Capítulo 14

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Única salida

Un segundo basto para que la imagen quedara grabada en su cabeza, la chica estaba contra la pared, él con una mano apoyada al lado de su cabeza, le comía la boca como si no le importara nada más. Quería pensar que ese no era Kevin, pero era su cabello rubio, su ropa… Hubiera dado todo porque aquello no fuera cierto. No quería aceptarlo, pero tampoco podía negarlo. Kevin había sido un gran actor y ella una espectadora que se había llegado a creer que su personaje era real. En ese instante, observando cómo besaba a otra, sabía que lo que él había hecho por ella no era más que caridad.

— No se vaya aún —le dijo al taxista—. No me quedaré aquí, ya vi lo que necesitaba.

Volvió a subir al auto, con su corazón en el puño, e indicó una nueva dirección que le pareció indicada, esperaba no equivocarse esta vez.

***

Dolores estaba haciendo de comer, cuando vio por la ventana de la cocina que un taxi frenaba frente a su casa. No tenía idea de quien venía a verlos a esa hora. Dejo lo que estaba haciendo y se limpió las manos con el repasador, mientras caminaba hacia la puerta que en cualquier momento tocaría la pasajera que había bajado del auto.

Fue así, el timbre se hizo escuchar en la casa al estar ella frente a la puerta. Espero unos segundos para mostrar normalidad y abrió. Del otro lado del umbral, estaba una joven de cabellos rojos que la miraba apenada.

— Hola, señora —saludo con educación retorciéndose las manos—. ¿Estará Niqui?

Dolores suspiró. Niqui y sus conquistas, hacía mucho que no venía una a su casa, porque ella se lo había pedido así. Le molestaba que las trajera sabiendo que no le duraban ni un mes, pero que podía hacer en ese caso, sino aceptarla; la pobre niña no tenía la culpa de lo que hiciera su hijo.

— Si, pasa —le dejo lugar—. Soy Dolores, su madre.

— Vanesa —ella entró en la casa.

La guió a la sala, rogándole que se pusiera cómoda, cosa que no parecía posible pues la joven temblaba intentado contener las lágrimas.

— Cariño, ¿estás bien? —le preguntó apoyado una de sus manos en el hombro de Nes.

— Si, no se preocupe señora —la joven le sonrió sacando fuerzas.

— Bien…

Salió de la habitación no muy convencida de las palabras de ella y se dirigió a la cuarto de su hijo. Se asomo sin avisar, encontrándolo tirado en su cama con la guitarra entre sus brazos.

— ¡Mamá! —reclamó  enojado de que nunca tocara antes de entrar— Para algo está la puerta.

— Te buscan… —el aviso sin dejarse provocar por la quejas de él.

Por la cara que su madre puso antes de irse, Niqui supo que no era algo bueno. Asique se puso en pie rápidamente y se preparó para discutir un rato si era necesario. Con esa predisposición, camino a la sala.

— Rodrigo, hombre te dije que te paga… —iba diciendo cuando vio a Vanesa parada en mitad de su sala— ¿Qué haces aquí?

Ante esa pregunta, Vanesa se sintió una tonta. Se había presentado ahí sin avisar simplemente por un impulso.

— Lo siento, no de debí venir —dijo tomando su bolso del sillón.

— No… perdón —él la detuvo tomándola de la mano—. Me sorprendió verte aquí.

Su mirada se encontró con los ojos aceitunados de ella, que estaban húmedos y a punto de desbordase.

— Oye, ¿estás bien? —le puso una mano en la mejilla para verla mejor.

— No —negó mientras él la abrazaba contra su pecho.

— Tranquila, cariño —le acarició el cabello y la acompaño al sillón para que se sentara—. Cuéntame que paso.

— No tengo donde ir —confesó Nes avergonzada. Tomó una respiración y le contó que había peleado con su madre y lo que había descubierto de Kevin, todo omitiendo el hecho de su embarazo.

— Todo va estar bien —aseguró Niqui con seguridad—. Te puedes quedar aquí.

La abrazó nuevamente, reteniéndola en sus brazos hasta que ella se durmió entre lágrimas. La levantó con suavidad del sillón y la llevó alzada a la cama de su madre para que descansara. Cuando salió de allí vigilando que siguiera dormida, se encontró con su madre en el pasillo.

— ¿Qué significa esto, Camilo? —Dolores arrugó el entrecejo y puso los brazos en jarra.

— Puedo explicarlo, pero no aquí… —señaló hacia la cocina pero su madre no se movió— Acaba de dormirse no quiero despertarla.

Dolores se resignó y siguió a su hijo a la cocina.

— ¿Y bien? —dijo mientras Camilo ponía la pava para el mate.

— Es mi amiga… lo digo enserio, no estoy con ella —le aseguró—. Aunque me gustaría, pero tiene novio o tenía. No es el punto, necesita un lugar para quedarse unos días... Discutió con su madre muy feo y ella la echó de la casa. Se iba a quedar de su novio, pero cuando llegó a donde vive, parece ser que lo vio con otra… y ahora está destrozada.

— Supongamos que acepto que se quede aquí, ¿dónde dormiría?

— En mi cama…

— ¿Y tú?

— A su lado… —Niqui tuvo la satisfacción de ver una mirada reprobatoria de su madre— Era broma, en el sillón.

— Bien, puede quedarse —aceptó Dolores por pena hacia la niña—. Pero nada de estupideces, Camilo…

— Te amo, vieja —dijo el abrazándola y dándole un beso en la mejilla.

— Vieja será tu abuela —lo regaño, quitándoselo de encima—. Ahora ayúdame con la cena, algo tenemos que comer.

Niqui se puso de buena gana a cocinar con su madre, el día le brillaba. Tenía como caída del cielo la oportunidad de comenzar algo con Vanesa. No iba a desperdiciar un solo minuto de los que ella pasara en su casa. Iba a conquistarla, así le costara lo inimaginable.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now