~ XXI ~ LLANTO

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Entraste al salón. Me miraste y sonreiste. Te dirigiste a la cocina, donde Sabela y las demás intentaban hacer algo para cenar.

- ¿Ayudo en algo? - te escuché preguntar desde donde estaba. No escuché la respuesta, pero supongo que fue negativa, porque te escuché suspirar.

Volviste al salón. Me miraste con una sonrisa en los labios.

- ¿Solita? - dijiste, pícara.

- Sí. Me han abandonado - dije yo como si fuese un bebé.

- Joo, que penita - hablabas como un bebé y hacías pucheros.

Te acercaste a mi y te sentaste a mi lado. Te abrazé al instante. Y tú me rodeaste con tus brazos.

- ¿Qué te pasa, Albi?

Te miré. ¿Cómo sabías que me pasaba algo?

- Cariño te conozco y sé que algo pasa. Sabes que puedes contarme lo que quieras, ¿verdad? Quiero que seas feliz.

- Aunque no sea conmigo... - canté yo, recordando la canción que tú habías cantado en una de las galas de OT.

Te reiste. Supongo que no esperabas que yo me pusiese a cantar. Pero luego pensaste en lo que acababa de decir y te pusiste seria y un poco triste.

- Albi ¿es por mí? ¿Por nuestra relación?

Te miré. No sabía que contestar a esa pregunta sin que lo entendieses mal. Ni siquiera yo sabía exactamente qué me pasaba. Así que no respondí. Bajé la cabeza y te abrazé más fuerte.

- Albi... Cariño si quieres que lo dejemos por cualquier cosa, solo me lo has de decir y yo lo entenderé. Aunque duela.

Negué con la cabeza y unas fías lágrimas empezaron a inundar mis ojos y mejillas. Te diste cuenta y me las secaste con las yemas de los dedos.

- Te quiero Albi. Te quiero mucho - me susurraste.

Sonreí y te di un beso en la mejilla. No podía hablar, no sabía que decir. Yo también te quería. Pero tenía dudas, no sé por qué.

Nos quedamos abrazadas un rato. Hasta que tú te despegaste de mí y te levantaste. Te quedaste en frente de mí y trataste de sonreír. Supongo que no entendías nada de lo que me estaba pasando, pero querías darme seguridad.

- Albi... sé que ahora no quieres hablar y lo entiendo. Pero quiero que sepas que yo estoy aquí y que te voy a ayudar en todo momento. Que puedes contarme lo que sea y yo lo voy a entender, sea lo que sea. Y si quieres que lo dejemos yo lo entiendo y lo acepto. Solo quiero que si es así, me lo digas y ya está. Te quiero.

Te acercaste, dudosa. Y me besaste apasionadamente, demostrándome el máximo cariño que pudiste. Yo continué tu beso, no quería perderte. Pero algo en mi no me hacía estar del todo cómoda.

Nos separamos, me volviste a sonreír y desapareciste de nuevo. Te escuché cerrar alguna puerta, pero no supe cuál.

Me quedé sentada. Pensando. Tenía ganas de llorar. Quería desaparecer. Así que me levanté y me fui a uno de los baños más apartados de la casa, que casi nadie utilizaba. Cerré la puerta con pestillo y cruzé la pequeña estancia. Llegué a la pared opuesta a la puerta y dejé que mi cuerpo se deslizase por ella.

Una vez sentada en el frío suelo, abrazé mis piernas con mis brazos y enterré la cara en ellas. Las lágrimas empezaron a inundarme instantaneamente. Ahora ya podía llorar sin que nadie me preguntase. Estaba sola y lloraba en silencio. No quería que nadie me escuchase y se acercase. No quería que tú te preocupases por mí.

Lloraba y lloraba. La cabeza me daba vueltas y los ojos se me cerraban. Me estaba empezando a marear, pero no me importaba. Parecía estar en trance. No acababa de darme cuenta de lo que hacía.

No sé cuánto tiempo permanecí encerrada en el baño, llorando en silencio. Pero debió de ser bastante tiempo ya que cuando escuché a alguien acercarse preguntando por mí, la cena ya estaba hecha y me buscaban para cenar.

Sabela y tú fuisteis las que os acercásteis al baño donde estaba encerrada.

- ¿Albi? ¿Estás ahí? - te escuché preguntar desde el otro lado de la puerta.

Como toda respuesta levante la cabeza y sollozé. Volví a enterrar mi cara en mis rodillas y seguí llorando.

- Alba - dijo Sabela - no puedes encerrarte en el baño y llorar sin explicarle a nadir lo que te pasa. Quizá podemos ayudarte.

Yo seguía llorando, sin responder.

- Cariño, ¿puedo pasar? - preguntaste.

No te respondí ni me levanté.

- Albi... - insististe

- La cena está. ¿Te esperamos? - preguntó Sabela

- No, id comiendo. Yo me quedó aquí con ella. - te escuché responderle. Sonreí, no pude evitarlo. Te preocupabas tanto por mí.

- Vale. Si hay algún problema me avisas, ¿vale? - fue lo último que dijo Sabela antes de volver al comedor con las demás.

Te quedaste un rato en silencio. Yo tampoco hablaba. Seguía en la misma posición que hacía un rato.

- Albi... ¿me abres, porfa? - susurraste al cabo de un rato.

Tampoco contesté pero esta vez me arrastré hasta la puerta. Abrí el pestillo pero la puerta permaneció cerrada. Volví a arrastrarme hasta la pared y enterré de nuevo la cara entre mis piernas, abrazándomelas. No quería verte entrar ni quería que me vieras llorando de aquella manera.

Tardaste un rato en entrar. Supongo que querías darme un poco de tiempo y de espacio. No querías agobiarme porque entendías que me había encerrado allí porque quería estar a solas.

Cuando escuché que abrías la puerta, cerré los ojos. Escuché que avanzabas un paso hasta entrar en el lavabo. Después cerraste la puerta. Querías un poco de tranquilidad e intimidad. Te quedaste parada, supongo que me observabas, intentando adivinar que me pasaba. Pensé que hablarías, que me dirías algo. Pero no lo hiciste.

Avanzaste hasta donde yo me encontraba y te deslizaste por la pared tal como yo había hecho al inicio. Te quedaste sentada en el frío suelo, a mi lado. No dijiste nada ni me abrazaste, simplemente te quedaste allí, en silencio.

No levanté la cabeza ni dije nada. Simplemente, volví a llorar como cuando estaba sola. Abrí los ojos. Y te vi de reojo, por el agujero que quedaba entre mis piernas y mis brazos. Mirabas al frente, con las piernas estiradas. Estabas seria y no decías nada. Me dolió. Supongo que me hubiese gustado que me abrazases o me dijeras algo. Que me levantases la cabeza y me secases las lágrimas, sonriendo. Me hubiese gustado que me dieses besos en la mejilla o en los labios. Ojalá lo hubieras hecho. Supongo que se me hubiesen quitado un poco las dudas estúpidas y sin sentido que rondaban por mi cabeza, hundiéndome.

Ojalá, Nat. Pero no fue así.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora