Epifanía

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Noventa y seis largas horas pasaron hasta que logró abrir sus ojos, por supuesto que él no distinguiría ni siquiera el año si es que hubiese pasado tanto tiempo, pero ver a su madre, primeramente, le dio esa claridad que cualquiera buscaría tras un largo dormir. Y preparado a sus actos, recibió el llanto y abrazo de su madre que repetía "finalmente" y "gracias a dios".

Él sólo pudo esbozar una cálida sonrisa, dando un par de palmaditas en su espalda y cuidándose del dolor punzante sobre su cuello. Pese a eso, había que recalcar que estaba desorientado, lo último que lograba recordar, era escuchar el grito de su mejor amiga, seguido de lanzarse a cubrir a un chico del cual no recordaba su nombre y abriendo lugar al dolor insoportable sobre su cuello.

Se había descuidado. Como consecuencia a eso, había preocupado a la gente que más apreciaba; nuevamente, lo que lo inducía al mismo hábito de siempre, encerrarse en casa, trabajar desde ahí y ser regañado constantemente por dejar en segundo plano su salud y entregarse únicamente a su trabajo. Eso o que muy probablemente fumaría un poco más de la cuenta.

Aun así, recibió con gusto los mimos de su madre.

Paseó su vista por toda la habitación, notando un par de bolsas y la luz de sol de la mañana, al menos eso le daba un ligero ánimo. Más allá de eso, todo era monótono, el típico ramo de flores, la carta con un “recupérate pronto” y la única novedad de las ojeras bajo los hermosos ojos de su madre. Finalmente, la mujer robusta se separó de él, corriendo inmediatamente hasta la puerta y llamando la atención de las enfermeras.

Pasó poco tiempo hasta que dos de ellas arribaron contra él, haciendo un chequeo "básico", toqueteando demás en algunos casos y realizando preguntas. Rio un poco, algún tiempo atrás les hubiera seguido el juego, un par de risas y una que otra broma, sin embargo, la imagen mental e intermitente de Katsuki lo detuvo de todo aquello. No, no eran una pareja, sin embargo, no podía evitar sentir que de ceder ante alguien más, Katsuki arremetería contra él y no de la forma usual.

Consideraba que lastimaría su orgullo, y no pretendía hacer eso.

Era irónico como gran parte de las cosas que alejarían al joven de él, eran descartadas automáticamente, pero sentía que esa no era la forma en que quería que se fuese, al menos no si terminaría siendo tachado de un cabrón desleal. Se limitó a prestar atención apenas el doctor se presentó, asegurando que sólo estaría ahí un día más para ver que todo estuviese en orden. Fuera de eso, se fastidió cuando el doctor le ordenó permanecer en reposo por 6 semanas, lo que lo jodía bastante teniendo en cuenta la misión que había recibido días atrás.

La mirada ligeramente intimidante de su madre a espaldas del doctor, le hicieron asentir, era inútil negarse si ella estaba presente, pero no significaba que no hallaría la forma de trabajar aun estando lejos de su oficina. Desempolvaría la laptop en su escritorio en casa, y le pediría gentilmente a Ochako que ingresara la nueva base de datos. "Sencillo" supuso.

De esa forma, pasó rápido el tiempo en el hospital, recibiendo visitas, comiendo la mala comida del lugar y aparentemente siendo ignorado ahora por Mei. No sé apegó mucho a insistirle, sabía que tenían que hablar, por lo que; para bien o mal, ella se calmaría.

Al día siguiente, a escasas horas de irse, fue tomado por sorpresa al ver a Katsuki parado en el arco de la puerta, con una cara sorprendida y lo que parecía ser una cesta con fruta. Ambos se quedaron estoicos por unos instantes, hasta que deliberadamente, Katsuki dejó la cesta sobre el primer mueble que vio, seguido de retirarse tan rápido como llegó. Tal vez la bala si le había afectado, pues tardó un minuto en comprender que el cenizo había ido con la intención de ver su estado.

Y se sintió bien.

Apenas reaccionó, dejó de lado su maleta para ir "corriendo" tras él, llamándolo por su ahora común apodo, al salir y decir en voz alta "Kacchan", vio como el mencionado se frenó en seco, girando tétricamente su cabeza y percibiendo en su mirada reproche y un enorme "CALLATE LA MALDITA BOCA". Ya no hizo falta que diese un paso más, en cuestión de segundos, el menor llegó a la par de él, así como también lo empujó hasta estar en la privacidad de "su cuarto"

–¿Eres idiota? ¡No me llames así aquí! —Amenazó, percibiendo como apretaba su mandíbula y abría más sus parpados. –Te mataré si lo vuelves a decir. —Concluyó.

Se quedó sorprendido hasta que comprendió su exigencia, sin embargo, terminó por darle más relevancia al hecho de que aceptaba ser llamado de aquella forma, y le pareció adorable. A su vez, se percató de lo agradable que era ver otro rostro; no porque fuese lindo —aunque se lo atribuía— sino porque eso le daba otro giro a su vida. ¿Cuánto tiempo había deseado un cambio? Era inimaginable, sonrió de lado y sin despegar su mirada del menor.

Bastaron pocos segundos para que su típico ceño fruncido apareciera, además de un ligero sonrojo que fue ocultado inmediatamente con sus aparentes gritos “¿qué mierda me vez?” “¡Deja de hacerlo!” y demás salió de su boca, pero tan solo pudo seguir sonriendo. Tomó asiento sobre la camilla con movimientos lentos, sin despegar un solo instante su mirada de él más que para pestañear. Katsuki amenazó con golpearlo, dando un par de zancadas hasta él sin percatarse de sus propias intenciones, y cuando estuvo a una distancia considerable, Midoriya lo jaló ligeramente por el brazo, desestabilizándolo y haciéndole permanecer a centímetros de él.

Midoriya Izuku deseaba el cambio más de lo que él mismo recordaba.

Aun viendo el rostro incrédulo del menor, dio un vistazo rápido a la puerta, y sin pensarlo mucho, movió su mano hasta tomarle por su barbilla, acercándolo más y depositando un beso sobre sus labios.

¿Sintió un cosquilleo en su vientre? No, lo sintió en todo su cuerpo. Una descarga de adrenalina corriendo por su cuerpo, como si aquel intimo acto se tratase de su primera vez. Pero fue sublime, la sensación de sus labios suaves contra los suyos, y la bella vista de su rostro y el sonrojo, fueron la cereza del pastel, era irracional su acto, pero tras dar otra fugaz mirada hacia la puerta, volvió a tirar gentilmente del rubio, dando un beso más extenso y un tanto sugerente que hizo temblar a ambos.

Al separarse, esperó que los gritos resonaran en sus oídos, sin embargo, se quedó perplejo cuando notó lo dócil que se volvía Katsuki al recibir un beso, su cuerpo estaba inclinado y parecía más pequeño, sus manos temblaban y el rojo de su rostro dictaba que no habría más peleas al menos por los próximos cinco minutos. Se sintió triunfador. Katsuki sólo bufó, separándose de él y tomando asiento en el pequeño sillón de cuero gris en el cuarto, recargando su rostro en su palma poco después.

Parecía aturdido, pero no dijo más. Izuku se dio a la tarea de seguir guardando sus cosas, contando el dictamen de su médico sin reserva alguna y escuchando como únicamente asentía, no estaba seguro de si le estaba prestando atención, pero cuando le dijo "estaré en casa por lo menos 6 semanas", percibió de inmediato como su mirada se clavó sobre su nuca, pero ignorando el tono hastiado con el que lo mencionó.

Ahí comprendió vagamente una de las grandes diferencias entre ambos, pues para alguien que estudiaba, aquello era probablemente cualquier cosa. Si un adolescente era suspendido por tres días, en su mayoría se sentiría pésimo por las primeras doce horas, después, sólo lo ignoraría y sentiría que está de vacaciones, pero no aplicaba lo mismo para él como adulto. Izuku se sentía horrible al no hacer algo de utilidad, se sentía limitado, e inmediatamente buscaba cualquier cosa en la cual distraerse. Y eso esperaba hacer en ese tiempo.

–Así que al fin descansas... ¿no es así mierdecilla? —Cuestionó Katsuki más tranquilo, con sus piernas cruzadas y sin despegar un ojo de él.

Izuku casi se atraganta con su propia saliva al escucharlo hablar. Pero asintió con la intención de complacerlo, pues parecía ser capaz de estallar si recibía una negativa. Antes de que el joven pudiese hablar nuevamente, Izuku giró con precaución hacia él.

-¿Qué... fecha es? —Cuestionó repentinamente angustiado.

-Primero de Junio... —Respondió sereno.

Soltó un suspiró de alivio, aun así, no pasó desapercibido el semblante serio que mostró inmediatamente, y no era para menos. A tan solo tres días de su visita anual a su difunto padre, Izuku se percató de su gran descuido. Si bien se trataba de un humano más entre la multitud, él tenía la peculiaridad de no olvidar nada, o al menos no con tanta frecuencia. Y olvidar una fecha tan importante como esa le preocupaba, no quería dejar en el olvido a alguien tan importante como el hombre que le crio.

Pero parecía estar al borde de hacerlo.

Previo a que ambos pudiesen volver a compartir palabra, Inko llegó con una charola con comida, sorprendida por la presencia de Katsuki, pero no tanto como esperaba. El rubio no mencionó nada, alzó la mano ligeramente como saludo mientras su madre hablaba sin tapujos. Y él, solo podía tener más dudas, ¿Qué había pasado en su largo sueño?

Poco más de dos horas después, Katsuki se retiró, al igual que él junto a su madre. Ya suponía que la mujer no se despegaría de él tras el "accidente", sin embargo, se sorprendió al ver como ella se dirigía hasta su hogar directamente, tras un par de miradas incrédulas, su madre termino por frenar frente al hogar, acariciando su mejilla y anunciándole que sería demasiado sofocante de no darle su espacio. Él negó inmediatamente, pero aun así, ella insistió en que lo visitaría un poco para saber más de su estado. Con eso dicho, ambos bajaron y tomaron un pequeño tiempo juntos, recogiendo un poco y riendo por los actos de su amigo peludo.

Tras varias horas y ya solo en su hogar, sintió repentinamente esa soledad característica de su vida, y tal vez la intención de su progenitora era buena, pero que mal momento había tomado para contemplar aquello. Tumbado en su sofá, con su mascota sobre sus piernas, supuso que sería bueno un poco de compañía, y tras pensarlo bien, sacó su teléfono en busca de quién llamar, pero nadie se le ocurrió.

Por supuesto, podía llamar a Katsuki, decirle cualquier banalidad o sugerir algo de sexo, aunque eso último quizá le costase su recuperación; y si era honesto tampoco tenía muchas ganas. Ajeno a eso, no quería que su relación se basara sólo en eso. Si bien todo había tenido un inicio “estrictamente” sexual, sentía una ligera necesidad por saber más, le parecía un tanto inquietante no saber siquiera que es lo que lo mantenía en un lugar como aquel club, como había llegado o quien mierda era “Dea”.

Se sentía curioso, y peligrosamente atraído.

Ya muy tentado, tomó su celular un par de minutos, dudando de si marcarle o sólo mandar un par de mensajes. Quizá era irrelevante cualquiera que fuese su decisión, pero había “esa” sensación asentada en él, lo incorrecto e inmoral, el hecho de siquiera pensar en llamarle le provocaba un cosquilleo en su vientre que lo obligaba a estar en su límite. Pero… ¿Cómo no sentirse así? El chico tenía ese poder de hacerlo flaquear; y además de que parecía disfrutarlo.

Tras una llamada; finalmente, escuchó el refunfuño del joven, seguido de un par de insultos y concluyendo con un “bien, tendrás el honor de estar conmigo", y colgó.  Izuku dio una risa ante aquello, pero estaba feliz, las palabras y conducta de Katsuki eran vigorizantes de alguna forma, siempre tenía esa esencia de que lo lograba todo y nadie se le comparaba, y tenía algo de razón.

Luego de un rato en el que le ofreció mimos a su mascota, de cambiarse la ropa y caminar cual león enjaulado por toda su casa, dejó pasar el tiempo con pereza hasta que el timbre de su hogar sonó. De estar plenamente sano, hubiera salido disparado del segundo piso para abrir la puerta, pero no era su caso. En su lugar, dejó que el nerviosismo tomase control de él, dando pasos cada vez más titubeantes, con su corazón acelerado y mordiéndose el labio por los nervios.

Al abrir la puerta, fue inevitable que su rostro se cubriera de una tenue rojez. Ante sus ojos, al ver al rubio la única palabra que pudo llegar a su mente era “Hermoso”, y no se haría el ingenuo, sabía perfectamente porqué y cómo, conocía esa vieja sensación de su pecho que lo embriagaba, la misma que le hizo extender la mano en busca de ayudarle con la maleta que cargaba. Recibiendo una mala mirada —y no esperaba menos—.

Dio una pequeña sonrisa por su actitud, pero eso no quitó aquel nerviosismo que lo abrazaba.

Si, conocía ese sentimiento, ese que le aceleraba el corazón, ese que le hacía sentirse más feliz, cálido y emocionado. Y le aterraba el contexto de su emoción. No se supone que tuviese ese sentimiento por alguien a quien le doblaba la edad, y sin embargo, ahí estaba. No es que hubiese un método para privarse de aquello—o quizá si, más no lo conocía— pero considerando todas las cosas por las que pasaba y pasaría tras su nuevo descubrimiento, sentía esa diminuta necesidad por aceptarlo.

-Tu idiota, tienes que descansar, ven aquí. —La voz del menor llamó su atención, tirando de él hasta un sillón reclinable y obligándolo a tomar asiento —Hazlo o yo te mataré.

Hizo una ligera mueca. No quería estar sentado, ni acostado ni nada que implicase hacer el vago. Tras ser mirado con cierta advertencia, se limito a observar los movimientos de Katsuki, el como se movía libremente sin darle importancia, soltando un par de refunfuños luego de tropezar o agacharse para acariciar a Kuro. De esa forma lo dejó pasearse por su casa, intercambiando apenas un par de palabras.

Tal vez fue por lo grave y arrulladora de su voz, quizá porque se hallaba cansado, pero tras unos minutos, alargó su mano a una palanca sobre su asiento, tirando de ella y provocando que la misma se inclinara hacia atrás; simulando una cama, y con un último vistazo a la silueta del chico tras los fogones, dejó que sus ojos cedieran al agotamiento, quedando dormido.

En medio de la noche, con un peso superior al de su mascota, entreabrió los ojos para toparse con Kacchan recostado encima suya, un acto descuidado del que no le importaría hacerse de la vista gorda. Pasaba poco más de la media noche, y era obvio que ese asiento no era lo mejor para descansar, sin embargo, no se animó a despertar al más joven, no con lo tranquilo que parecía y por como estaban.

Tenerlo encima suyo era una sensación agradable que había olvidado, le gustaba sentir esa presión sobre su cuerpo, pues aquello le recordaba que no estaba solo del todo. Una lagrima se escapó y un sollozo resonó en la habitación, se sentía conmovido, algo sensible. Era probable que todo se debiera a su roce con la muerte, pero recapitulando todas esas ocasiones, sabía que algo era distinto y se trataba de él.

No tuvo el mejor comienzo y no cumplían con el ideal de una pareja “normal", pero se sentía increíble y le gustaba. Mandó al carajo esa voz en su mente y cedió a ese impulso primitivo que buscaba saciar su necesidad de compañía, lo cuidaría con recelo y se entregaría por completo y ultima vez a esa sensación que el cielo parecía negarle.

Midoriya cuidaba de aquello que le gustaba.

Y Midoriya le gustaba Katsuki.

O K T H Â [DekuKatsu]Where stories live. Discover now