Capítulo 16.

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Ella se acercó con la cazadora; lentamente, manteniendo la mirada fija en los dos. La dejó sobre el electrodoméstico, y sus dedos arrugaron el plateado envoltorio. Ese sonido podía ser bueno y malo a la vez. Sacudió la cabeza, esperando a que saliéramos fuera. Sin decir nada, quedé detrás de él siguiéndolo hasta el comedor. Ocupamos el sofá, y apreté los labios antes de decir cualquier estupidez.

El problema que había delante de nosotros, era exclusivamente de Axel. La chaqueta no era mía, no podía ayudarlo de ninguna forma.

— ¿Un preservativo? —Era un condón sin usar. Mamá todavía no encontró la chaqueta de cuero donde estaba la bolsa de cocaína. —De acuerdo —se sentó en la mesa auxiliar, casi rozando sus rodillas con las nuestras. — ¿Qué duda tienes? Es precipitado, pero intentaré responder con claridad.

Charla de sexo.

En ese momento preferí alguna redada de drogas antes que oírla detallar todas las consecuencias que podíamos sufrir los adolescentes si no usábamos protección.

Miré a Axel, el cual enarcó una ceja dejando bien claro que él no necesitaba aclarar ninguna duda. Estiró el brazo para arrebatárselo de los dedos, pero ella echó el brazo hacia atrás. Por lo menos era mamá quien lo había pillado, mi padre se lo tomaba de una forma distinta; casi mucho más dramática. Formuló unas cuantas preguntas más, y en un descuido, aproveché para levantarme del sofá, dejando a Axel solo y sin la poca ayuda que le podría ofrecer.

Rebusqué entre la ropa sucia, y al encontrar la chaqueta que con tanta desesperación buscaba, la cogí rápidamente y me escabullí de allí con el corazón en la boca. Sabía que él me vio escapar, y que intentó librarse de mi madre para seguirme.

No lo consiguió, porque los minutos pasaban y el gamberro no asomó su cabeza por la puerta de mi habitación. Me acomodé en la cama, mirando una y otra vez esa pequeña bolsa con el polvo que llegaba a provocar mucha adicción a las personas. Quien sufría de momento las consecuencias, era él. Recordé el día del bar, cuando me quedé fuera con Santos esperando. Axel salió herido, con un corte en el puente de su nariz y un pómulo enrojecido por unos nudillos.

Podría estar loca...pero el caso era que en mi cabeza pasó la idea de que era chantajeado u obligado a vender esa mierda en uno de los barrios más bajo de Baltimore. Cerré los dedos alrededor, ocultando la mercancía. Mi cabeza bajó lentamente, pensando que su vida era mucho más dura, cuando la mía parecía completamente perfecta dejando a un lado las estupideces que soltaba de vez en cuando.

Me daba miedo que por mis celos él tuviera que marchar e involucrarse en algo peor.

Alguien golpeó la puerta.

— ¿Lo tienes?

Era él.

Observé como avanzó por la habitación, mostrando sus dientes blancos al estirar los labios en una sonrisa. Justo paró sus pasos delante de la mesita de noche, donde el regalo que me dio seguía allí.

—Dámelo.

Exigió.

—Ya te enseñé como se piden las cosas —sonreí, algo graciosa. Mantuve un rato más el brazo detrás de la espalda. —Te doy esto. Pero en realidad quiero algo a cambio.

—Aun tienes que aprender mucho para saber chantajear a una persona. Sé una buena chica y dámelo, princesita —abrió la mano cerca de mi pecho. —No tengo todo el día.

Quería ir a la barbacoa de Santos.

—Pasado mañana iremos a casa de Santos.

¿Por qué le desagradaba la idea?

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now