Midoriya Izuku | Parte II

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El grito que salió desde su garganta fue desgarrador y gutural incluso para él, sentía su corazón pesado y, en algún momento de la tragedia, sus ojos habían comenzado a dejar fluir las lágrimas, una a una mientras su vista se nublaba, mezclada con la cólera y una repentina necesidad de ver correr sangre.

No era propio en él.

Aun así, hizo caso omiso de todas las alertas que se habían desatado en su mente, y aquella voz que le exigía se calmara y pensara todo fríamente, se desvaneció.

Luego de una rabieta digna de un niño, de tumbar bancas y mesas, Izuku salió corriendo hasta su coche, no prestó atención a nada más, ni siquiera a la voz de su amiga que insistía en que se calmara. No sabía ni siquiera en qué momento había llegado a la ubicación, pero pasó a ser una preocupación menor. El lugar estaba solo, indicador de que, en efecto, todos habían partido para hallar a aquel sujeto; y claramente él no sería la excepción.

–¡Midoriya! —Gritó la castaña, con la pequeña esperanza —en vano— de que él se detuviese y recapacitara sus posibles acciones.

Por su parte, Izuku sólo subió a su coche, viendo de reojo a Ochako correr, abriendo la puerta del copiloto y tomando asiento sin decir nada, tan solo juzgandolo con su mirar. Pero él no comprendió de inmediato el motivo.

Ya más centrado, dio marcha a su coche y avanzó hasta donde deducía que el tipo había salido, no había marcas de nada más que unas sutiles gotas de sangre que se perdían entre el derrape de algún otro carro que apuntaba a avanzar hacia el sur con prisa.

Refunfuñó, no tenía más que una pobre pista; pero tenía claro que la desesperación podía hacer milagros.

–Si van hacia el sur... ¡Puede que vayan al muelle o a los almacenes! —Comentó la castaña.

–No puedo ir a ambos, ¡puedo perder el rastro! ¡Perderlo! —halegó.

Su idea no era tan equivocada, de ir a un solo lugar y hallar nada, sería solo darles tiempo para huir, tiempo que realmente no tenía.

–Yo iré al muelle, si veo algo pediré ayuda... Pero no esperes que te hable de inmediato. —Tan rápido como ella subió, bajó. Con su celular pegado a la oreja mientras le indicaba que se marchara. Y entonces, las cosas fueron claras.

La ciudad la conocía como la palma de su mano, tanto tiempo patrullando y ayudando a los civiles, le dieron los atajos necesarios para situaciones similares. De esa forma, fue cuestión de minutos hasta que arribó al dichoso Almacén.

Sus nervios se pusieron a flor de piel apenas puso un pie ahí. Todo estaba silencioso y no había trabajadores por ningún lado a los cuales pedirles una pista, fuera de eso, a simple vista todo era normal. El lugar era bastante amplio, con muchos contenedores industriales apilados sobre otros, muchos huecos y un par de diminutos almacenes que suponía eran espacios privados.

Vagó solo unos minutos para cerciorarse, pero nada.

Luego de ese tiempo dio un vistazo a su celular, Ochako no lo había llamado aún, ni para reportarse o siquiera para preguntar si necesitaba ayuda, aumentando su mal humor. El lugar no estaba demasiado lejos del Muelle, de hecho, el propio almacén solía ser a donde llegaba toda la carga. Por lo que no le tomaría más de dos o cinco minutos llegar.

Aun así, las cosas seguían sin cuadrar.

Algo frustrado, dio un último vistazo antes de subir a su coche, esperanzado de tener algo; por mínimo que fuese, sin embargo, lo que recibió no fue un movimiento o algo semejante, si no un ruido. Un golpe seco que resonó en el eco de aquel lugar "abandonado". Tal vez había sido un contenedor tronando por el calor, alguna cadena que había caído o cualquier vanalidad, pero, en el fondo, necesitaba un pretexto para buscar más a fondo.

O K T H Â [DekuKatsu]Where stories live. Discover now