Capítulo 13.

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Con los ojos cerrados perdí la sombra de Axel. Solo me di cuenta que estaba detrás de mí cuando sus piernas hundieron el colchón de la cama. Mis dedos intentaron moverse por las sabanas, pero él terminó siendo más rápido. Aferró los largos dedos en mi pequeña muñeca, y con un tirón simple, movió mi cuerpo dejándome boca arriba. Presionó los muslos en mi cintura, y con una enorme sonrisa retiró el zapato de deporte que sentí sobre mi vientre.

Tenerlo tan cerca no me molestaba, pero tampoco era tan agradable sentirse observada por esos ojos negros que ni pestañeaban. Aguantó todo el peso para no caer sobre mí, y con una de sus estúpidas sonrisas se dedicó a apartar el cabello que cubría mis labios. Los entreabrió, y con el dedo pulgar los mantuvo abiertos. Si se suponía que me iba a enseñar que no tocara nada de su habitación, no me mostraría débil y mucho menos asustada.

Parte de su cabello le cayó en la frente, y apretó los labios dejando salir un poco de aire. Lentamente, se inclinó hacia delante. El mensaje estaba a punto de salir, cuando alguien golpeó la puerta de la habitación. No me hizo falta saber quién era; la única que se quedó esperando era Jessica.

—Debería cortarte la lengua —por eso entreabrió mis labios. Y, a diferencia de cualquier otro chico, sus dedos no maltrataron mis mejillas. —Nadie toca mis cosas. Y mucho menos las que vendo para conseguir algo de dinero.

Apoyé los codos sobre la cama, y alcé mi propio cuerpo, quedando más cerca de su rostro.

—Entonces atrévete.

— ¿Quieres dejar de tentarme? —Giró su cabeza con brusquedad ante el sonido proveniente del pasillo. La chica insistía una y otra vez, esperando oír la voz de su novio, y no una conversación que la ignoraba por completo. —Los curiosos acaban mal, Zoe. Tus caprichos acabarán contigo.

No solo era la hija de papá.

También me tachaba de caprichosa.

¿Tan difícil era de entender que quería desconectar un poco? ¿Qué necesitaba ver mi mundo desde otro punto de vista? ¿Tal vez un poco más alegre? ¿Con menos miedos?

Pero él no podía entender esas cosas.

La maldita idea de que mi vida era perfecta gracias a mis padres, le daba una mala imagen de mí. Cualquier niño daría cualquier cosa para que sus padres lo admiraran; que los quisieran sin hacer el mayor esfuerzo. Si era caprichosa era porque lo conseguí todo con una rabieta. Y con el paso del tiempo, por muy descabellado que sonara, seguía funcionado. Quería ser lista y así conseguir la atención de mi padre. Agradar a la gente, para que mi madre presumiera de la gran hija que tenía. ¿Y para qué? Para nada. Mis miedos seguían ahí; no quería perderlos nunca.

—No soy una drogadicta —quería quitármelo de encima, pero era casi imposible. Mi enfado podía ir en aumento, aun así no conseguiría gran cosa.

Su mirada se endureció, y por unos minutos bajó la mirada hasta el collar que colgaba de mi cuello. La pequeña plata mostraba mi nombre, junto a la fecha de nacimiento. Liberó una de mis manos, hasta capturar la preciosa cadena

—De la diversión al vicio solo hay un paso.

—Tengo autocontrol —volvió a mirarme a los ojos.

Nuestra tranquila discusión estaba agitando nuestras respiraciones.

—Escuché esas mismas palabras a los cinco años — ¿por qué parecía que con el tiempo nuestras emociones se familiarizaban? —Y doce años después, mi madre mataría por conseguir algo de Crack; La mierda más barata del mundo. Así que escúchame bien, princesita —no lo dijo con maldad, pero seguía molestándome, y más cuando tenía un nombre —ten cuidado. Tu autocontrol pende de un hilo.

Bienvenido, GamberroNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ