Capítulo 29

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Luz

La luz se colaba por la ventana a través de las finas cortinas, amanecía y todo parecía tan cálido. A Vanesa se le cerraban los parpados del sueño, pero no se atrevía a dormir. Temía que de hacerlo esa sensación tan dulce que la rodeaba desapareciera. Sacudió la cabeza para despejarse y miró a su lado, a la pequeña beba que descansaba en la cuna.

A pesar de haber nacido un mes antes, tenía el peso justo y ningún problema de salud. La veía tan chiquita, con su piel sonrosada y esa pelusa rojiza que era su cabello. Dormía tranquila, después de haber obtenido su ración de leche materna, sus labios estaban entreabiertos, sus manitos a cada lado de su cabeza y sus piernas atrapadas en las sabanas, cuidadosamente colocadas por Susana.

Aún no podía creer que fuera madre. Sentía deseos de tenerla en sus brazos a todas horas, pero no se atrevía a hacerlo sin supervisión. Temía por su torpeza, su inexperiencia. Estiró la mano con la intención de acariciar su cuerpecito, pero la retrajo rápidamente asustada de despertarla, de hacerla llorar y no saber cómo calmarla.

De repente, los nervios la invadieron y ya no quería estar sola. Susana, su marido y Juan Pablo se habían marchado a terminar con el entierro. Nes gimió triste. Qué ironía que el mismo día que su gran amor era enterrado, su niña saliera al mundo.

Tomo su celular de arriba de la mesa de noche que había del otro lado de la cama. Y decidió que era hora de avisarle a su familia que había tenido a su bebé. No había visto a ninguno de sus hermanos por allí por lo que supuso que Joako no había tenido tiempo o cabeza para darles la noticia. Les escribió un mensaje a ambos y luego marcó para llamar a otra persona.

— ¿Hola? —la voz soñolienta de Pamela, le hizo recordar que era demasiado temprano para llamar.

— Yo lo siento.

— ¿Vanesa? —preguntó su amiga más despierta— ¿Sucede algo? ¿Estás bien? ¿Están bien?

— Si, no te preocupes... Lamento haberte despertado —Vanesa desvió la vista de su hija y miró las sabanas de su cama, sabiendo que le debía una disculpa a su amiga—. Yo quería pedirte perdón por como te traté ayer.

— ¿Para eso llamas a esta hora, Nes? —escuchó el gruñido bajo que dejo escapar Pame— No hay nada que perdonar tontaina, sé que no era tu mejor día. Además para eso están las amigas, para soportar los malos días.

— Gracias... —a Vanesa se le aguaron los ojos, a pesar de que después de llorar al ver por primera vez a su niña había prometido no hacerlo de nuevo. Se secó las lágrimas de un manotazo— En realidad, te llamaba para avisarte que ya di a luz.

— ¡¿Qué?! —el gritó que atravesó la línea sorprendió a Nes— ¿Cuándo? Pero si todavía faltaba un mes...

— Fue anoche, me tuvieron que hacer una cesárea de emergencia —mientras explicaba escuchó movimientos del otro lado—. Igual estamos las dos bien y ella es preciosa... y.... —volvió a lagrimear— soy feliz.

— Claro que eres feliz, linda —los movimientos pararon y Nes pudo imaginar cómo su amiga sonreía—. Bueno, dime donde estas que ya voy para allá.

— No hace falta... Estoy bien —le aseguró mirando hacia la puerta, sabiendo que Camilo estaría en el pasillo, porque a pesar de que ella lo había mandado a casa, él había abandonado su día completo para  quedarse a su lado—. No vengas ahora, duerme un rato y ven en horario de visita...

— ¿Estás bien de verdad? —cuestionó ella suspirando resignada.

— Si, mañana me dan el alta y volveré a casa.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now