Capítulo 19

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La cosa más bella

— Siempre te consideré mi niña bonita —comentó Kevin mientras aún se mantenían abrazados y Nes escudriño su rostro en busca de algún indicio de broma—. No me mires así. Lo digo en serio. No te hace una idea hace cuanto que te miro, te quiero, te deseo... —acarició su cuello con la nariz de tal manera que un escalofrío recorrió el cuerpo de ella.

— Haber... ilumíname... ¿Hace cuanto? —disimuló sus ansias de saberlo con una risilla.

— Mucho —declaró él sin dejar de explorar su cintura.

— ¿Hace cuanto, Kev? —Nes no se dejó distraer por los mimos y rogó para que respondiera.

Kevin la miró con cariño, con amor... Sabía que ella necesitaba pruebas que le demostraran que no le mentía y él estaba dispuesto a tomarse la vida entera para dárselas, para probarle que realmente la amaba.

— La primera vez que te vi, tendrías unos cinco años... No me malinterpretes, no creo que en ese momento supiera que te amaba, pero me parecías de lo más linda y aunque no te miraba románticamente me encantaba pasar tiempo contigo —le acarició la mejilla mientras recordaba su infancia—. Me ilusionaba pasar los fin de semana en casa de Tony, antes creía que era porque era divertido estar con mi amigo, ahora sé que era porque no podía pasar una semana sin nuestros viernes de juegos —Nes sonrió compartiendo el recuerdo de esos días con él—. Eras endemoniadamente buena en el Scrabble —Kevin lanzó una carcajada al aire, pero luego posó su mirada dulce en ella—, y siempre escuchabas lo que tenía que decirte sin juzgarme... Charlábamos largo rato cuando tu hermano se dormía... Hasta que al final te dormías en mi hombro de tanta palabrería mía. Adoraba esos momentos, aún los adoro.

— Pero nos dejaste sin ellos al volver de España —lo acusó ella alejándose de sus brazos—. Ni siquiera me hablabas, más que para saludarme...

— Eso prueba que te amaba, que te amo —Kevin intentó volver a abrazarla, pero ella lo evadió y desde lejos lo observó dolida.

— Explícate, porque para mí lo que dices no tiene ni pies ni cabeza.

— Como ya te dije, me encantaba la relación que teníamos... Cuando tuve que irme de intercambio a España, me sentí triste de dejarlos a ti y Tony aquí, pero por sobre todo a vos. Así que para el momento en que debía volver me hallaba excitadísimo de verlos, de recuperar nuestros viejos tratos que se habían maltrecho un poco con la distancia... Recuerdo que mamá se enojo, porque a penas llegue, corrí a su casa a verlos sin dedicarle mucho tiempo a ella...

— ¿A dónde quieres llegar? —lo cortó ella— Aun no entiendo...

— Al irme, deje a mi amiguita de 14 años, que aún coleccionaba cosas rosas; pero al volver, ella se había ido... Quiero decir, ya no era una niña, te habías desarrollado, te habías llenado de curvas... Eras una mujercita de ojos verdes —suspiró a la vez que la escaneaba con sus ojos celestes—. Si me aleje, fue para protegerte...

— ¡¿De qué?! —tanta vuelta estaba exasperando a Vanesa.

— De mi... —se encogió de hombros— Me costó mucho, pero sé que fue lo correcto. Yo tenía 18 años, era un adolescente hormonal y tu demasiado inocente. Si seguía a tu lado, iba intentar llevarte a la cama, a mi cama... —una sonrisa pícara se extendió por su rostro— Pero solo había malos resultados para eso. Si me rechazabas iba ser horrible, para los dos; y si te dejabas llevar, también iba ser horrible. No me hubiera perdonado arruinarte la vida a esa edad, aún no era tiempo para eso...

— ¿En serio? —Vanesa levantó una ceja de forma acuciante— ¿En verdad pretendes que me crea ese cliché?

— Eso creo... —admitió él un poco decepcionado de la reacción de ella— Bueno, pero si no me crees no importa. Lo único que necesito que te creas y entiendas... —en dos zancadas se acercó a Nes y sin dejarla escapar la atrapó entre sus brazos— es que te amo con toda mi alma.

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