~ LIX ~ LABIOS DE AZÚCAR Y UNIVERSO DE LUZ INFINITA

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(...) Nos deslizamos hacia el interior, pasando a través de una puerta cubierta con el típico telón rojo de los teatros. Se empezaba a escuchar el susurro de la música que intentaba persuadir a las pocas personas que se encontraban en la enorme sala a la que habíamos llegado. Me fijé en aquel lugar tan especial y no pude evitar enamorarme al instante, contradiciendo mi primera impresión del local. Quise sentarme en alguna de las mesas preparadas de formas extravagantemente maravillosas y dejar que el tiempo pasara a nuestro alrededor mientras nos dejábamos embriagar por la música al mismo tiempo que compartíamos miradas especiales. Quedarnos allí, tú y yo, sin nadie más que pudiese hacernos dudar sin motivo alguno. Sin embargo, todavía cogida de tu mano, me tuve que dejar llevar por ti hacia otra sala contigua.


~ POV ALBA ~

Me llevaste a una pequeña sala donde todo estaba más relajado. También había mesas distribuidas aquí y allá, pero el conjunto de todo el espacio daba un aire más elegante y más tranquilo, como si fuese una especie de burbuja mágica imposible de imaginar. Casi no había nadie, y la vida real en aquella estancia me sabía a espejismo dulce. Me miraste por primera vez desde que habíamos salido del hotel y me sonreíste, casi con timidez, como si me preguntases qué me parecía aquella salita. Como toda respuesta hice una mueca poco convencida y miré hacía la primera sala. Reíste.

Sin embargo, tiraste de mi con suavidad para que te siguiera hacia un corredor que me pareció demasiado oscuro. No dije nada y simplemente fui contigo hacia aquel rinconcito que querías enseñarme. Se trataba de un corredor que finalizaba en unas escaleras que acababan en la oscuridad y un ascensor que parecía llevar a un agujero negro. Llamaste al ascensor y me sonreíste.

- Tranquila. Te va a gustar.

No te respondí: no sabía qué decir. Subimos al ascensor, el cual era más luminoso y amplio de lo que había podido imaginar. Llamaste a no sé qué planta y empezamos a ascender. Me abracé a tu cuerpo por puro instinto y no te solté hasta que el ascensor paró. Las puertas se abrieron, mostrándonos un corredor aún más oscuro que el de la planta de la que veníamos. Me negué a salir. Sin embargo, tú te reíste y saliste. Temí que me dejaras en aquel ascensor y me apresuré a seguirte. Las puertas del ascensor se cerraron, dejándonos en la oscuridad más árida que había visto nunca y me acerqué a tu cuerpo, temblando. Me apretaste en una abrazo de lado y me dirigiste, con cuidado, por el pasillo hasta llegar a una puerta cerrada. Pensé que ya no había nada más que hacer y que no podríamos ver aquello que querías enseñarme. Me equivoqué. Abriste la puerta sin esfuerzo, haciendo que un tenue rayo de luz llegara hasta nosotras. Más allá había otra puerta, una de cristal, que daba a una terraza. Te miré. Me sonreías con los ojos brillantes y la ilusión en la sonrisa.

 
Salimos y pude observar unas luces de decoración que rodeaban la terraza y le daban un espléndido toque romántico. Las estrellas cubrían el cielo, difuminadas por la contaminación lumínica de la ciudad. Una pena, en mi opinión. Observé las calles y los edificios, diminutos, que se delineaban gracias a las luces artificiales, como si quisieran darse importancia. Sin embargo, para mí no tenían importancia por separado, sino en conjunto y, aún así, no era lo que más captaba mi atención en aquellos momentos. Te observaba, enamorada. Tu perfil se dibujaba contra el cielo estrellado. Te aferrabas a la barandilla, como si fuese la de una atracción maravillosa de la que no querías bajar. Te brillaban los ojos y la sonrisa parecía querer superar al universo en todos los aspectos. Me acerqué a ti y te cogí del brazo. Me miraste y supe que te habías quedado embobada mirándome. Me sentí maravillosa bajo tus ojos color café y quise endulzarlos con el azúcar de tus labios sobre los míos. Cálido, sencillo. Nos separamos como si de pronto viésemos el mundo con una perspectiva totalmente nueva. Sonreímos, con delicadeza. Me cogiste la mano y me acariciaste con dulzura. Volvimos a mirar más allá de la barandilla, en silencio.


Al cabo de lo que me pareció un segundo, pero en realidad podría haber pasado una eternidad, deshiciste el silencio para comentarme algo que me enterneció infinitamente.

- Albi... - susurraste con la delicadeza de quien habla con voz de cristal. - Sé que dijimos aquello de ir despacio. De volver a empezar de nuevo, pero sin ir tan rápido; tomándonoslo con calma. - hiciste una suave pausa en tu monólogo, que se me antojó casi dramática. - He estado pensando y me apetece más que, en vez de ir despacio, vayamos a nuestro ritmo, sin estar pensando si es rápido o despacio, simplemente ser tú y yo construyendo una relación de nuevo.

- Ayyy, Nat. Me parece genial. Eres genial.

- Contigo aún más.

No pude evitar reírme de aquel comentario, de tu espontaneidad, sumergida en la magia de aquel momento que habías construido solo para ti y para mi. Aquel momento del que ya no quería salir. Aquella magia que no quería convertir en recuerdo.


En un momento determinado, rompí aquella magia con la duda que me había carcomido aquella mañana. Tenía que preguntar por él, aunque me luego me pesara en el alma, para poder navegar viento en popa sin tanta duda, con confianza y una buena comunicación (que nos había fallado en nuestro primer intento de infinidad). 

-¿Y Pol? He visto que has estado con él. No sabía que seguíais llevándoos bien.

- Sí, somos amigos. Estamos haciendo una colaboración, pero no hay nada más que amistad y trabajo. Solo estás tú y solo estarás tú.

- Nat, no te pido exclusividad, sino sinceridad. No quiero que dejes de sentir al completo por mí, quiero que sigas sintiendo conmigo a tu lado y de tu lado. Quiero que seas feliz siendo tú, siendo tú libremente.

Sonreíste con ternura y yo no pude evitar envolver tu torso con mis brazos. Me diste un besito en el cabello y te acerqué más a mi, cerrando los ojos para parar el tiempo.

- Gracias - susurraste. - Comunicación, ¿no? Y sinceridad, ya lo pillo. Quizás es esto lo que quería decir con ir poco a poco: construir nuestra relación de una forma sana empezando desde la base. - Sonreí. - Te quiero, Alba. 

- Te quiero, Nat. 


Nos quedamos la vida de cinco universos en aquella terraza romántica, existiendo, conviviendo. Fue un gran paréntesis cargado de suspiros y de tiempo, una pausa de amor en nuestra historia acelerada y tortuosa.

Volvimos a entrar al local y nos dirigimos a la primera sala para sentarnos en una de aquellas mesas que me habían enamorado para disfrutar de una velada digna de deidades.

Hablamos de ti y de mi, del tiempo que vive en los relojes y del ritmo óptimo del corazón enamorado. Hablamos de todo y de nada, qué más daba. Existíamos, tú y yo, juntas en aquel espacio etéreo del universo de luz  infinita.

¿Nuestra relación solo es en OT?Where stories live. Discover now