vibrar le indicó que su teléfono estaba apagado. El grito de aquella mujer lo regresó a su realidad, el ambiente era tenso y hasta ese instante, se cuestionó el porqué estaba ahí.

30 minutos atrás.

Estacionó su carro y bajó con prisa, le quedaban al menos 10 minutos antes de que el juicio comenzase, sin embargo, se frenó de golpe al ver ajetreo en uno de los pasillos, en él, se encontraba Mei junto a un joven no más de 15 años; notando wuese trataba del joven al cual rescató, pero su mirada se ensombreció cuando notó al sujeto que golpeó aquella vez.

El hombre se hallaba a lado de un sujeto que suponía era su abogado, un hombre de hebras rubias y ojos celestes, pero éste, portaba una sonrisa maliciosa; mirando a la Peli-rosa de arriba abajo. Midoriya se escondió tras la pared, afinando su oído y prestando suma atención a la conversación.

"Mei, querida, solo te digo que lleguemos a un acuerdo y esto se acabará, no tienes porqué indagar más donde no te concierne" Las expresiones del sujeto cambiaban confirme hablaba, pasando de una amable a una amenazante.

"Esto va más allá de un simple caso de acoso, y yo, me encargaré de solucionarlo, Monoma" Mei se retiró de aquel pasillo con la cabeza en alto, dando por finalizada la discusión y siendo seguida por el chico, topándose con Midoroya poco después.

Sus miradas chocaron por una milésima de segundo, más eso le bastó para comprender y recordar lo que Mei planeaba. El cómo tenía que actuar estaba claro, pues cuando recibió el correo con su respectiva cita, Hatsume había tenido la audacia de darle indicaciones de que decir, Por su parte, como guarda de las leyes, tranquilidad y seguidor de la justicia, acataría las órdenes de su amiga para traer la paz que tanto añoraba.

Aún si era poco ético.

El tiempo concluyó y abrió paso al juicio. Con cada vez que Mei hablaba, un nudo en su garganta se formaba, se sentía furioso, asqueado. Habían pruebas suficientes que declaraban al mayor como un acosador, persiguiendo al joven todos los días; aún cuando el chico tomaba distintas rutas. Él mismo sabía que una orden de restricción funcionaría, pero había algo.

La mirada decidida de su vieja amiga, la seguridad en su voz, sus movimientos, todo le indicaba que había algo más, y que; por supuesto, a él le concernía. Todos los argumentos que decía caían de uno a uno, bombardeando la capacidad comprensiva del jurado y del propio juez, cerrando su argumentación con broche de oro.

"A este hombre se le vio cerca de una de los sospechosos del caso de los jóvenes secuestrados; hablando exactamente cinco minutos, eso solo prueba que mi cliente era un prospecto más para sus artimañas".

Mei dio inicio a una grabación, mostrando como el hombre se paraba a las afueras de una tienda; saludando a una mujer de aspecto descuidado, sin embargo, él mismo reconocía el semblante de aquella mujer. Su corazón se aceleró con fuerza, pues con aquella simple grabación; Midoriya tuvo suficiente para conectar todas y cada una de las piezas.

Una mujer de 5' 2" pies de altura, de hebras rubias y ojos color miel, paradero desconocido; al igual que su nombre, pero reconocida por los barrios bajos de la ciudad. Una chica con trastorno mental y una insana fijación por la sangre, con múltiples cargos por asesinato y una característica maña por tomar distintas apariencias.

O K T H Â [DekuKatsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora