LA MARIQUITA

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Mira, mira, ¡mira!

Ven raudo.

Una mariquita se ha posado en mi brazo.

¡Estate atento! Cuando eche a volar, pide un deseo.

¿Un deseo?

Sí, un deseo.

¿El que quiera?

Sí. El que quieras.

Mira cómo surca el pelo en mi brazo, cosquilleando;

parece desorientada, camina sin rumbo cierto.

Cesaron las cosquillas al izarse sobre los pliegues de la camisa.

Da la vuelta, le digo...

Da la vuelta, le insisto...

Mientras, le ofrezco mi dedo...

Abre su pequeño caparazón rojo de lunares negros hecho alas.

Adivino que quiere volar y yo ansioso por mi deseo.

No quiero que se vaya,

pero el deseo por mi deseo es mayor que su pérdida.

En su torpeza casi fingida, casi cierta, le ofrezco mi dedo de nuevo...

Desde su extremo abrió las alas negras y rojas, aleteó y alzó el vuelo.

Pedí mi ansiado deseo...

Pedí mi deseo que no se cumplió.

Se fue, como mi deseo;

la mariquita se fue en vuelo.

Yo quedé triste y cabizbajo y pensé por qué.

¿Cuál fue tu deseo?, me preguntas...

Que no se fuera mi mariquita de caparazón negro y de lunares rojos.

Quizá el final de la mariquita es irse.

Quizá mi deseo es dejarla ir o tal vez que no lo haga.

No la veré más, pero si vuelve, quizá aliente su marcha.

Mi mariquita no le basta mi brazo por morada.

Cuando se posó por vez primera, fue simple casualidad.

Es la naturaleza de la mariquita.

Godoylicismos. Los Estados del AlmaWhere stories live. Discover now