Capítulo 25.

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Me saqué la chaqueta y la tiré sobre la cama, con la mala suerte que cayó bajo la ventana. Las botas quedaron a un lado de la silla, y los calcetines quedaron en el interior. Sentía mis pies fríos, pero no me importaba. De reojo, sin mover bruscamente, vi como Axel se quitaba la camiseta que se pegó y moldeó a su cuerpo. La arrojó cerca, y caminó en mi busca.

Al tenerlo sentado a mi lado, mis dedos intentaron jugar con la camiseta que me había puesto esa mañana sin ni siquiera escogerla, pero él me detuvo; pegó sus labios sobre la frente, preocupándose un poco más por mí. Empecé a levantar la camiseta, pero él hizo un rápido movimiento para coger mis manos.

—No voy a detenerme.

Jadeé.

—No te detengas.

—Pero necesitas descansar —dijo Axel.

Sacudí la cabeza, negándome por completo a dormir cuando los dos deseábamos algo más que un par de besos. La noticia que le di (y merecía saber), no era un obstáculo para mí, y menos cuando a Axel no le importaba y siempre estaría a mi lado.

—Quiero...—intenté decir, pero él me interrumpió.

—Entonces lo haré yo, Zoe.

Cogió delicadamente los bordes de la camiseta con sus dedos, tiró de ella hasta sacarla del interior de los oscuros vaqueros que llevaba y la levantó por encima de mi cabeza, librándome de la suave tela. Cuando la lanzó bien lejos, mis brazos bajaron hasta enlazarlos alrededor de su cuello y metí los dedos de una mano en su cabello. Podía sentir su corto pelo rozando mis uñas, notando la suavidad en mi piel. Acerqué mi boca hacia la suya.

El beso empezó siendo cálido como de costumbre, y profundo. Tomé su labio inferior entre mis dientes y presioné hasta morderlo. Axel gimió y envolvió sus brazos tatuados alrededor de mi torso desnudo, acercándome hasta él. Al adentrar la lengua en su húmeda boca, el contacto le hizo retroceder, apartándose de mi lado. Solté su sedoso cabello y dejé caer mis brazos hasta descansar sobre sus hombros. Bajó la mirada a sus manos, las cuales sujetaban mi cintura y sus dedos apretaban sin hacerme daño. Cox miró el cinturón que llevaba alrededor de los vaqueros, así que mientras yo lo miraba, él se entretenía en sacármelos deslizándolos por mis piernas.

Casi desnuda ante su curiosa mirada, cerré los ojos cuando la tira del sostén empezó a caer por mis brazos. Los dedos de él corrieron en busca del broche del sujetador para quitarlo. No era la primera vez que me veía desnuda, pero sí era la primera vez que sentía el contacto de su piel rozando mis pechos. Llegaba a ponerme nerviosa. Arqueé la espalda y contuve un largo suspiro de placer. Él tomó ambos pechos, arropándolos con las manos abiertas, y deslizó los pulgares ya humedecidos sobre los pezones.

Con los labios apretados observé el sostén tirado a los pies de la cama. Me mordí el interior de la mejilla al notar sus manos moviéndose lentamente sobre mis pechos.

—No sabes cuánto llego a desearte, Zoe. Eres la chica más hermosa que mis ojos han contemplado —de rodillas sobre la cama, se inclinó hacia delante para capturar con la boca uno de mis pechos y succionarlos. Sus manos seguían sujetando mi cintura, impidiendo que me moviera o terminara alejándome de él ante la sensación.

Mis palabras murieron en el interior de mi boca, pero mi cuerpo se inclinó hacia delante para acercarme un poco más a la traviesa e húmeda boca de él. Apoyé mis manos sobre sus hombros, temiendo de caerme sobre la cama. Su lengua lamió mi pezón, mis rodillas se doblaron y grité por el roce de sus dientes. El dolor que él me causaba, era terriblemente placentero; de una forma que no llegué a imaginar nunca, mi cuerpo siguió pidiendo un poco más. Tanto tiempo sin su boca; demasiado tiempo sin el contacto de su piel rozando contra la mía; su aliento barriendo la curva de mi cuello...llevaba deseando eso desde que nuestros caminos llegaron a unirse. Y allí estábamos, juntos por primera vez.

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now