Hatsume Mei

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Una opresión sobre su pecho la hacía sentirse vulnerable, celosa e irritada. Aquella voz que llamó a Midoriya le había molestado de sobremanera ¿Quién era? ¿Otro amante de turno? Claramente tendría que encargarse de ello, si no es que los mismos fetiches del pecoso se encargaban de ahuyentar a quien sea que fuese ese "cualquiera".

Antes de finalizar su llamada con Izuku, Mei cambió drásticamente su tono de voz, ignorando por completo que hasta hace unos segundos se encontraba "desesperada" y "llorando" por su perdón. Aquellas palabras al otro lado del interfono había encendido una alarma en su cabeza, y se sentía amenazada, aquella voz bien podía ser la responsable del cambio en Midoriya, y es que desde su llamada para anunciar el juicio de aquel mocoso, percibió como su voz dejaba una entonación de satisfacción y alivio, aunque a su vez, percibía el nerviosismo en la misma.

Él día del juicio; cuando lo vio ingresar al edificio, notó de inmediato el cómo se hallaba más tenso, sus hombros estabas más rígidos que de costumbre y su teléfono no parecía parar de sonar. Evidentemente no se trataba por los problemas vanos que siempre tenía; y que honestamente no le interesaban en lo más mínimo.

Pero había algo más, parecía estar con miedo y a la vez tenso, sí, pero reconocía esa llama de excitación sobre su mirada; y vaya que la conocía perfectamente. Aquello solo le decía que, cualquier cosa que pasara en su vida; y que deducía se trataba sobre aquella voz, lo traía colgando de un ala y no en el buen sentido; al menos para ella, pues eso solo traía desobediencia. No estaba tal vez en su derecho de reclamar, pero ante sus ojos, él no era más que un capricho con el que podía revolcarse cuando le viniera en gana; su juguete personal, pues siempre hallaba un tiempo en sus horarios para darle atención; si tenía alguna emergencia inmediatamente se ofrecía en ayudarla, y por si no fuera poco, cedía a todas y cada una de sus propuestas lujuriosas.

Hasta "ese" día.

Mei adquirió con el tiempo la costumbre de tener todos sus caprichos a su disposición, si deseaba algo; no importaba como, lo obtenía. Usaba todo aquello que luciera vulnerable, lo seducía con palabras propias de un demonio y los usaba a su placer; objetos, personas e incluso muertos, todo siempre a sus pies, no importaba con cuantas personas tuviera que acostarse, no interesaba cuantas veces tuviera que jalar de un gatillo, ni siquiera a cuanta gente condenaba a una celda por el resto de sus vidas, pues al final, recibía lo que quería.

Y ella, lo quería a él ante sus pies.

Lo deseaba postrado ante ella cual caballero frente a su Reina, adorándola y besando sus pies,  entregándole todo lo que era y tenía para dar; complaciendo todos sus caprichos. Pero esa imagen tan solo se desvanecía conforme el tiempo pasaba, cada vez más lejos, mientras ella iba siendo abandonada lentamente, perdiendo el control que; creía, ejercía en él.

–Ese idiota... —Habló entre dientes.

La palma de una mano sobre su piel desnuda, la sacó de la tortura constante que era su mente; regresándola a su realidad. Volteó su cabeza hasta encontrar con la mirada al responsable de aquel tacto, acostado a su lado mientras hacía círculos sobre su espalda y tarareando una canción que no reconocía. 

– ¿Qué te dijo Midoriya? Pareces molesta —Cuestionó el hombre.

Molesta era poco decir, en esos instantes era un cúmulo de emociones negativas que la llevaban al borde de querer tirar de sus propios cabellos, y el hombre tendido a su lado, con su expresión seria y cuadrada solo la irritaba más de lo necesario. Entornó sus ojos y se acostó encima de él, dudando sobre si contar o no su dilema sobre el hombre de pecas, pero cual sea que fuera la situación, ambos tenían un claro motivo para cerrar el pico.

O K T H Â [DekuKatsu]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin