La Lealtad del Pecador

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No podía relajarse.

Sentado en el asiento del copiloto, con su mirada sobre la calle, Izuku se dejó llevar por una área desconocida en el carro del tal Tsunagu. Y si era honesto, apenas dieron vuelta en la esquina de una zona que desconocía, él había intentado tomar su arma instintivamente.

Sólo entonces recordó lo estúpida de su decisión, ¿y si era un matón? ¿Y si se trataba de un colega del tal Dabi? Si fuera el caso, su cabeza rodaría sin duda. Sin embargo, todo eran meras conjeturas. Y cuando reconoció la ciudadela su mente finalmente pudo tener algo de paz.

Tal vez estaba siendo paranoico.

Luego de que el tipo se plantó enfrente de su puerta, Izuku tuvo que cerrarla y hablar afuera de su oficina para no ser escuchado, sin embargo, no podía ir de inmediato, por lo que acordó seguirlo después de terminar su turno. Tsunagu pareció estar de acuerdo y complacido, por lo que solo se retiró y lo dejó ahí, congelado sobre la puerta mientras su mente iba y venía cual torbellino.

Las cosas se tensaron más cuando bajó al estacionamiento y lo vio puntual a un lado de un Cadillac blanco, esperando por él mientras sus ojos parecían estar pegados al teléfono. Mentiría si dijese que no pensó en huir, pero como de costumbre con su suerte, el hombre alzó la mirada y lo saludó solemne. Forzándolo a corresponder.

Las cosas se volvieron extrañas, en primer lugar, ¿Katsuki no iría con ellos? ¿Lo dejarían ahí? Aún cuando el sujeto le mencionó "él se encontrará con nosotros", Izuku no terminó de sentirse convencido. Ni siquiera sabía porque se hallarían después. Pero entonces, mientras avanzaban entre las ruidosas calles de la tarde, Izuku notó como el coche se metía en un callejón que conocía bien.

–Por cierto, nuestra señora quiere hablar con usted —confesó, seguido de abrir la recargadera a un costado y sacar un brazalete dorado con pedrería que no sabía decir si era de fantasía o real –Tranquilo, mientras uno lleve el brazalete el resto podrá acceder —Concluyó.

E Izuku, con pánico, solo pensó en una cosa: "Dea".

Verla era algo inminente, lo sabía, después de todo era quien parecía responder por Katsuki y otro par de chicos más. Sin embargo, había un problema. ¿Cuáles eran las posibilidades de agradarle? Ahora su corazón estaba acelerado, se sentía como un adolescente que apenas conocía a los padres de su pareja. Aunque obvio, había varios factores que hacen de este encuentro más que una mera evaluación.

Bajó del auto con cautela; posiblemente más de lo esperado. Además, se sentía inquieto, el edificio parecía más imponente ante la luz del atardecer, con aquellos ladrillos rojos que brillaban, otorgándole la impresión de estar presenciando las llameantes brasas del mismo infierno

Tragó duro.

Cada paso era una tortura, mientras la ya usual puerta de metal se abría y el pasillo de siempre mostraba sus luces fluorescentes en matices cálidos, Izuku casi que prefirió caminar descalzo por brasas encendidas que por ahí. Quiso dar la vuelta, poner un pretexto y decir que era imposible, sin embargo, supo que era tarde cuando las compuertas del elevador se cerraron en sus narices, y que, contrario a todas sus visitas, en lugar de bajar, subió.

–¿A dónde vamos? — cuestionó pese a lo obvio.

–Bueno, nuestra señora está en el infierno —El sujeto giró hacia él, otorgándole una sonrisa de oreja a oreja –Alguien tiene que vigilar a los diablillos ¿no?

Izuku no comprendió del todo aquella alegoría, más no se atrevió a preguntar más. 

 

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O K T H Â [DekuKatsu]Where stories live. Discover now