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POV Cameron

Vittori había reunido a sus mejores hombres para ir a atacar. Fuimos hasta el arsenal del sótano y cogimos todo tipo de armas pesadas y munición, porque nos iban a hacer mucha falta, además de chalecos antibalas.

El camino a la casa fue terrible y se me hizo infinito.

—E se non arreivamo en tem...?

¿Y si no llegamos a tiem...?

—¡Stai zitto, Piero! —le grité.

¡Cállate, Piero!

—Scusa, calmati.

Perdón, tranquila.

Nadie habló más el resto del trayecto y era lo mejor que podían hacer. Estaba demasiado nerviosa como para controlar lo que fuera a decir o hacer. Nunca me había pasado, normalmente llegaba a las misiones con la cabeza fría, pero pensaba tanto en Skyler, que era prácticamente imposible.

—Giovanni, eres como mi hermano. No quiero morirme y que estés enfadado conmigo.

—Si yo hubiera diseñado el plan, probablemente saldríamos todos con vida.

—No, Gio. No había tiempo y no había otra manera.

—Yo la hubiera encontrado.

Al llegar, cinco de los mejores hombres de Vittori salieron con nosotros del furgón y caminamos unos quince minutos hasta llegar a la mansión, mientras tanto, Leonardo nos explicaba el plan detalladamente y lo que cada uno debía hacer.

Decidimos hablar en italiano por si alguno de nuestros auriculares terminaban en malas manos.

—Cameron, mi senti? —Escuché al otro lado de la línea.

Cameron, ¿me escuchas?

—Forte e chiaro, signore.

Alto y claro, señor.

—Entrano con attenzione, magari hanno cani.

Entrad con cuidado, tal vez tienen perros.

—Il meno che mi interessa sono i fottuti cani, DiAngelo —respondió Piero.

Lo que menos me preocupa son los jodidos perros, DiAngelo.

—Spari solo se è strettamente necessario, non abbiamo munizioni di riserva.

Sólo disparad si es estrictamente necesario, no tenemos munición de sobra.

La mansión era enorme, parecía un jodido castillo, hasta tenía torres. Con una motosierra de metal cortamos dos barras de la reja y nos colamos.

Corrimos hasta llegar a la entrada de la casa, donde tocamos el timbre y dos hombre enormes y armados nos abrieron la puerta, acto seguido apareció Alexei Sokolov, el temido pakhan.

—Una agradable visita, italianos.

Le quería borrar la sonrisa de la cara a tiros. Le apunté con mi arma justo en la frente, pero se rio como si fuera una especie de broma. Estaba empezando a dejar el plan de lado.

—Tienen órdenes de matar a la chica si me pasa algo. Yo que tú me quedaría quieta.

—Deja eso, Romani. —me dijo mirando a Alexei— ¿Dónde está mi niña?— fue lo primero que dijo Leonardo.

—Directo al grano, bien. Pasad.

Nos negamos, pero aparecieron más hombres, que se encargaron de hacernos pasar al interior de la casa.

the girl in black; sapphic [COMPLETA]Where stories live. Discover now