Capítulo 11.

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Los minutos pasaban, y cada vez me sentía más relajada. Giré un poco el rostro, concentrándome en la ventana abierta. El sabor amargo desapareció, pero por una parte podía sentir como mi lengua se había adormilado. Con una sonrisa de oreja a oreja, me mordisqueé la punta. No quería parecer un perro con la lengua fuera. Golpeé el colchón con las manos abiertas, y cuando los zapatos de mis padres pasaron de largo por delante de la puerta, me levanté con algo de torpeza.

El corazón me latía a un ritmo en el que podía bailar un poco para acelerarlo un poco más. Con los ojos bien abiertos, apagué la luz, y salí al oscuro pasillo. Después de tanto tiempo sin bailar, quería mover descontroladamente mis caderas. Y el único que podría acompañarme, estaba encerrado en su habitación porque su preciosa novia de cabello multicolor marchó sin él.

Sin ni siquiera llamar a la puerta, moví el pomo y me colé lo más rápido posible. Rápido, porque no quería que Axel me invitara de una forma grosera a abandonar su habitación. La diminuta pastilla que me dio en forma de smile, me estaba haciendo sonreír como una estúpida. Pasé de estar tranquila y relajada, a mantenerme inquieta y alegre.

— ¿Qué haces aquí? —Se levantó de la cama. —No más discusiones por esta noche, Zoe...—no aparté mis ojos de los suyos. — ¿Qué le pasa a tus ojos? ¿No habrás sido tan estúpida como para tomarte el éxtasis?

Todos me veían estúpida.

Odiaba eso.

Presioné el dedo sobre su desnudo pecho, con una amplia sonrisa. Estaba feliz, y ni él ni nadie me lo arrebataría.

—La curiosidad mató al gato, nene —reí. —Además, seguramente los efectos se pasarán enseguida. Me la tomé hace una hora.

Axel se llevó la mano a la cabeza.

— ¿Eso crees? Lo peor está a punto de comenzar.

Verlo tan serio me hacía reír.

Recogí mi cabello con las manos, y pasé por delante de él alejándome todo lo posible de la puerta. Su cama, con sabanas oscuras perfectas para un chico, estaba bien hecha. Yo misma me ocupé de deshacer el liso planchado que seguía manteniendo desde que mi madre la arregló. Lo miré a los ojos, sin sentir ningún temor. Lo apunté con el dedo, y lo doblé invitándole a que se acercara a mí.

Él, mientras tanto, prefirió buscar algo en uno de los cajones. La bolsa que solía llevar, estaba vacía. Que pronto vendía esas graciosas pastillas que te daban algo de felicidad.

—Quiero bailar —murmuré.

—Lo mejor será que bajes el volumen.

— ¡Quiero bailar! —Nadie me debía decir lo que tenía que hacer. Pero Axel, él siempre estaba dispuesto a joderlo todo. Avanzó en cortos pasos, y con la mirada seria, apretó su mano sobre mis labios.

Luché por liberar mis labios.

—Duérmete.

—No tengo sueño. Solo quiero moverme un poco —dejé la mano encima de mi hombro. — ¿Tienes miedo de que lo haga mejor que tú? —Saqué la lengua. — ¡No...—me di cuenta que no podía gritar. —Shhhh. Puedo llegar a moverme muy bien. ¿Es cómo en la cama, no? Jared dice que follo muy bien.

Di palmadas.

—Me da igual cómo eres en la cama — ¿por qué estaba tan serio? ¿Él no quería que dejara atrás la amargura? —No tendrías que haberte tomado la puta pastilla.

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now