Capítulo 6.

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Estaba cansada de recibir balonazos. Odiaba el juego que propuso el profesor; El balón prisionero. Casi siempre salía herida. Con algún hematoma en la pierna, o algún corte en el dedo. Los chicos de clase se lo tomaban muy en serio. Hasta el límite de hacerse daño ellos mismos. Pasé por delante de Jared, y le di un beso en la mejilla. Él seguía jugando, yo necesitaba un parón.

Cuando salí fuera, el campo de fútbol estaba solitario. Tiré de la goma, y arreglé mi cabello que se encontraba en una trenza. El motor de una moto me sobresaltó. Lo peor no fue eso; El chico que se acercaba, era nada más ni nada menos que Axel. Se dejó caer en el césped.

Acomodé mi espalda en el tronco del árbol. Él ni si quisiera se dio cuenta que estaba allí, mirando desde lejos como intentaba limpiarse la sangre del labio. Llegó tarde a clase, y mal herido. Algo me impulsaba a ir, a preguntarle qué tal estaba. Pero ambos sabíamos que Axel me apartaría de su lado. Mis dedos rebuscaron en el interior de la cartera de deporte que colgaba de mi hombro, y sujeté una botella de agua pequeña.

Después de lo sucedido en su antiguo barrio, ninguno de los dos dio el paso para hablar. Nos mirábamos de reojo, esperando a que el otro no se diera cuenta. Sentí en más de una ocasión los oscuros ojos de él, vigilando cada paso que daba. Parecía atento, pero buscaba un motivo más para odiarme.

— ¿Vas a estar mucho tiempo ahí escondida? —Preguntó entre risas. Me sobresalté. Acababa de descubrir mi escondite. —Ese bolso rojo llama demasiado la atención. Y el tronco está a punto de caerse. Así que sal de ahí, princesita, antes de que se te caiga encima.

Arrastré los zapatos de deporte. Minutos antes habíamos tenido toda la clase educación física, y no me dio tiempo a cambiarme. Salí inmediatamente fuera, buscando algo de aire puro. Y dos minutos más tarde, encontré esa sudadera blanca que identificaba al chico de acogida.

—Se supone que no me hablas. Que te limitas a odiarme por lo que te hice —quedé detrás de él. —Me miras. Giras el cuello, y buscas algo mejor que observar. Así no vamos a poder convivir. Ellos se han dado cuenta.

Levantó la cabeza.

Hizo la acción de taparse los ojos por los rayos de sol. Presionó los carnosos labios, y me di cuenta que no dejaba de sangrar. Axel bajó de nuevo la cabeza, buscó el papel que guardaba en un casco de moto para seguir curándose. Antes de que la herida fuera tocada por ese papel sucio, lo detuve.

Me arrodillé delante de él, y aparté sus manos. Al menos conseguiría que dejara de infectarse la herida. La botella salió del bolso, y sin decir nada humedecí el corte que atravesaba el labio superior.

—Eso es mentira.

Lo miré.

—El agua limpia la herida. No es menti...

—No digo eso —llegaba a ponerme nerviosa la forma en que me miraba. Era casi imposible mantenerle la mirada. —Por más que intente odiarte, no puedo. Aún no he aprendido a odiar a una persona. Incluyendo a todas esas que se atrevieron a ponerme la mano encima.

No sé cómo lo hice, pero ignoré lo que dijo. Busqué algo más en el bolso, y de ahí saqué una tirita. La corté, dejándola lo más pequeña posible, y se pegó en su labio. La misma acción que hice yo, Axel volvió a hacerla; Apartó mis manos.

—El de esta mañana era yo —soltó con una sonrisa traviesa.

—Lo sé —me rasqué la cabeza—. Justo me di cuenta cuando te vi a través del espejo. Tu forma de espiarme es patética.

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now