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POV Cameron

—En realidad cualquiera que no tenga nada que ver con la ley y sea leal a mi padre puede unirse a nosotros. Claro que ganarse la confianza de mi padre no es tan fácil. Además necesitas ser italiano para subir siquiera al rango de soldado.

En realidad yo ya me esperaba algo del estilo. Mantienen a la gente aquí casi como una obligación. A cualquiera le da miedo que le hagan daño a su familia o que le maten, básicamente si entras no sales. Como una cadena perpetua en la cárcel pero con lujos, muchos lujos.

Un momento... Yo no soy italiana... ¿Por qué hago el trabajo de un soldado? ¿Y por qué vivo aquí si el resto tienen sus propias casas y sus propias vidas?

—Sé lo que piensas, pero de verdad merece la pena dejar de lado tu vida para dedicarte a esto, o bueno, si eres amante de la adrenalina, entonces sí.

—La verdad no me quejo. No tengo nada que perder y a la vez tengo mucho que ganar. Cuando llegué aquí no tenía nada, y de hecho ahí fuera no hay nadie esperándome.

—¿Has pensado en volver a hablar con tus padres?

—A veces lo pienso. Pero siempre se me va la idea de la cabeza, no sé si quiero perdonarlos. 

Ni siquiera me criaron ellos, me criaron mi hermano mayor y una vecina que venía de vez en cuando a dejarnos comida cuando mis padres no estaban, y por si fuera poco a los catorce años me tiraron a la calle como a un puto animal. En mi último juicio ella y mi padre se habían vestido con ropa elegante para la ocasión, y en cuanto el juez declaró el caso cerrado lo único que hicieron fue sonreír como si se hubieran deshecho de un problema y se largaron contentos.

—¿Y si se disculparan?

—No lo harían, los conozco. Y lo más probable es que a este paso ninguno de ellos esté vivo.

Se drogaban tanto que daba gracias de que no hubieran muero por una sobredosis en ningún momento de mi infancia.

—¿Quieres que vayamos a la azotea?— preguntó.

—Claro.

Caminamos por los pasillos hasta llegar a la puerta que llevaba a la azotea, tal como el otro día nos sentamos en el banco que había allí arriba, el otro día no me había fijado pero tenía vistas al mar.

—¿Cómo sabes cuándo te gusta alguien?— preguntó.

—No lo sé, simplemente lo sabes. ¿Nunca te ha gustado nadie?

—Siempre me he negado a sentir cosas por los demás, así que a la hora de liarme lo hago con chicos, porque ninguno de ellos me gusta.

—No lo sé, Skyler. Lo sientes, el corazón se te acelera, te sientes feliz.

—¿Y cuándo besas a esa persona que se siente?

—Fuegos artificiales, mariposas en el estómago, como una montaña rusa de emociones por todo el cuerpo.

—Entiendo.

Me miró unos instantes y tomó mi mano.

¿Le gusto y por eso me pregunta todas estas cosas? ¿Por eso toma mi mano? ¿Por eso me besa? Es guapa, agradable y da buenos besos, pero seguía siendo la hija de un mafioso y eso no se lo podía quitar nadie.

—Sabes, en realidad Matteo no habla italiano tan mal, de hecho es políglota y habla seis idiomas fluidos. Finge no saber para que mi padre crea que no merece el cargo. No todos pueden hacer las cosas que hacemos nosotros y vivir con la conciencia limpia.

the girl in black; sapphic [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora