Capítulo 23

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— ¿Te lo dije o no te lo dije? —Kevin se burló de ella mientras entraban en su departamento luego de la consulta con la obstetra.

— Si, lo dijiste. Es una niña. ¿Contento? —Nes recorrió el lugar lo más rápido que su panza le permitió y se recostó en la cama enfurruñada.

— ¿Qué pasa, Nes? —él se acostó a su lado y le acarició la barriga mirándola entristecido— ¿No te gusta que sea una nena?

— Oh no, Kev... Que sea una nena es genial —aclaró ella sonriéndole y luego hizo un puchero con sus labios—. Lo que no me gusta es perder.

— ¡Que boba y susceptible! —le beso la frente con dulzura— ¿Has pensado en algún nombre?

— No, a decir verdad no... Primero quería estar segura que iba a ser.

— No importa ya los pensaremos...

Él le acariciaba el cabello mientras ella tarareaba por lo bajo. De pronto, ella detuvo su melodía y se incorporó en la cama angustiada.

— ¿Y si... y si se parece a él? —le preguntó aterrada con los ojos abiertos de par en par— Yo la amo, pero no se si podré con eso...

— Sh... — Kevin la tomó entre sus brazos y comenzó a mecerla para tranquilizarla— No te preocupes, amor... Será una niña hermosa como su madre, de seguro heredara tu cabello rojo y esos ojos verdes como las aceitunas. Con eso será suficiente... Eres fuerte. Además estoy aquí, no pienso dejarte nunca... ¿Lo entiendes?

— Gracias, por todo lo que has hecho por mí... por nosotras —buscó sus labios y los besó con fervor, juntando los cuerpos lo máximo que podían.

— No hay casi ninguna cosa que no haría por ti —le confesó él antes de volver a besarla—. Te amo, pequeña Caperucita

El celular de ella interrumpió la romántica escena. Nes se levantó de la cama despacio, tratando de no hacer demasiado esfuerzo y fue a mirar el mensaje que le había llegado. Palideció al ver las palabras en la pantalla, pero creyendo que Kevin no lo había notado trató de disimularlo.

— ¿Pasa algo? —indagó Kevin que, desde la amenaza de aborto, estaba atento a cada uno de sus movimientos.

— ¿Qué? No, nada... —le sonrió con normalidad— Yo y ella —se señalo el vientre con dulzura— vamos por una ducha.

— Bien —él asintió sin creer en ninguna de sus palabras—. Ten cuidado. Cualquier cosa me llamas.

— Si, estaré bien —dijo encaminándose al baño.

Cuando ya no estuvo a la vista, Kevin se levantó de la cama y fue a buscar el celular de Nes que había quedado en la mesa. Tenía que saber que era lo que decía ese mensaje que tanto la había perturbado. Por suerte ella no lo había borrado.

“Hola, preciosa. ¿Te acuerdas de mí? ¿Por qué no respondes los mensajes? ¿No te parece hora de que el bebe conozca a su papito? De seguro tienes tantas ganas de verme como yo a ti. Estoy solito en casa... Ven. Dogo.”

Kevin apretó la mandíbula con ira. Ese malnacido la seguía molestando. Tenía que hacer algo al respecto, pero... ¿Quién era ese tal Dogo? Revisó los otros mensajes y terminó por descubrir que había más de uno; y que remontaban a meses atrás, pero en ninguno había información que pudiera ayudarlo. ¿Por qué ella no le había dicho nada? Kevin había creído que después de aquella última vez había habido sinceridad entre ellos, pero parecía ser que a ella aún le avergonzaba contárselo o era consciente de que él no iba a quedarse con los brazos cruzados.

Y tenía razón. Si quería saber quién era ese Dogo, solo había una persona a la cual podía acudir. Buscó su número en la lista de contactos de Nes, pues él en su vida hubiera agregado ese número a sus contactos. Aunque en ese momento era su única posibilidad. Marcó el número en su celular y le dio al botón de llamar.

— ¿Hola?

— ¿Joaquín? —preguntó para asegurarse.

— Si. ¿Quién habla?

— Kevin —se tragó su orgullo y fue al punto—. Necesito pedirte un favor.

— ¿Qué cosa? ¿Paso algo con Nes? —Joako del otro lado de la línea no entendía ni imaginaba que podía necesitar Kevin de él, a no ser que a Vanesa o al bebé le estuviera pasando algo.

— No... Bueno si. Ella está bien, pero él le sigue mandando mensajes... —se apresuró a explicarle mientras vigilaba la puerta del baño.

— ¿Él quien?

— El hijo de puta que la violó —estuvo a punto de gritar pero se controló—. Quiero saber quién es y como tú fuiste con ella al colegio y eres su amigo, tal vez lo sepas...

— Ella no me dijo quien fue.

— Me lo imaginaba, pero en realidad quiero saber si conoces algún tipo al que apoden Dogo.

— ¿Dogo? ¿Me quieres decir que quien le hizo eso a Nes fue Dogo? —Joako no salía de su asombro.

— Así firma el que le manda los mensajes —Kevin empezaba a perder la poca paciencia que se permitía tener con él—. ¿Lo conoces?

— Si era nuestro compañero de curso cuando iba con Nes, pero ahora está en otro. Su nombre es Diego —le contestó.

— ¿Sabes cuál es la dirección de su casa? —cada vez estaba más cerca de tener toda la información que necesitaba para vengarse.

— Si, ¿para que la quieres? —Joako comenzaba a presentir a donde iba todo esto y no le gustaba nada.

— Eso me lo dejas a mí... —le cortó Kevin sin ganas de discutir con nadie— Solo dímela y si puede vente a mi departamento porque no quiero que Nes se quede sola.

Aunque no muy convencido de ayudar, Joaquín apareció en el departamento de Kevin veinte minutos después. El dueño de casa le abrió la puerta y lo hizo pasar en silencio, pues Vanesa dormía plácidamente encorvada sobré su hinchado vientre para protegerlo.

— Siempre duerme así —le explicó Kevin a Joako cuando este se la quedo mirando—, y suele tener pesadillas sobre que le quitan el bebé. Ese malnacido se merece mucho más que ser encarcelado... Mira como la está haciendo sufrir...

Joako sabía perfectamente cómo se sentía Kevin al respecto, pues él también guardaba un odio asesino hacia aquel que le había hecho daño a su amiga. Sin embargo creía que lo mejor era dejar la justicia a manos de la policía y no de ellos.

Kevin caminó hacia donde estaba su novia y la despidió depositando un suave beso en la cabeza de ella. Luego caminó a la salida: — Me voy.

— No tardes... —dijo Joako, pero Kevin ya había cerrado la puerta.

Miró a Nes que seguía dormida y pensó que no le gustaría estar ahí cuando se despertara preguntando por su novio. ¿Por qué no lo había parado? Se dejo caer en una silla, aun con la vista fija en su amiga.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now