Capítulo 3

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El confidente

Kevin se retorcía las manos inconscientemente. Oía le correr del agua dentro del baño hacia más de veinte minutos. Sino encontraba pronto algo más en que distraerse, nada impediría que entrara en el baño para ver que sucedía.

El pitido de la pava hirviendo le sacó de sus cavilaciones. Tomo dos tazas de la alacena y saquitos de tilo de su cajita. Sirvió el agua con exagerada lentitud y se sentó en la mesa frente a la suya. De a grandes tragos, que le quemaban la garganta, se tomó el contenido de su taza como si fuese un medicamento.

Miró la puerta blanca nuevamente y no aguantó más, se puso en pie dispuesto a proseguir con sus ideas, cuando esta se abrió y Vanesa reapareció. Llevaba puesto un buzo gris y una remera holgada, que el mismo le había dejado. Se le había ido esa imagen demacrada, pero seguía si expresar sentimiento alguno en su rostro.

Caminó hacia la mesa y tomó asiento en una de las sillas, Kevin la imitó. Empujó la taza que había preparado para ella en su dirección. Nes cogió la taza entre sus manos y se la acercó a los labios. Agradeció enormemente el silencio que se prolongó en el rato que ella tardó en terminarse el té.

— Gracias —musitó bajito Nes al dejar la taza vacía sobre la mesa—. Por el té… y por todo lo demás.

Él le sonrió amablemente, pero no dijo nada. Esperaba con impaciencia que ella le explicara que le había sucedido. A su vez ella, recibió la sonrisa con cierta alegría, pero no pudo corresponderla pues la invadía el miedo de saber lo que él esperaba.

— No creo poder —confesó ella al fin—. No me malinterpretes. Me gustaría contártelo, pero no sé si prode aguantar revivir todo otra vez.

Kevin reaccionó con preocupación ante las palabras de ella.

— Lo siento… —era sincero—, pero necesito saberlo— eso no era del todo mentira. Él realmente necesitaba saber que le había sucedido para calmar sus propios miedos o para simplemente confirmarlos—. ¿Qué te paso? ¿Por qué estabas sola en mitad de la calle y a estas horas? Que se yo… contesta algo.

Nes tragó con fuerza y decidió que lo mejor era hablar, desahogarse ahora que podía.

— Fui a una fiesta en casa de un compañero del colegio —comenzó algo titubeante—. Todo parecía tan divertido, o eso suponía hace algunas horas. Nos habíamos arreglado en casa de Katy, una amiga. Yo le había dicho a mi vieja que me quedaba en lo ella a dormir… No sabía nada de la fiesta.

Sus ojos reflejaban el arrepentimiento que la inundaba, así también como el temor que tenía a esos recuerdos.

— ¿Y? ¿Qué paso? —Kevin intentaba no apurarla, pero como ella no continuaba insistió con suavidad. Nes comenzó a juguetear con sus dedos sin mirarlo a los ojos.

— Bueno… todos se fueron yendo… Katy también… Quedé sola con un chico… Me invito a pasear en su coche… y luego... su casa…

Se detuvo ahí, no quería seguir adelante y dejar más claros los recuerdos aun tan recientes. Sabía  que si seguía lloraría de vuelta y no lo quería. Ya estaba harta de ello. Restregó el dorso de la mano por sus ojos, como si quisiese borrar lágrimas que aún no brotaban. Levantó la vista, para descubrir que Kevin no estaba más sentado, sino que se paseaba de aquí para allá recorriendo en segundos los pocos metros de la cocina.

— En su casa… escuchamos música… cantamos… bailamos —continuó con su voz temblorosa y se reprendía el haberse sentido tan feliz en aquel momento—. Todo bien… hasta que…

Kevin frenó en seco cuando ella dejo de hablar. Ojos húmedos… un chico… música… No sabía qué, pero sabía que había algo que no cuadraba. Tal vez él la había rechazado… tal vez no era algo malo. Quería creerlo así, pero tenía el mal presentimiento de no era tan fácil.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now