Capítulo 10.

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Él se salió con la suya. En un par de horas, Jessica estaría delante de mi puerta como la invitada de Axel. Nunca me llevé mal con esa chica, pero sin mirarla a los ojos, sentía que podía odiarme por lo que viví con Jared. Estuvo mal que la dejara por mí, y ni siquiera yo era la culpable de que lo suyo no funcionara. Nos esperaba una cena muy larga, la cual podía terminar en una supuesta fiesta de pijamas.

Removí mi cuerpo por la cama, y con algo de ropa limpia para cambiarme, salí directamente hasta el cuarto de baño. La puerta estaba sin cerrar, así que pensé que Axel había pasado por allí. Mis padres, y me incluía, éramos unos maniáticos; las puertas siempre tenían que estar cerradas. Di un fuerte portazo, y cuando me aseguré que el pestillo estaba echado, empecé a desnudarme.

La ropa limpia quedó doblada sobre la tapa del inodoro, y la ropa interior junto a las demás prendas, quedó en el fondo del pequeño baúl que había para la ropa sucia. Recogí mi larga melena castaña, y sin mirar la bañera, tiré de las cortinas para adentrarme.

¿Y cuál fue la sorpresa? Que en la bañera ya había un cuerpo tumbado y cubierto de agua templada. Ahogué un grito al verlo a él con los ojos cerrados. Las manos descansaban sobre su pecho como un muerto, y ni siquiera salían pequeñas burbujitas de su nariz (cosa que me hubiera confirmado que seguía con vida).

Caí de rodillas completamente desnuda, y el primer auto reflejo que tuve, fue intentar salvarle la vida. Pasé mis nerviosas manos a cada lado de sus hombros, y con un gran esfuerzo, empecé a levantar ese pesado cuerpo.

El corazón casi se me detiene cuando Axel abrió los ojos. Soltó un grito de rabia, y completamente ciego tiró de mi cuerpo, consiguiendo que perdiera el equilibrio. Jadeé de dolor en el momento que mi cuerpo impactó contra el helado suelo del cuarto de baño. Y cuando pensé que me quedaba sin aliento, él terminó por arrebatármelo; cayó sobre mí, pegando su húmedo pecho sobre el mío.

Sus manos lucharon con las mías, y yo solo podía moverme histérica porque necesitaba quitármelo de encima.

— ¡No vas a hacerme daño! —Gritó, una y otra vez. — ¡Nunca más!

De nuevo, Axel no vivía el presente. Estaba perdido en el pasado.

Los dedos de él se aferraron con fuerza alrededor de mis muñecas. Era una buena forma de alzar mis brazos y golpearme sin darse cuenta de lo que estaba haciendo. El dolor era terrible, sentía cada golpe marcándose en mi piel. Mis uñas se clavaron en la palma de su mano, y con la voz rota, intenté que me mirara a los ojos.

—Axel...Axel, soy yo —lágrimas salieron de sus oscuros ojos para mezclarse con las mías. —Estás a salvo. Soy yo, Axel, —en un gran esfuerzo, toqué con delicadeza su mejilla—Zoe.

Agrandó los ojos.

Se detuvo.

—Zoe —susurró, y yo asentí con la cabeza. —Zoe.

Dijo una vez más, asegurándose que la persona que estaba en su cabeza no fingía mi voz.

Como un niño pequeño asustado, se apartó corriendo de mi lado para quedar al otro extremo del baño. Pegó las piernas en su pecho, y se meció casi saliendo del enorme shock que había vivido. Ambos desnudos, no dijimos ni una sola palabra. Intenté coger la toalla para cubrirme, pero de repente los ojos de Axel se quedaron fijos en los míos.

De reojo miré mis muñecas; seguían las marcas de los largos dedos de él.

— ¿Te hice daño? —Nunca lo había visto tan asustado.

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now