Capítulo 4

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Sorpresa

Dos meses después…

Nes se miró al espejo, tenía los ojos húmedos y sentía la boca seca. Volvió la vista nuevamente al calendario que brillaba en la pantalla de su celular. Contó los días con los dedos y suspiró frustrada, no había error alguno. Su periodo tendría que haber aparecido una semana atrás.

“Tranquila” se dijo a sí misma “Es el maldito retraso de todos los meses”. Se lavó el rostro con agua para borrar todo rastro de su angustia. Decidió que no había por qué preocuparse, esperaría la próxima semana que de seguro ya llegaría. ¿Le había venido el mes anterior? No lograba recordarlo.

— ¿Todo bien? – Pamela salió de uno de los cubículos a su espalda y le sonrió con amabilidad.

Nes esbozó una sonrisa, asegurándose en el espejo que fuese creíble, y se volteó a ver a su compañera.

— Si, nada de importancia… —mintió lo mejor que pudo— Me salió otro punto negro.

Se apuntó la nariz que ya tenía otros. Pamela puso cara de asco mientras se acercaba al lavabo, pero al abrir la canilla parloteaba con alegría sobre su última cita con Emiliano. No paró hasta llegar al aula, ahorrándole a Nes el hablar sin ganas.

Por primera vez, Nes observó con atención la clase de historia intentando captar cada palabra que la profesora decía. Pero se paso la hora de música alisando las tablas de su falda con histeria. Para su suerte la jornada ya terminaba. El sonido del estrepitoso timbre le llenó de alivio.

Se esmeró en mantener la rutina como si fuese un día cualquiera. Paró en el camino en el kiosco de siempre. Luego de comprar un jugo de manzana y rechazar el alfajor que le ofreció Dora, la dependienta de allí, salió de local sin ojear ninguna de las revistas, a pesar de ser uno de sus hábitos.

— Hola, bonita —el conocido saludo le hizo sentir tranquila por un minuto—. ¿Cómo te fue en el cole?

Nes se abrazó al delgado torso de Kevin y se quedó mirando como el sol largaba destellos dorados al rebotar en su ondulado cabello rubio. Él siempre lograba calmarla. ¿Cómo lo conseguía? No tenía ni la más mínima idea, pero la simple perspectiva de tenerlo junto a ella lograba aflojarle cualquier tipo de miedo.

Desde que la había rescatado aquella madrugada de la calle, Kevin jamás había abandonado a Nes. Como su familia no sabía nada de lo que le había sucedido aquel fin de semana, él era el único capaz de apoyarla. Siempre se encontraban en aquel kiosco, pues temían que si la iba a buscar al colegio corrieran los rumores y llegaran al oído de la familia de ella.

No querían que nadie supiera que ellos se veían. No… Eso solo crearía sospechas. Kevin lo sabía y lo entendía, pero le costaba horrores mentirle a su amigo. Todo lo hacía por ella, por no verle sufrir… Porque le amaba a pesar de todo.

Kevin notó que Nes aun seguía cogida de su cintura. La separó con delicadeza y le tomó la mano para caminar. Así tomados de las manos parecían una pareja, pero bien sabían ambos que no lo eran. Kevin se convencía día a día que ella solo lo necesitaba de soporte, y Nes creía que el solo le tenía lastima. Si supiesen lo equivocados que estaban uno del otro.

— ¿Y? —Kevin rompió el silencio— ¿Alguna novedad?

Nes abrió los ojos sorprendida. ¿Cómo podía saber él que tenía algo que decirle? Sacudió la cabeza. No él no sabía nada, tan solo era una pregunta cortes de su parte. Kevin sintió como ella se envaraba a su lado y no pudo evitar preocuparte.

— Nes… ¿Que sucede? —la obligo a detenerse y a fijar la mirada en el.

— Nada… —musitó ella con la respiración acelerada por miedo a ser descubierta mintiendo.

— ¿Nada?

Negó con la cabeza y miro hacia el suelo. Kevin frunció el ceño, conocía a Vanesa desde hacía unos diez años y le había visto mentir miles de veces, por esa razón no le creía que no sucediera nada.

— Mientes —dijo en tono hosco.

— No… No pasa nada —Nes comenzó a tartamudear—. Te lo juro.

— No jures en vano, Vanesa —desvió la mirada de ella lastimado por su falta de confianza—. ¿Por qué no me dices que te sucede? Yo no te juzgo.

— Lo sé —se apuró a afirmar ella—. Pero lo cierto es que todo va…

— Ni se te ocurra decir que todo “va bien” —le interrumpió el con un gruñido.

— ¿Por qué? —cuestionó ella desconcertada.

— Porque me estarías mintiendo. Algo te preocupa y eso significa que no todo “va bien” —levantó los ojos al cielo en un ruego mudo para que ella de una vez le dijese que sucedía.

— ¿Cómo sabes que estoy preocupada? —sentía curiosidad y además era una buena manera de desviar el tema por un momento.

— ¿Así que no lo niegas más? —Kevin sonrió sin alegría—. Lo sabía. Te conozco, Nes. Simplemente eso. Ahora dime: ¿qué es lo que te preocupa, bonita?

Ella no dijo nada, permaneció muda durante una cuadra más o menos. Se quemaba la cabeza pensando la mejor forma de darle a conocer sus sospechas a Kevin. Pero no había forma de aplacar el impacto de tamaña noticia. Dejo escapar una exhalación frustrada.

— No aguanto más —declaró Kevin a su lado—. Vamos. Dilo ya.

— No es sencillo —enroscó un mechón de su cabello en su mano sin saber cómo continuar.

— Si los es – le replicó él testarudo—. Tan solo sácalo de una vez.

Nes paró en mitad de la vereda y él se volteó a verla. Tenía las manos juntas frente a ella, la mirada baja… Se le acercó y le tomó ambas manos entre las suyas.

— Vamos… Tú puedes —le alentó con ternura.

Ella se aparto de él y evaluó su mirada. Lo vio serio, con aparente calma, pero en sus ojos había ternura. Escuchó como contenía la respiración y soltó el aire infundiéndose ánimos.

— Yo… creo… creo… —la posibilidad de que todo fuese verdad cayó con fuerza sobre ella—… creo que estoy embarazada.

Tímidamente se atrevió a cruzar su mirada con la de Kevin. Los ojos de él llameaban de furia. Miró sus zapatos con miedo y temblando esperó que el comenzara a gritarle. Pero eso nunca llegó, de repente se vio rodeada por sus brazos que aun temblaban de rabia y sitió como le besaba la rojiza cabeza.

— Lo lamento… —Kevin le hablo al oído con voz algo distorsionada por sus propia emociones—. Sabes que cuentas conmigo, aunque no sea de mucho consuelo.

— Gracias… —se sentía a salvo ahí entre sus brazos. Enterró su rostro en el pecho de él y rompió a llorar, librándose de su angustia contenida.

Caperucita RojaWhere stories live. Discover now