Capítulo 28

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Nubes negras

Un temblor le recorrió la columna vertebral a Vanesa e inconscientemente escondió su cuerpo tras él de Niqui, agarrándose de su brazo. Él irguió su cuerpo por puro instinto y miró al recién llegado con mala cara.

— ¿Qué quieres? —preguntó ella animada por la protección de Niqui.

— Verte... —Dogo le sonrió de madera ladina, que hizo que a Nes le diera una arcada— Así que, ¿Quién es este pendejo? Tu novio de turno.

En sus manos, Nes pudo sentir como el cuerpo de Niqui se tensaba. Ella solo podía temblar. Tenía miedo. Miedo de que Diego le hiciera algo o que sus palabras alejaran a Niqui de su lado. Sobre todo miedo de saber que pasara lo que pasara, ya no tenía a Kevin para consolarla.

— No hablas... Bien, hablaré yo —la retó con una mirada y una sonrisa triunfante se extendió por su rostro al ver como Vanesa se encogía temblando. Luego se dignó a mirar a Camilo—. ¿Tú también caíste en su actuación de ratita muerta? ¿En serió crees que esta puta esta tan desvalida como se muestra?

Niqui apretó la mandíbula, sin decir palabra. Quitó su brazo de entre las manos de Nes y le rodeó la cintura para tenerla más cerca, para evitar que siguiera temblando. No tenía ni idea del quién era ese tipo, pero no le gustaba como la estaba tratando.

— ¡Ven aquí, Vanesa! —le ordenó Dogo, vigilando la mano de Niqui depositada en el vientre abultado de ella— Tu quita las manos de mi...

— No... —rogó Nes en un murmullo ahogado. No quería que nadie más supiera cual era su relación con él. Nadie tenía que enterarse de eso, no quería volver a humillarse. La beba era suya, no permitiría que nadie más supiera que su tesoro tenía algo que ver con Dogo. Para todos, el padre de ella sería Kevin, y para Nes también.

— ¿No? —Dogo notó el temor en el fondo verde de sus ojos y se regodeó por ello, pero aún así no dijo nada más del tema— Por lo que veo, no te cuesta mucho encontrar alguien para rellenar el vacío en tu cama... puta...

Los nudillos de Niqui se pusieron de un blanco casi transparente de tanto que apretaba los puños. Se adelantó un paso, decidido a golpear a ese tipejo, pero Nes lo sostuvo como pudo.

— Haber si dejas de hablarle así a ella, porque te la vas a ver fea —le advirtió Camilo, con una mirada fiera que Nes jamás le había visto.

— Como quieras machito... Yo solo digo verdades —Dogo se encogió de hombros con sorna y se apoyó tranquilamente sobre el poste de luz que había allí—. Si no fuera tal ligerita de piernas no estaría preñada...

Niqui no aguantó, se sacudió a Nes de un manotazo, salvó los tres metros que lo separaban del tipo para enterrar su puño certeramente en su mandíbula y luego se retiró hacia atrás para que no se la devolviera.

— Vuelve a decir algo así y la nariz no es lo único que te sangrara, hijo de puta —él estaba lo suficientemente enervado como para temblar y bufar con furia.

Dogo se sacó la sangre del rostro, un tanto sorprendido por el ataque. No había creído que aquel tipo tan gallito se animara a acercársele siquiera. La sangre le hervía y estaba dispuesto a vengarse de ese, ya lo había hecho con Kevin, no tendría problema de arreglárselas con otro mas. Lo observó distraerse cuando Nes se le colocó al lado otra vez y estuvo seguro de que esa era su oportunidad.

— ¡¿Qué haces tu aquí?! —Julio que venía caminando de la mano de su mujer como a media cuadra, le soltó y corrió a donde se encontraban.

Nes lo vio turbado y hasta enardecido. El semblante de que aquel hombre, que usualmente solía ser amable, estaba cruzado por odio. Un odio que parecía muy real... muy palpable aún de lejos.

— Julio —llamó la atención del padre de Kevin, quien se volteó a mirarle con una expresión más dulcificada—, ¿le conoces?

— ¿Si le conozco? —desapareció todo rastro de dulzura de su expresión— El asesino a mi hijo...

Los ojos verdes de Vanesa se abrieron al tope de su capacidad. Su primer pensamiento fue que la suerte le estaba jugando una broma demasiado macabra. Miró a Susana en busca de respuestas a la miles de preguntas que le saltaban en el interior de su cabeza. La mujer solo cerró los ojos en un sollozó. Eso bastó para que detonara.

Vanesa se alejó de al lado de Niqui y caminó con paso medido hacia Diego. Llegó al frente de él, temblando, pero por primera vez no de miedo. Si no de rabia, una rabia que comenzaba a desbordarse. Podía violarla y ella le tendría miedo para toda la vida, pero se había metido con su corazón, le había quitado lo único que ella había amado más que su propia vida, había destruido una vida completamente inocente y casi ajena al vínculo insano que ellos dos tenía. Eso, ella no era capaz de dejarlo pasar.

Lo miró a los ojos grises, que una vez había creído bonitos, mas esa vez solo le producían asco, y levantó su pierna con toda la fuerza que pudo golpeándole la entrepierna. Luego mientras él se quejaba comenzó a rasguñarlo y golpearlo con histeria.

— ¡Perra! —gritó Diego cogiéndola del cabello con fuerza y haciendo que ella gimiera del dolor.

— Suéltala —Niqui iba a separarlo por la fuerza.

— Mas te vale soltarla y retirarte de aquí si no quieres que te meta otra denuncia por agresión... —la amenaza de Julio surgió baja y entre dientes, pero con la suficiente furia para que algo de precaución rondara en la cabeza de Dogo.

— Yo solo vine a dar mi pésame, señor —se jactó irónicamente y se alejó caminando de allí, no sin antes murmurarle algo al oído de Nes—. Esta me la pagas, perra.

En cuanto, Diego estuvo fuera de vista Vanesa se dejo desmoronar y rompió en llanto otra vez. Susana se acercó a abrazarla, susurrando palabras de consuelo en su oído, intentando calmarla.

— ¿Qué sucedió aquí? —Joako había salido de la sala llamado por el revuelo y al ver a su amiga llorando dirigió una mirada asesina a Camilo— ¿Qué le hiciste?

— ¿Qué? —preguntó Niqui mas preocupado por Vanesa que por las acusaciones del joven.

— No ha sido él, Joako —Nes se soltó del abrazo de Susi y fue a apoyarse en él—. Ha aparecido Diego...

— Si, le ha dicho un montón de estupideces... —acotó Niqui.

— ¿Te ha hecho algo mas? —cuestionó Joako exaltado tomándola del rostro a su amiga.

— Solo me ha jalado del pelo, pero antes yo y Camilo lo hemos golpeado —le comentó a su amigo, para relajarlo—. Joako... —volvió a llorar con fuerzas—  Él me ha quitado a mi Kevin...

Joaquín la miró paralizado. Por supuesto, él ya lo sabía a eso, mas no creía que fuera el momento de revelarse. No quería agregarle más angustias ni contrariedades y, en su fondo más egoísta, tampoco quería ser culpado por no detenerlo. Eso era un peso que ya llevaba encima y que jamás le abandonaría.

— Tienes que calmarte, Vanesa —Susana salvó a Joaquín de dar una respuesta a la revelación de Nes—. No le hará bien a la niña.

— Estoy bien, Su —Nes respiró hondo y le sonrió, a la vez que separándose de su amigo acariciaba su abultado vientre con tranquilidad—. Volvamos adentro.

Todos asintieron sin discutir y se dirigieron a la puerta de la sala. Cuando, Nes, que iba a la cabecera iba a cruzar la puerta una puntada de dolor le cruzó el cuerpo partiendo desde su vientre y ella se dobló gimiendo. Su mente viajo a meses antes cuando tuvo la amenaza de aborto y su corazón retumbó asustado en su pecho, a la vez que un líquido bajaba mojando sus piernas.

— ¡Mi bebe! —chilló Nes mirando horrorizada a Susana.

— Tranquila, cariño —Susana esquivó a su marido y en segundo estuvo junto a la joven—. Solo has roto aguas...

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now