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Tragué saliva y me armé de valor, aunque la pesada mirada de los dos hombres no me ayudaba en nada.

—No estaba, señor. Su amiga dijo que salió al baño y no volvió, fueron a buscarla pero ya no estaba. El coche negro tampoco estaba, pedí información a los agentes pero nadie había visto nada raro— intenté que mi voz no sonara temblorosa y sorprendentemente lo logré.

—¿Le pusiste el busca?

Antes de ir a clase dejé un chip dentro del escudo de su uniforme.

—Sí.

Sacó una caja de un cajón del escritorio y me la dio. Tenía "uniforme" escrito con permanente. Abrí la caja y saqué una especie de GPS.

—Localízala, avisaré a Luigi para que te lleve con sus hombres y la encuentres.

—Claro.

¿Cómo podía estar tan tranquilo con su hija desparecida?

Fui a mi cuarto y encendí el aparato. Estaba a una hora de aquí en coche.

Me puse unos guantes sin dedos y bajé corriendo al garaje. Allí habían cuatro hombres altos y robustos trajeados.

—Vamos a esta dirección.

Le di la dirección a unos de los hombres y entramos en la camioneta, negra y con cristales blindados y tintados de color negro.

Condujo durante cuarenta minutos sin distracciones hasta que llegamos a una especie de campo, donde dejamos la camioneta y caminamos hasta la cima de la colina.

Todos llevábamos una pistola, menos dos, que llevaban una especie de subfusil.

El lugar era enorme y había un cercado con vallas metálicas. Habían varias lápidas organizadas por filas en el recinto, además de una fuente en el centro. Parecía un cementerio pequeño.

Avanzamos hacia el lugar y buscamos a la chica sin llamarla, solo buscándola. Según el GPS estaba bastante cerca.

A lo lejos distinguí una figura rubia y avisé por el pinganillo de que la había visto. Me acerqué a ella aún con la pistola en la mano, mientras los demás vigilaban la zona.

—Todo despejado— escuché por el auricular— avanza.

Fui hasta ella y me senté a su lado, estaba sentada sobre un banco frente a una lápida de cuarzo.

—Skyler.

Se sobresaltó y me miró.

—Cameron, me asustaste.

Había llorado, tenía los ojos rojos e hinchados.

—¿Estás bien? ¿Quién te trajo?

—Sí, tranquila. Un autobús.

—Skyler, estábamos muy preocupados, todos.

—Lo siento. Es el aniversario de la muerte de mi madre. Está aquí enterrada.

Leí entonces el grabado de la tumba, Diana DiAngelo. ¿DiAngelo?

—Ya, oye. Tenemos que irnos.

—No, no quiero irme.

—Skyler, vámonos. Todos están preocupados.

—No, no puedo dejar a mi madre sola hoy.

Suspiré. Unas voces se escuchaban por el auricular.

—Tenemos que irnos, órdenes del señor Vittori— dijo la voz.

—Skyler, vámonos. Corres peligro.

the girl in black; sapphic [COMPLETA]Where stories live. Discover now