Capítulo 9

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Escapadita

Cuando volvió de su paseo, Vanesa se vio enfrentada a su madre que estaba furiosa y que la dejo castigada sin poder salir. Su padre decidió que como modo de precaución, él la llevaría e iría a recoger al colegio. De esa manera se pasaron varios días sin que Nes pudiera respirar tranquila.

— Sonia —Nes hablaba en susurros pegada a la pared del baño de chicas del colegio—, ¿tienes algo que hacer esta tarde?

— No, cariño —aunque dispuesta a ayudarle, a su hermana se el hizo raro que la llamara a esas horas—. ¿Qué precisas?

— ¿Podrías decirle a papá que me pasaras a recoger tú? —le suplicó con urgencia de escaparse del control parental— Necesito hablar contigo y que me lleves a un lugar.

— Está bien, veré que puedo hacer. Estate atenta la celu, te mandaré un mensaje. Ahora vete a clases —terminó por regañarla con dulzura.

Vanesa se permitió soltar una risita ahogada. Y cuando el auto de su hermana la pasó a buscar a la salida del colegio, estuvo a punto de saltar de alegría.

— Suerte, Nes —Pamela le guiño un ojo antes de que se separaran en la puerta—. Saluditos a él y haber si algún día me lo presentas.

— Lo prometo, cuando todo este más tranquilo... —le sonrió y corrió al coche olvidándose de vigilar, como hacia siempre, que Diego no anduviera por ahí.

— Hola, Caperucita —Sonia le dedicó una mueca burlona a su hermana menor cuando ocupó el lugar del pasajero.

— Gracias por tu ayuda —Nes la beso en la mejilla, un gesto fraternal que no hacía hacia mucho tiempo.

Sonia frunció en ceño sorprendida.

— ¿Por qué tan vigilada, nena?

Nes pegó un respingón en su asiento. Como no había preguntado nada durante la llamada, había creído que su madre ya le había comunicado la “noticia”.

— ¿No lo sabes? —su hermana negó con la cabeza— Eh... Pues...

— Oh, Caperucita... ¿Qué tan malo puede ser? —se encogió de hombros restándole importancia— ¿Acaso tienes novio y papá no quiere que lo veas?

— No es... solo eso —debía mantener la mentira—. Sonia...

— No me digas que los descubrió en algo inapropiado —fingió escandalizarse antes de soltar una risa.

— No, So. Es más irremediable que eso —poso ambas manos sobre su abdomen y bajo la vista.

— Puta madre —maldijo por lo bajo al darse cuenta—. Voy a ser tía y nadie se había dignado a decírmelo, ¿verdad? —no obtuvo mas afirmación que un “aja”— ¿Cuándo iban a darme la noticia? —esperó con una cálida mirada a que Vanesa le respondiese.

— ¿No vas a enojarte y retarme? —cuestiono ella sin creérselo.

— ¡¿Qué?! Oh, no... Caperucita eres joven y cometiste un error, pero ¿de que me sirve gritarte ahora? —le acarició la mejilla— Mejor es ayudarte, ¿no lo crees?

— Gracias, gracias... —Vanesa escondió el rostro en la falda de su hermana, llorando— Gracias, So...

— Ya... —Sonia se mordió la lengua cohibida— ¿Dónde necesitas que te lleve?

— Ah... —Nes levanto el rostro sorbiendo por la nariz.

Veinte minutos mas tarde estaban estacionando el coche frente al edificio donde vivía Kevin.

— ¿Me esperas un ratito? Voy a ver si esta... si no me llevas a casa.

Se bajo del auto y camino hasta el portero eléctrico. Tocó el número de él, pero nadie contesto. Probó una vez más y lo mismo. Volvía, desilusionada, con su hermana cuando vio que la moto  de Kevin entraba  a toda velocidad al estacionamiento.

— Él esta aquí, si quieres puedes ir... —había corrido al auto y hablaba con su hermana por la ventanilla— O si no baja...

Sonia se apeó cerrando bien el auto y activando la alarma.

— ¿Quién es él? —cuestionó mirando el edificio.

— ¿Nes? —Kevin venía caminando hacia ellas.

Ella se apresuró a alcanzarlo y a rodearlo con sus brazos, a lo que él respondió acariciando su cabeza.

— Hola, Kevin —saludo Sonia con su simpatía característica.

— Buenas tardes —replicó él y tomó el rostro de Vanesa entre sus manos— ¿Cómo estas?

— Bien, bah, mejor...

— Ok —se rascó la cabeza— ¿Quieren pasar?

Kevin se puso en camino, Nes fue detrás y Sonia les siguió aun sin saber muy bien que hacían allí.

Nes camino al lado de Kevin y le tomó la mano.

— ¿Qué le dijiste a ella? —le susurró él.

— Que estoy embarazada, pero debe estar más que desorientada de que le pidiera venir aquí —le respondió ella en voz bajísima para evitar que Sonia, unos pasos más atrás, los escuchara—. ¿Estas seguro? Me refiero a lo que le dijiste a mis viejos y a Tony, de que eres el padre.

— Si —aseguró sin pensárselo.

— No te puedo pedir tanto...

— Quiero hacerlo —se subieron al ascensor y él presionó el botón del piso número 3 después de que Sonia hubiese entrado.

El resto del trayecto lo hicieron en silencio. Ya dentro del departamento, Kevin les invitó a tomar asiento y se puso a preparar el mate.

— ¿Cómo has estado, Kevin? —preguntó Sonia con educación.

— Bien, gracias.

— ¿Qué tal Tony? —dijo con ingenuidad— Hace mucho que no lo veo.

— Supongo que está bien —dijo ante la asombrada expresión de Sonia—. Tuve una pelea con él. Hará cosa de dos semanas que no nos hablamos.

— ¿Qué sucedió? Digo, no es que quiera ser una chusma, pero me resulta raro. Han sido amigos desde que tengo memoria.

— Si, mas hice algo que a él no le gusto y todo se acabó.

Mientras escuchaba la conversación, a Vanesa, la comía la culpa. No tenía derecho a quitarle su vida a Kevin.

— Que bueno que viniste, Nes —él cambio el tema de conversación a sabiendas que a ninguno de los dos les hacia bien—. Tengo que hablarte de algo importante. Tenemos que ir a un medico y cuidar que todo este bien con el bebé.

— ¡¿Tu ya lo sabias?! —exigió saber Sonia indignada.

— Él fue el primero que lo supo, So —trató de explicarle Nes—. Él debía ser el primero.

Sonia paseó la mirada entre los dos durante un instante antes de caer en la cuenta de lo que su hermana le quería dar a entender.

— Ah, bien —no sabía como reaccionar— ¿Queres que te pase el nombre de mi obstetra? Es muy buena.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora