Durazno

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Chisaki lo hizo

Las palabras surgieron como un reproche, en un tono casi infantil y angustiado que pesaba cual impacto de bala sobre el pecho. Estaba por mucho, lejos de aceptar cada palabra que surgió luego de la acusación. Sin embargo, el sutil temblor en el cuerpo del menor lo hacía replantearse todo en lo que alguna vez creyó. 

Es decir. ¿Katsuki temblando? 

Tan pronto las palabras surgieron, los recuerdos también llegaron a él. Trece años antes, a Vísperas de año nuevo y luego de salir de casa, la nieve había empezado a acumularse, algo que lo forzó a esconderse en el primer lugar que vio mientras su teléfono sonaba insistentemente gracias a Mei, todo era vago dado el tiempo que había pasado entre el suceso y la actualidad, pero sabía perfectamente de quién hablaba su ahora pareja, un hombre simple que fumaba cigarrillo insistentemente en una pequeña área cubierta sólo por una lámina en un área que frecuentaba en sus años mozos.

Un niño desorientado.

Un adulto en problemas.

Ante su silencio, Katsuki pareció más inquieto, moviendose de lado a lado en un intento de hacerlo decir cualquier cosa, pero su mente ya estaba en otro asunto. Izuku se perdió entre la polvora que cubría su mente, mostrandole todo el caos que se le presentaba ante su pareja inusualmente vulnerable y el nombre que le había caido como balde de agua helada. 

Chisaki. Repitió en un susurro, provocando una rigidez alarmante en el cenizo que acabó por aferrarse inconscientemente a las solapas de su camisa, tal vez hubiese descubierto el genuino temor que yacía sobre sus ojos, además del temblor de sus manos, e incluso su resiración acelerada, pero, sin apartarlo de su regazo, Izuku sólo afianzó su agarre al poner su mano sobre su cadera, pegandolo más a su cuerpo mientras se acomodaba en su asiento y comenzaba a teclear frenéticamente en la base de datos del monitor frente a él.

Un sólo individuo apareció, un hombre que había salido ileso de la cacería al grupo delictivo más grande; en su tiempo, de Japón. No era una sorpresa, esos bastardos eran buenos para huir tanto como para tirar la piedra y apuntar a cualquier lado. Sin embargo, los cargos que tenía el hombre no eran muy alentadores. 

–Homicidio, Venta de sustancias ilegales, tráfico de personas, trata de… —Sus ojos se crisparon ante aquellos cargos que se presentaban como los principales, hallando poco después otros cargos menores y estúpidos como pasarse un alto y mierda que realmente le hubiese hecho gracia, de no ser por que Katsuki había tenido contacto prolongado por al menos tres años con el criminal. 

–Ese bastardo sigue en el club… —comentó con desden— quise regresar a mi cuarto con mis cosas pero ese bastardo estaba vigilando el ascensor como un maniaco, tuve que mentir y decir que había regresado por mi estúpido uniforme. —trató de convencer, sin embargo, no resulto realmente efectivo cuando las primeras cuatro palabras salieron de sus labios y se aferraron a su mente. 

–Tal vez tenga que ir a saludar —Sentenció en un gruñido, dejando que el rencor se filtrara en su voz mientras repiqueteaba el escritorio con sus dedos. 

No titubeo al elevarse de su asiento y dejar sobre el mismo a un Katsuki aturdido, tal vez aún procesando la amenaza entre sus palabras, pero aún cuando se colocó su saco con decisión, su tren fue detenido a penas la perilla de su despacho se abrió, permitiéndole observar a Shoto que lucía una mirada agotada. 

–Em… Un señor quiere verlo… dice que es urgente —confesó apenado simultaneamente que su dedo apuntaba a sus espaldas

–Que cotizado —burló Katsuki, luciendo más sereno en comparación a unos minutos atrás. Tal vez por la presencia de Shoto. 

O K T H Â [DekuKatsu]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz